Leídos en su totalidad, los relatos que conforman La ciudad que nació grandiosa, de N. K. Jemisin, presentan esquemas narrativos mayoritariamente de corte clásico, con especial predominio de la contraposición entre dos modelos ideales. La autora demuestra solvencia técnica, pero la excesiva repetición de sus temas y la estereotipación de los personajes acaba lastrándolos, restándoles vida, haciéndolos previsibles y, por tanto, alejando al lector del centro de la trama.
Algo tienen las recopilaciones de relatos que no me acaban de convencer. No me llenan el ojo como mecanismo para transmitir una voluntad o una capacidad autoral a la comunidad de lectores. Sobre todo si llegan a nuestras manos en las condiciones en que lo hace La ciudad que nació grandiosa y otros relatos (Nova, 2019; originalmente publicada en inglés durante 2018): sin información sobre cuándo y dónde fueron publicados —si es que lo fueron y no son inéditos— los veintidós relatos aquí contenidos. Por desgracia, cada vez hay más recopilaciones muy parecidas a cajones de sastre donde se introducen relatos sin orden ni concierto aparente, se empaquetan para vender y se publican hasta que haya suficiente material para la entrega siguiente.
El resultado de este proceder es, casi siempre, decepcionante. Sólo las mejores plumas salen, mayoritariamente, indemnes de la prueba de exponer su habilidad literaria breve en estado puro, sin trampa ni cartón. N. K. Jemisin (Iowa, Estados Unidos, 1972) no consigue demostrarnos una calidad siquiera próxima a la de su Trilogía sobre la Tierra Fragmentada, aunque sí se nos muestra como una autora con recursos y oficio en lo breve. La recopilación de estos relatos resulta irregular. Se repiten temáticas y técnicas creativas por doquier. Si bien no existen piezas por debajo de un nivel digno, son muy pocos los que bordean la excelencia. Y al estar estos relatos brillantes dispersos por el conjunto, la sensación de irregularidad y de medianía se acentúa más que atenuarse.
A esta percepción de irregularidad contribuye la decisión editorial de cambiar por completo el título original de How long ‘til black future month? (algo así como “¿Cuánto falta hasta el futuro mes negro?”) por este La ciudad que nació grandiosa y otros relatos, bastante poco atinado. A la vista del contenido de los relatos, y fundamentalmente la temática y el estilo de muchos de ellos, el título original sí aporta información valiosa para el lector. Es más: aporta información valiosa sobre la comunicación de la autora con sus lectores a través de estos textos. ¿Por qué, entonces, se ha desviado la atención sobre este contenido? Cuento menos, la decisión es poco comprensible.
Algunos relatos destacables
Aún con todo, el conjunto es una masa de relatos caóticamente interconectados entre sí, circunstancia que se agrava por el abundante número de piezas reunidas. Al no existir un criterio rector, es sólo a través de la lectura que vamos a conseguir tender puentes entre muchos de ellos, identificando las constantes y los intereses de Jemisin en esta obra. Vamos a destcar los que nos parecen más relevantes, según su orden de aparición:
“La ciudad que nació gloriosa”: Homenaje de Jemisin a su ciudad adoptiva, en la que ahora reside, Nueva York. En este relato, antropomorfiza a las ciudades y desarrolla un originalísimo discurso creativo a través de un narrador-testigo que nos cuenta las vicisitudes de N. Y. por nacer, crecer y consolidarse como gran urbe frente a los peligros que se le presentan. Lo consigue alternando con buen saber hacer un sujeto real y metafórico, y un espacio físico y mítico (la propia ciudad).
“Bruja de tierra roja”: Situado en un tiempo de segregación y violenta división racial en Estados Unidos, nos lleva a la ciudad de Birmingham, en Alabama. Allí, los miembros de una familia negra poseen la habilidad de ver el futuro, a la vez amenazante y esperanzador. Afrontarlo con éxito les exigirá, ante las amenazas de la poderosa y enigmática Dama Blanca, un gran sacrificio. Uno de los muchos relatos sociopolíticos del volumen, con un claro sesgo racial, construido otra vez a partir de un esquema clásico de contraste entre modelos.
“L’Alchimista”: Relato ligero de tono humorístico y tema cotidiano donde se intenta ensalzar la virtud de la cocina como arte, hasta el punto de que se establece una clara ligazón entre el arte culinario y la magia. La historia se desarrolla a través de un esquema de tensión: la entrada de un desconocido en un restaurante y una extraña oferta a su cocinera jefe iniciará una misteriosa relación entre ellos con la cocina como inspiración. A medida que la relación avance, el misterio sobre este personaje se irá reduciendo hasta su divertido final.
