En La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi, tecnología, ecología, economía y cultura se intersectan e interactúan en una trama post-apocalíptica, en la que se desarrollan personajes que poseen una rara combinación de profundidad y urgencia.
La chica mecánica (2009; última edición en castellano en DeBolsillo, 2012), de Paolo Bacigalupi, nos muestra un mundo en el que las peores predicciones ambientales se han hecho realidad: las zonas costeras están bajo el agua, no hay aceite, la comida es escasa, y la reducción de las reservas genéticas implica que los virus barren cultivos y seres humanos con una regularidad aterradora. Sin aceite, las calorías son la única fuente de energía para los humanos. En un contexto de distribución de recursos desequilibrada y de masas hambrientas, Bacigalupi nos advierte sobre un futuro de escasez.
Los sucesos de la novela tienen lugar después de la “Contracción”, un colapso energético mundial en el que se agotó el combustible y la electricidad. Las compañías de biotecnología con sede en Occidente ahora controlan la producción y distribución mundial de alimentos. Así, las calorías se han convertido en la nueva moneda. Sólo países como Tailandia, con sus propios bancos de semillas y mercados cerrados, son capaces de mantener su independencia de estas empresas transnacionales.
Tailandia, al igual que Japón en el siglo XVII, ha cerrado sus fronteras principalmente a los extranjeros, a excepción de unos pocos comerciantes autorizados en la ciudad capital. Si bien el paisaje geopolítico aún es reconocible, es significativamente distinto al presente. Bangkok se encuentra debajo del nivel del mar y está protegida contra inundaciones sólo por diques y bombas. La energía que recorre a la ciudad no deriva de los combustibles fósiles, ni de las fuentes renovables: en su lugar, es suministrada por el trabajo manual de humanos o megodontes, elefantes gigantes modificados genéticamente.
Como pasa en gran parte de la producción de Bacigalupi, este mundo está en manos de las megacorporaciones dominantes que controlan y distribuyen sus propias marcas de alimentos. Estas corporaciones manejan el mercado a través de semillas «pirateadas genéticamente», el bioterrorismo y los sicarios económicos, conocidos como «hombres de calorías».
El protagonista de la novela es Anderson Lake, asesino a sueldo de uno de estos conglomerados –AgriGen–. Lake se encuentra en Tailandia bajo el pretexto de dirigir una fábrica de innovadores dispositivos que almacenan energía con una eficiencia casi perfecta; sin embargo, su verdadero objetivo es encontrar un banco lucrativo de semillas. Emiko, la chica que da título al libro, es la Rachel (la replicante -o no- de Blade Runner) de esta historia biopunk. Emiko es un organismo humano modificado, programado genéticamente para obedecer. Previamente fue una traductora y administradora japonesa de alto perfil; sin embargo, en la época expuesta en el libro, sobrevive en un burdel sórdido, en el que se encuentra regularmente degradada por la clientela y disgustada por la necesidad de servir. La obsesión de Anderson Lake con Emiko se determina por el contexto de Tailandia, que se acerca al punto de ebullición.
El ambiente surrealista post-apocalíptico es convincente desde el principio. La historia explora algunos de las consecuencias negativas de la bioingeniería. De hecho, toda la novela se basa principalmente en el miedo contra los peligros de la bioingeniería. No obstante, la exploración de Bacigalupi del tema es sorprendentemente matizada e introspectiva. Los temas principales del libro pueden vincularse a nuestra creciente preocupación por la seguridad alimentaria, como por ejemplo, la controversia en torno a los cultivos modificados genéticamente, la propagación de la salmonela y la bacteria E. coli y la falta de regulaciones con respecto a los químicos y aditivos.
La tecnología, la ecología, la economía y la cultura se intersectan e interactúan para desarrollar personajes que poseen una rara combinación de profundidad y urgencia. La exploración del calentamiento global provocado por el hombre es un foco secundario de la novela, pero sigue siendo un hilo conductor en el tejido de esta compleja narrativa.
Paolo Bacigalupi ha ascendido rápidamente en las filas de respetables escritores de ciencia-ficción. Sus historias son visualmente impactantes y relevantes para los temas contemporáneos. La suya es una ciencia-ficción de advertencia: hacia el futuro, y en su máxima expresión.
Lo leí en su día y me encantó. Está en pila de libros pendientes de releer.