Alianza Runas reedita Chocky, el último libro publicado por John Wyndham, que recoge y condensa todos los temas de la bibliografía del autor británico: el miedo al cambio, la crítica social, la capacidad para plantearse y preguntarse sobre el futuro. Chocky ofrece, además, una muy original vuelta de tuerca al concepto del doble: es una novela de aprendizaje.

En cuanto supe que se iba a reeditar Chocky (1968; Alianza Runas; 2023), el clásico del escritor inglés John Wyndham (Dorridge, 1903- Petersfield, 1969), sentí cómo me atacaba la nostalgia. Lo hacía no porque hubiese leído el texto -de hecho, nunca lo había hecho hasta ahora-, sino porque había visto la serie que la televisión británica había emitido en la década de 1980, que las televisiones autonómicas habían doblado y emitido también por entonces, y que marcó decisivamente mi infancia y la de mucha chavalería de mi edad. No en vano, aún recuerdo conversaciones sobre esta remota serie que, habiendo pasado una sola vez por nuestra pantalla, todavía éramos capaces de recordar con una mezcla de extraordinaria viveza y pasión.

Lo hacíamos por su estilo visual electrónico y metálico, su tono dramático, su realización estrambótica y su meritoria mestura de “lo extraño” con “lo terrorífico”. La historia se presentaba en un tono muy cercano al recurso creativo del “gemelo malvado” (doppelgänger) pero conseguía separarse de él lo suficiente como para resultarnos una serie original, interesante y magnética. Si aún tenéis oportunidad de verla por ahí, os la recomiendo encarecidamente. La serie se aleja lo suficiente del texto original de la novela –y es fundamental destacarlo- como para poder considerar a ambos productos relacionados, pero también sin duda claramente independientes.

La novela no posee un tono dramático tan evidente como su derivado, sino que apuesta por un más sutil y finamente equilibrado balanceo entre la novela de aprendizaje (bildungsroman), la novela de ideas y los marcos generales de la ciencia-ficción extraterrestre, para tratar un tema universal desde distintos puntos de vista y perspectivas: el miedo a lo nuevo, al cambio, a que algo distinto a lo conocido (sea este “algo” distinto peor o, en este caso, mejor a lo actual) trastoque el status quo lo suficiente como para generar no sólo oposiciones y resistencias sino también desazón, inquietud o ansiedad.

Para ello, la novela introduce un factor nuevo y desconocido en la, hasta entonces, cotidiana y anodina vida de la familia Gore. Mary y David Gore se habían conocido, enamorado y casado en poco tiempo. Hasta entonces, su mayor preocupación había sido la procreación; presionados por la familia materna y, especialmente, por las hermanas de Mary, y ante su incapacidad para tener un hijo, deciden adoptar a Matthew, un chiquillo de padres desconocidos que, llegado desde muy pequeñito al hogar, no había destacado nunca por nada raro, a pesar de la insistencia de sus tías por hacer que se sintiese… diferente.

La infancia de Matthew transcurre por cauces de plena normalidad, sin noticias destacables, incluso a pesar del nacimiento de su hermana “biológica”, Polly. La pequeña crece en compañía de su “amiga invisible” Piff, y monta escenas allá por donde pasa. No será hasta que Polly crezca y Matthew entre en la adolescencia cuando éste empiece a comportarse de manera muy extraña, sin que medien causas desencadenantes aparentes.

Introducción a la serie de seis episodios emitida en 1984. Anteriormente, Chocky se adaptó como serial radiofónico en la BBC. Posteriormente, la serie tuvo dos secuelas, Chocky’s Children (1985) y Chocky’s Challenge (1986), no emitidas en España

Al principio, sus padres piensan que Matthew ha traído un nuevo “amigo invisible” a la familia, pero algo no acaba de encajar del todo. No se trata ya de que Matthew se comporte o actúe de manera distinta, sino que empieza a fijarse en cosas, a plantear preguntas y a discutir realidades desde puntos de vista, cuanto menos, sorprendentes, no sólo por ser impropios de su edad, sino por poner sobre la mesa cuestiones morales, intelectuales y culturales que ni siquiera personas mucho mayores que él se plantean alguna vez en su vida. Algo raro pasa. Y ese raro es Chocky.

