No escribo para niños. Escribo y alguien dice: “Éso es para niños”. Yo no me propuse hacer a los niños felices, o hacerles la vida mejor o más fácil. (Maurice Sendak)
Los monstruos de Sendak son grandes y peludos, de dientes afilados, largas garras, cuernos y ojos ambarinos. Son unas criaturas grotescas, gruñonas y de aspecto maloliente, pero que saben divertirse mejor que nadie y montar una buena fiesta bajo la luz de la luna. Terribles y entrañables al mismo tiempo, estos seres son los protagonistas, junto con el pequeño de Max, de Donde viven los monstruos (1963; Alfaguara, 1995 y más recientemente, Kalandraka, 2014), el cuento más célebre escrito e ilustrado por Maurice Sendak (1928-2012).
Y Max el rey de todos los monstruos se sintió solo y deseó estar en un lugar donde hubiera alguien que lo quisiera más que nadie.
El libro cuenta la historia de Max, quien ataviado con su disfraz de lobo hace una travesura tras otra hasta que su madre, al grito de “¡eres un monstruo!”, le castiga sin cena. Encerrado en su cuarto, triste y rabioso, viajará hasta el mundo de las cosas salvajes, donde no sólo domará a los monstruos, sino que se coronará su rey y organizará una divertidísima y desenfrenada juerga con ellos. Al final, como en toda epopeya, se produce el regreso del héroe al hogar, y el pequeño Max emprende el viaje de vuelta a su casa, donde un tazón de sopa bien caliente le está esperando. Un argumento sencillo, crudo y sin moraleja que provocó no poco revuelo. Al propio Sendak le costó cuatro años de peleas con sus editores conseguir publicar la lucha interna de Max para manejar sentimientos tan complejos como la soledad, la rabia, la frustración o el miedo. Tras su publicación, el aluvión de críticas calificó el libro de “inapropiado”, “demasiado oscuro”, “inquietante” y “aterrador”. En un tiempo en el que en la literatura infantil predominaban las buenas intenciones y las lecciones morales, romper con la imagen inocente y feliz de la niñez o mostrar a una madre perdiendo los papeles con su hijo era una tarea tan subversiva y descabellada que sólo un autor como Sendak, tan salvaje como sus criaturas, se atrevería a llevar a cabo.
Maurice Sendak nació en Brooklyn en 1928, hijo de una pareja de emigrantes polacos que consiguieron huir del Holocausto y de la devastación de toda su familia, pero no de la angustia y la sombra de la locura. La infancia de Sendak quedaría marcada por el recuerdo oscuro y sofocante de los campos de concentración, así como por las enfermedades que le obligaron a guardar cama y buscar consuelo en los libros. Su imaginación se vería inspirada por las terribles historias que les contaba su padre antes de acostarse, así como por las primeras películas de Mickey Mouse. Influido a su vez por su hermano mayor Jack, autor de cuentos surrealistas para niños, empezaría desde pequeño a dibujar, contar historias y construir marionetas y artilugios para el teatro. Su devoción por artistas como Shakespeare y Mozart, los hermanos Grimm, William Blake (quien le obsesionaba), Herman Melville o Emily Dickinson, se dejaría notar a lo largo de su larga y variada trayectoria artística.
Con apenas 19 años publicaría sus primeras ilustraciones en un libro de texto de física, Atomics for the Millions (1947), al tiempo que trabajaba como diseñador de escaparates en F.A.O. Schwartz, la mítica juguetería en la que un joven Tom Hanks bailaría sobre un teclado de piano gigante en Big (ídem, Penny Marshall, 1988). Poco después, Ursula Norstod, editora de Harper Books, le contrataría para que ilustrase A Hole is to Dig (1952), el cuento de Ruth Krauss, al que seguirían un centenar de libros y cuentos de autores como Tony Kushner, Randall Jarrell, Isaac B. Singer, o los hermanos Grimm. Sus dibujos, autodidactas y llenos de fuerza, retrataban a niños regordetes, morenos e imperfectos, muy alejados del retrato estándar americano del niño rubio y angelical. Ese mismo afán realista sería el que movería a dar voz y color a las emociones más sombrías de la infancia. De este modo, en 1963 terminaría su primer cuento, Donde habitan los monstruos, el primero de una trilogía sobre “las cosas salvajes”, que se completa con La cocina de noche (1970) y Al otro lado (Outside over there) (1981). Sendak seguiría trabajando en sus libros desde su refugio en Connecticut hasta su muerte en 2012. El último de sus cerca de 20 libros, el bellísimo poema ilustrado dedicado a su hermano Jack, My Brother’s Book, sería publicado de forma póstuma en 2013.
La ambivalencia, el misterio y la provocación son elementos comunes a la obra de Maurice Sendak, quien se atrevió a representar a niños rebeldes, en desafío a la autoridad y las leyes establecidas, y que albergan emociones complejas. No es de extrañar, pues, que el público más conservador se inquietase con libros como La cocina de noche, cuyo protagonista se pasea desnudo entre cacerolas y hornos, Outside Over There, donde un bebé es secuestrado por los goblins, We Are All in the Dumps with Jack and Guy (1993), protagonizado por niños vagabundos, o Bumble-Ardy (2011), la historia de un cerdito a quien se le va de las manos la fiesta por su noveno cumpleaños. A pesar de las críticas, sus historias se han hecho un hueco en los hogares de medio mundo y han cosechado multitud de premios, entre ellos el galardón más importante dentro de la literatura infantil, el premio Hans Christian Andersen. Sendak es hoy reconocido como uno de los más grandes ilustradores del siglo XX y su influencia puede notarse en autores como Brian Selznik e incluso Roberto Innocenti, el gran ilustrador florentino, también premio Andersen, que le dedicará unas palabras en la entrevista que mantuvo con Fabulantes.