“La chica troyana”: Otro de los relatos con mejor factura creativa y, posiblemente, uno de los mejores de tinte sociopolítico del libro, gracias a un desarrollo más complejo y ambicioso del esquema clásico de contraposición de modelos. Esta complejidad viene dada por un doble contraste. Tomando como protagonistas a los líderes de dos manadas de lobos, se contrapone lo humano y lo material, por un lado, como símbolo de una dimensión conservadora o poco proclive al cambio, a lo animal y a lo inmaterial, en cuanto dimensión progresista proclive a la transformación, con la tecnología de la transferencia de consciencias como motor. Asimismo, se confronta el uso utilitarista de la tecnología con otro idealista o “progresista” de la misma.
“El reemplazo del cuentista”: La base de esta pieza son los cuentos clásicos occidentales de tradición oral. Un rey impotente busca en la magia el secreto para procrear. Lo consigue, de forma poco honesta, pero con excepcionales resultados, y logra engendrar a seis hijas bellísimas y repletas de virtudes. Cuando crecen y el rey cree que ha llegado el momento de encontrarles marido, comprobará cómo la forma en que las ha engendrado se le volverá en contra. Se trata de un relato simbólico sobre las consecuencias de jugar con la naturaleza y contravenir sus designios, además de una reflexión sobre la paternidad y sus problemas.
“Los evaluadores”: Relato de tensión in crescendo a partir de la inspección de un planeta extraño y las consecuencias derivadas de la integración con las razas autóctonas. Original en su desarrollo, intercala distintos tipos de textos, para construir la tensión a partir de una historia fragmentaria, en la que el lector debe poner de su parte para juntar algunas piezas y completar así el sentido del texto. En nuestra opinión, se trata de una crítica a las actitudes de segregación y separación, de desconfianza y de sospecha hacia el distinto. La autora echa mano de personajes demasiado planos y de algunos de sus temas más recurrentes, como la crítica a la autoridad centralizada como elemento de decisión legítimo o el refugio en la maternidad como espacio positivo.
“La bailarina del ascensor”: Brevísimo y de enorme carga simbólica. Un vigilante de profundas creencias religiosas y fuertemente institucionalizado —en lo que al cumplimiento de las normas se refiere—, se obsesiona cuando ve por los monitores a una extraña mujer haciendo algo taxativamente prohibido por la fe y las reglas: bailar en el ascensor. Una narración de esquema y temas más que reconocibles, al que su tono humorístico y la agilidad de la narración confieren una ligereza refrescante.
“Cuisine des Mémoires”: Nuevo homenaje a las artes culinarias, esta vez dotadas del poder arcano para transportar al comensal hacia atrás en el tiempo a través de los sabores y los olores, copiando exactamente los menús de su memoria en todos los aspectos (ingredientes, proporciones, técnicas de cocinado…). A pesar de la originalidad de sus ideas y desarrollo, sólo el tono narrativo de dramedia, no demasiado bien llevado, hace que nos deje más indiferentes de lo que debiera, a la vista de los excelentes mimbres dispuestos por la autora.
“Hambre de piedra”: Volvemos al universo de la Tierra Fragmentada. Creativamente, es muy distinto de la mayoría, y en él se reflexiona sobre el peso de la madurez y la responsabilidad que uno asume hacia los actos del pasado. Es una de las razones que justifican la lectura de este volumen.
“En la ribera del río Lex”: Nueva dramedia, con muy buen equilibrio entre sus momentos dramáticos y los intercalados con una sonrisa. Se desarrolla con brillantez una reflexión metafísica sobre la muerte como mecanismo de cambio (¿y de progreso?), en conexión con la crisis climática, la conexión de la humanidad con su entorno y las consecuencias de un comportamiento ambientalmente más responsable.
“El narcomante”: En nuestra opinión, es uno de los cuentos más relevantes de esta antología. Al igual que, por ejemplo, “El reemplazo del cuentista”, está también inspirado en los cuentos clásicos de tradición oral. Se utilizan en él temas y esquemas reconocibles: el amor y la familia como temas positivamente referenciados, la maternidad como mecanismo de realización de la mujer, la fertilidad y la procreación como vías tanto para la realización individual como para el reconocimiento colectivo… No reflexiona tanto sobre la femineidad, en general, sino sobre qué tipo de mujer debe empoderarse.
“Henosis”: Relato humorístico, simpático, y fragmentario, que busca la activa participación del lector, aunque no resulte muy desafiante. Es una clara reflexión metaliteraria sobre el escritor y su relación con su comunidad de lectores.
