Gallo Negro acaba de publicar la versión manga de Kanikosen, novela comprometida del escritor comunista Takij Kobayashi. A bordo de un barco pesquero se produce una rebelión de los trabajadores contra los excesos de su patrón. El mangaka Gô Fujio adapta con suma fidelidad la obra literaria, con un estilo noventero y con incursiones fotográficas. La versión que reseñamos está muy cuidada y ha sido editada con mucho esmero.

Entre una multitud sumisa, de espaldas fustigadas por el látigo y manos rebosantes de callos, alguien levanta la cabeza. Observa a su alrededor, harto de las injusticias cometidas por los poderosos hacia su gente, y vocifera. Plasma en palabras audibles aquello que todos piensan: “¡Estoy harto! ¡Ya no trabajo más!”, porque lo peor que puede sucederles es la muerte, y ya los están matando poco a poco. Llegado ese punto, una fuerza inexorable impele al resto, a la multitud, a recrear esas mismas palabras y, en fin, a agruparse para una causa común: el cambio.

Una cosa es cierta: el cambio comienza con una persona. En los años 20, en un Japón paulatinamente consumido por el capitalismo, un hombre dio voz a sus compañeros trabajadores explotados. Se trataba de Takiji Kobayashi, un joven nacido en 1903 y asociado al Partido Comunista de Japón. Kobayashi escribió numerosas obras que denunciaban las injusticias llevadas a cabo contra los obreros. El camarada (Ático de los Libros, 2010) y 15 de marzo de 1928 (en Vida de un militante, Satori Ediciones, 2022) suponen dos de los grandes puntales de su carrera literaria, mas su escrito por todos conocido fue aquel que más prohibiciones y censuras le valió por todo el país: Kanikosen (1929), también conocido como El pesquero en España (Ático de los libros, 2010). Esta obra, de poco más de 100 páginas, fue fruto tanto de una exhaustiva investigación como de la pasión de Kobayashi, incapaz de soportar las injusticias contra su pueblo. Muchas veces comparado con Las uvas de la ira (1939), inmortal legado de John Steinbeck, Kanikosen se convirtió en un éxito de ventas y, también, en el motivo del encarcelamiento y asesinato del autor en 1933 a manos del Tokko, la policía imperial nipona encargada de acabar con el pensamiento contrario al régimen.

El manga comienza y termina con escenas sobre la pérdida de Takiji Kobayashi y la importancia de su legado

Situamos la obra de Kobayashi en unas coordenadas temporales ya lejanas —prácticamente todo un siglo de cambios sociopolíticos—, pero su tema es de indudable actualidad. Tanto es así que la obra que abordamos hoy en Fabulantes no es el escrito original de Kobayashi, como muchos ya habrán intuido, sino la adaptación al manga realizada por Gô Fujio en 2006 y publicada recientemente en España por la siempre interesante editorial Gallo Nero. Autor de La historia de Japón a través de sus personalidades (Editorial Gakken) y La revuelta de la caballería (Editorial Kashiwa Shobo), ambas de nulo recorrido fuera de Japón, Fujio hace de su adaptación de Kanikosen la obra más destacada de su bibliografía.

Corre por las venas de esta Kanikosen una energía acusadora, un dedo índice siempre erguido hacia las altas esferas del capitalismo. La misma energía que recorría ya en 1929 el escrito original de Kobayashi ante el grito de “no más”. Como adaptación, respeta la obra en que se basa con fidelidad: en sus menos de 170 páginas, encapsula el espíritu de las casi 150 páginas del material cortando y reduciendo algunas escenas. Su premisa, por tanto, es la misma: a bordo del buque pesquero Hakuko Maru, su tripulación trabaja sin descanso azuzada por el patrón de la expedición, Asakawa, mientras el germen de una revuelta se extiende entre los trabajadores. Kanikosen es una obra sencilla, poco ambiciosa en su narrativa y cuya trama se basa antes en episodios de opresión capitalista que en una historia continuada. Este formato permite una correcta traslación al medio ilustrado: Gô Fujio se permite estructurar la historia por escenas que se apoyan, mayormente, en su dibujo.

Como debería hacer cualquier medio visual, Kanikosen confía en su trazo. El dibujo de Gô Fujio es de corte noventero, en contra de las tendencias del medio en su época. Los diseños de personajes son realistas al modo de Naoki Urasawa o Jirô Taniguchi; al fin y al cabo, las hipérboles del manganime en estética y actitud supondrían un choque demasiado grande con la realidad que trata de plasmar el volumen. Esta necesidad lleva a una dosis equilibrada de puntos negativos y positivos. Por una parte, todo adquiere un tono semejante, fotográfico —de hecho, algunas de las imágenes de Kanikosen son fotografías reales—, tan realista que no se presta a exprimir el potencial de un medio constantemente abierto a la experimentación. Por la otra, inviste su historia y personajes de una verosimilitud apabullante en su cercanía a nuestro mundo. Es, a efectos prácticos, un dibujo funcional para su historia, poco destacable más allá de su estética noventera y el trazo firme del dibujante.