La aparición de Chocky planteará varias cuestiones al argumento que servirán de caminos, de sub-tramas, que ayudarán a explicarnos cómo “lo nuevo” irrumpe en nuestra realidad/cotidianidad/normalidad y cómo, tanto individual y colectivamente, como familiar o socialmente, nos enfrentamos a ello.

En este sentido, la crítica a la sociedad moderna resulta evidente ya desde el inicio. Es evidente la ridiculización de la familia tradicional anglosajona de clase media, exageradamente volcada en la reproducción y en la idealización del niño como un tótem de la capacidad social, así como lo que esto significa en términos de desprecio hacia otros factores como, por ejemplo, el talento o la inteligencia. Matthew será analizado desde el inicio, incluso por sus padres, con suspicacia; no será considerado como un chaval talentoso, una excepción entre la multitud, sino como una anomalía, una rara avis enferma y, por tanto, necesitada de análisis, diagnóstico y tratamiento.

El recurso a este mecanismo clínico muestra la desconfianza en la inteligencia y el fracaso social a la hora de gestionar su propio avance hacia el futuro. Porque Matthew/Chocky no hace otra cosa que exponer el presente al escrutinio de su propio sentido, a obligar al presente de esta novela (originalmente publicada como historia breve en 1963 en Amazing Stories, y definitivamente novelada en 1968) a mirarse al espejo y, quizás, llegar a la conclusión de que muchas de las cosas que se hacían (y hacen) están lejos de tener un objetivo racional. Se trata de un punto de vista común en la obra de Wyndham, presente en otros clásicos fundamentales suyos como El día de los Trífidos (1951) o Las crisálidas (1955), pero que alcanza aquí un nuevo grado de excelencia creativa por su forma de hacerlo con sutileza a través de una historia tremendamente original.

Si la rendición a la técnica no sale bien parada en estas páginas, menos aún lo hace el recurso a la psiquiatría (diría que el paradigma freudiano del psicoanálisis) como metodología de tratar con la inteligencia. Por mucho que se hayan acercado a Matthew/Chocky desde sus distintos puntos de vista, ninguno de los distintos profesionales médicos que aparecen aquí sirve para tratar con “lo nuevo” que Chocky representa. Sus enfoques sirven como muestra o representación de cómo haríamos si nos encontrásemos con algo así, pero nunca para mostrarnos un “deber ser” que la novela deja bastante acertadamente a un lado, para mantener en pie la premisa principal: el talento y la inteligencia no son una enfermedad y hacerla pasar “como si lo fuera” es realmente estúpido.

No obstante, a pesar de todos sus muchos méritos, en la novela chirría cierto tufo machista que, si bien encajaba perfectamente en su contexto de origen (1968), en la actualidad resulta sonoramente disonante. El papel de la mujer, representado tanto por Mary Gore como por sus hermanas, incluso en ciertos momentos por Polly, se corresponde con alguno de los clichés que el tiempo se ha encargado de derribar y que adopta aquí el papel de la duda, la suspicacia, la sospecha y el miedo. Un punto de vista que se contrapone, clara e intensamente, con la templanza y cierto objetivismo que intenta imprimir el narrador en primera persona, David Gore, a través del que, a veces, tampoco puede evitar deslizarse la voz autoral.

A pesar de esta falla, Chocky destaca por ser no sólo la última novela en vida publicada por Wyndham -moriría al año siguiente-, sino también una de las literariamente más maduras y completas de todo su emblemático catálogo. En ella, Wyndham volcaría las mejores esencias de sus dos obras más destacadas, en una crítica amplia y bien fundamentada a la humanidad que resuena aún con notable fuerzas en nuestros días, más de medio siglo después de aparecer publicada en su primera versión.

Y es que los clásicos nunca dejan de estar de actualidad.