“Ayeres escasos, porvenires insuficientes”: Relato reflexivo sobre la tecnología y su influencia sobre las relaciones sociales y personales. El centro ideológico está en la teoría de Mark Granovetter, sociólogo de Stanford, sobre la importancia en las relaciones interpersonales de los lazos débiles sobre los lazos fuertes. Se desarrollan estas ideas a partir de distintos textos intercalados en los que distintas personalidades, supuestamente en estado cuántico, observan cómo desaparecen otras personalidades cuando su relación con los demás se fortalece a través de la tecnología. Lamentablemente, la reflexión se desarrolla de forma confusa, desordenada y poco clara, y con conceptos mal desarrollados.
“Santos, pecadores, dragones y apariciones en la ciudad que yace bajo las aguas tranquilas”: Uno de los mejores textos del libro, y destacado homenaje a la ciudad de Nueva Orleans tras la desgracia del huracán Katrina, que no se menciona, pero cuya sombra resulta alargada. Texto amable, aunque sin mucha fuerza.
Consideraciones generales
Leídos en su totalidad, los relatos presentan esquemas narrativos mayoritariamente de corte clásico, con especial predominio de la contraposición entre dos modelos ideales. En ellos, Jemisin demuestra solvencia técnica, porque son sencillos de organizar, y además dan pie a articular historias con cierto interés. Pero la excesiva repetición de sus temas y la estereotipación de los personajes acaba lastrando los relatos, restándoles vida, haciéndolos previsibles y, por tanto, alejando al lector del centro de la trama.
Resulta evidente en ellos el predominio de la sociopolítica, con intensa presencia de perspectivas raciales, femeninas y de ideologías liberales (en su acepción anglosajona). La perspectiva individualista se contrapone con claridad a personajes colectivos de nombres uniformadores, y se ensalza como motor del cambio. Sin embargo, estos relatos no consiguen alcanzar, en su mayoría (salvo en casos excepcionales como “El narcomante”), una cota creativa a la de altura.
Sí lo consiguen, sin embargo, los que podemos considerar como “relatos-homenaje”, es decir, aquellos que no tiene más intención que la de retratar y ensalzar realidades que a la autora le son queridas, por uno u otro motivo. En este grupo podemos incluir el que le da título a la edición española de la recopilación, “La ciudad que nació grandiosa”, tributo a su megalópolis de acogida; “L’Alchimista”, homenaje a las artes culinarias y a su influencia en las personas, o “Santos, pecadores, dragones y apariciones en la ciudad que yace bajo las aguas tranquilas”, en honor a la ciudad de Nueva Orleans tras la desgracia del Katrina. Todos ellos, desde su sencillez aparente, construyen personajes interesantes, con ideas originales, que circulan por tramas arriesgadas o que se salen de lo manido en el género.
Y, por supuesto, “Hambre de piedra” representa una vuelta al universo de la Tierra Fragmentada” que no defrauda. Aunque su historia sea muy sencilla, el fondo del relato consigue desarrollar un tema complejo aprovechando mucha de la fuerza que aportan los ya familiares personajes del universo creativo. Así, necesita esforzarse menos en desarrollar los personajes y puede dedicarse más a la trama y sus temas, algo que consigue sin despeinarse, gracias a su buen uso del tono narrativo.
En conjunto, como dijimos, la recopilación está repleta de relatos pasables sin más, carentes de algún talento o especial encanto y que, con la lectura, a base de repetir abusivamente algunos esquemas narrativos y temas, se van convirtiendo en cada vez más previsibles y tediosos. Tampoco la construcción de personajes resulta especialmente meritoria pues, en su mayoría, o se recurre a estereotipos mal disimulados según la trama imponga o se recurre a universos narrativos ya reconocibles para el lector (tanto la tradición oral como la Tierra Fragmentada nos valen como referencias). Con todo, la habilidad de Jemisin para construir atmósferas o para definir historias interesantes que sostengan los relatos, nos permiten avanzar a pesar del tedio.
Otro mecanismo de gratificación está en esos pocos relatos que sí muestran el inmenso talento de la autora estadounidense y que son, precisamente, aquellos donde más deja volar su creatividad y menos se apega al dictado del canon. En ellos aflora la escritora intuitiva de los mejores textos: son aquellos en los que pone un mayor empeño en construir historias y menos en desarrollar con la fría precisión del cirujano los esquemas narrativos. Esta recopilación tiene unos pocos diamantes pulidos, otros pocos diamantes en bruto y, por desgracia, mucha bisutería barata de brillante apariencia pero de poco valor.
Inexplicablemente, esta recopilación ganó el Premio Locus 2019 a la mejor colección de relatos. Siendo sinceros, no entiendo cómo. No son relatos malos, cierto, aunque distan mucho de ser excelentes. Y, aunque algunos alcanzan el claro sobresaliente, y otros el notable, en conjunto, sólo pasan del aprobado. Quizás sean, como nos insinúa la autora en “Henosis”, cosas del sistema literario; de las malas, supongo.