El realismo fotográfico de Gô Fujio puede llegar a abatir los sentidos en algunas viñetas de especial detallismo

Hablaba del realismo en el diseño de personajes. La obra de Fujio trata de reflejar su época y, para ello, crea personajes poco variados. Esta cuasi invariabilidad permea no sólo al dibujo; también a su narrativa. Como en la obra original —recordemos: la fidelidad de esta adaptación es prácticamente total—, no hay ningún protagonista absoluto. En su lugar, el cuerpo de trabajadores funciona como una sola célula, un protagonista coral que sirve para denunciar las injusticias del patrón en todos los sectores. Esto deriva en la principal crítica de Kanikosen, novela corta y manga: una simpleza tal que carga su mensaje de un maniqueísmo muy claro. Uno no accede a Kanikosen desde un punto de vista narrativo, en tanto su historia es esquelética, antes un medio para un fin. Es sin duda el propósito de los dos autores: condenar con mano férrea el capitalismo y sus principales representantes en favor de la ideología comunista de Takiji Kobayashi. Mordaz, sí, pero también panfletista al modo del Manifiesto comunista marxista. No es tanto una sesuda exploración de los problemas sistémicos en una sociedad paulatinamente capitalista como una llamada a las armas para unir a los trabajadores contra sus respectivos patrones. En el marco de su época, con los constantes abusos de los capitalistas contra sus obreros, era una postura completamente lógica. Baste ver el trato del Tokko hacia Kobayashi, un encuentro que le costó la vida. Sin embargo, en una sociedad como la nuestra, más deconstruida en cuestiones sociales y políticas, Kanikosen apenas roza la superficie de un conflicto que ha ramificado sus consecuencias en una madeja difícil de deshilvanar. Su mensaje sigue vigente; sus formas, quizás, no.

Asakawa, patrón del Hakuko Maru, es el único capitalista presente de la obra y se reduce a una caricatura de los abusos de poder del sistema

Que los puntos negativos no eclipsen el interés monumental de la obra de Kobayashi y Fujio. Su valor como testamento de la época y lugar en que fueron concebidos ha llevado a Gallo Nero a editar la obra con esmero. Algunos no se sentirán atraídos por el uso de papel reciclado y su precio, pero ambos son hechos derivados de un deseo puramente ecológico; algo difícilmente condenable. Esta nueva edición de Gallo Nero brilla por dos elementos, además de respetar (al fin) la lectura oriental: la traducción y las páginas extra. En el primer caso, es una mejora respectiva respecto a la original quizás no tanto por los traductores de aquella como por la prosa de Kobayashi, poco orgánica y plagada de comparaciones como único recurso lírico para embellecer el texto. En un medio menos dialogado, la historia permite disfrutarse con una correcta traducción de los bocadillos y la eliminación casi total del narrador comparatista, además de la ayuda de Chikara Sato, comprometido difusor de la obra de Kobayashi internacionalmente. En el segundo caso, sin duda la mejor adición a la obra de Fujio, Gallo Nero incluye siete páginas de contexto tanto de la obra como, sobre todo, de Takiji Kobayashi. Es una lectura enriquecedora que está preparada para experimentarse antes de comenzar con el manga en sí. Ofrece un puente ideal entre la lejanía del contexto sociopolítico nipón y nuestra actualidad occidental.

Kanikosen no es una obra que vaya a ganar ningún premio en la actualidad. Está atada a un contexto específico y debe ser leída como tal. Con todo, la energía acusadora de la que hablaba anteriormente es cautivadora. Expresa un sentimiento de denuncia arraigado a todos los trabajadores que, cada vez más, existen dentro de un marco dominado por un capitalismo rampante. Diariamente observamos nuevos casos de abuso de poder, de corrupción y tejemanejes políticos por parte de las grandes esferas. La historia que concibió hace casi un siglo Takiji Kobayashi y que Gô Fujio ha llevado con tan buena mano al medio ilustrado sigue teniendo valor en su núcleo. No dudo que muchos puedan encontrar en esta historia un motivo para luchar por los derechos de los trabajadores y, quién sabe, llevar a un estadio laboral donde el capital no resida en las manos de un 1%, sino en un reparto equitativo entre todos los miembros de cada población.