Aunque Outside Over There es su historia más personal (basada en el secuestro del hijo de Lindbergh, un suceso que atormentó la infancia de Sendak) y su predilecta, Donde viven los monstruos, con 20 millones de copias vendidas, es el cuento que más hondo ha calado en el imaginario popular. Las ilustraciones, de una belleza feroz y perturbadora, articulan una historia contada en menos de 400 palabras que expresa una miríada de emociones y sentimientos ambivalentes. Es un cuento triste, inquietante y habla de cosas dolorosas, pero a la vez es un estallido de alegría y diversión, algo terriblemente liberador. Sendak, sorprendido él mismo ante tan gigantesco éxito, decía que tal vez era el misterio de la historia lo que gustaba a la gente. En efecto, la historia del pequeño Max, como casi toda la obra de Sendak, es misteriosa y sombría, pero también nos atrevemos a apuntar a sus peludas y desmañadas criaturas como parte culpable del éxito del libro. Monstruos solitarios y taciturnos ha habido en la historia desde los cuentos tradicionales hasta las criaturas deformes de Tod Browning, pasando por Frankenstein. Sendak iría más allá introduciendo al monstruo peludo, gruñón y divertido como mascota fundamental de la infancia y adelantándose al imaginario de Jim Henson (Los Fraggel, Barrio Sésamo, Los Teleñecos). Su influencia sobre la figura de Henson, a quien admiraba por esa vena oscura que reconocía en él, es innegable. Con él colaboraría para crear un par de cortos animados, Bumble-Ardy (el germen de la historia que publicaría en 2011, aparecido como segmento de Barrio Sésamo en 1970, con voz del propio Henson como narrador) y Seven Monsters; ambos fragmentos no tuvieron continuidad en la serie porque asustaban a los niños. Henson, además, reconocería Outside Over There como inspiración de su largometraje, Dentro del laberinto (Labyrinth, 1986).
Sendak no se limitó a ilustrar y escribir libros. También se encargó del diseño de montajes de ballets y óperas de Tchaikovsky o Prokofiev, y colaboró con Spike Jonze (El ladrón de orquídeas [Adaptation, 2002], Cómo ser John Malkovich [Being John Malkovich, 1999]) en la estupenda adaptación de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 2009) al cine. Jonze habla de la soledad del hermano pequeño, del hogar roto, de celos y frustraciones infantiles, y consigue recrear esa atmósfera, onírica y tenebrosa, que subyace en el relato de Sendak. La pantalla se llena de nuevo de monstruos taciturnos, confusos, y violentos, trasunto del niño que busca de forma desesperada el amor y la aceptación.
“Queremos proteger a nuestros niños de nuevas y dolorosas experiencias que están más allá de su comprensión emocional y que les producen ansiedad. Pero lo que se ignora demasiado a menudo es el hecho de que desde la más temprana edad los niños conviven con emociones perturbadoras, que el miedo y la ansiedad son parte intrínseca de sus vidas, que continuamente sobrellevan la frustración como mejor pueden. Y es a través de la fantasía que los niños alcanzan la catarsis. Es la mejor forma que tienen de domar las cosas salvajes.” En su discurso de aceptación de la medalla Caldecott, el premio con el que la asociación de libreros galardonó Donde viven los monstruos en 1964, Sendak explicaba la clave de toda su obra: la fantasía como arma para enfrentarse a todos los demonios y la necesidad de revelar la infancia con toda honestidad y crudeza. “No escribo libros para niños”, repetiría con obstinación. Donde viven los monstruos, es cierto, apela tanto al niño como al adulto, que reconoce en las criaturas salvajes las emociones más turbulentas del pequeño Max. Las historias de Sendak huyen de un retrato idealizado de la infancia, y nos cuentan cosas tan crudas y ciertas como que los niños a veces son infelices, y están tristes, se enfadan y sienten miedo. Atrapado por la infancia y por los monstruos que le acecharon de niño, Sendak, ese artista un poco salvaje y un poco desconcertante, nos obliga a enfrentarnos a cosas que no tal vez no tengan garras ni cuernos, pero que dan tanto o más miedo porque están dentro de nosotros. El primer paso para vencer a los monstruos es reconocer su existencia. Y la aventura no es, nos dice Sendak, tan terrible ni tan solitaria como pueda parecer. Al final, siempre nos espera una taza de sopa humeante, una cama bien mullida y la reconfortante seguridad el hogar.
Muy buena reseña. En este enlace hay una reflexión sobre el mundo interior de algunos niños y un pequeño cortometraje del «Donde viven los monstruos»:
http://desiertoturtur.blogspot.com.es/2009/10/en-el-fondo-de-los-ojos.html
¡Muchísimas gracias por el aporte, gigante aparente! El cortometraje y la reflexión son interesantísimos 😛
Un gusto de artículo, has profundizado con buen pulso hasta lograr despertar el interés y la fascinación por el mensaje oculto en la isla de los monstruos.
Muchas gracias, Nuño. Lo que es un gusto es recibir comentarios así. 🙂
Hola… buenísima reseña. Sólo que los datos biográficos son desconcertantes:
«Maurice Sendak nació en Brooklyn en 1928, hijo de una pareja de emigrantes polacos que consiguieron huir del Holocausto y de la devastación de toda su familia, pero no de la angustia y la sombra de la locura»…
No se puede huir de algo que ocurrirá doce-quince años después de que nazca el autor… Mejor decir que se salvaron de vivir el Holocausto.
Saludos