En nuestra segunda entrada sobre las alegorías mágicas exploramos cómo la magia se ha convertido, en el siglo XXI, en un vehículo para la visibilización de trastornos mentales, estados físicos reducidos, neurodivergencias o bullying. Analizamos cómo se han reflejado estas situaciones en dos obras muy dispares: la saga El Archivo de las tormentas, de Brandon Sanderson, y el manga El pecado original de Takopi, de Taizan 5.

Hablábamos la semana pasada de la magia como alegoría de nuestro mundo. Joe Abercrombie y Hiromu Arakawa, autores de la trilogía La Primera Ley y el manga Fullmetal Alchemist, respectivamente, encabezaron la representación de los ejemplos positivos sobre este uso alegórico concentrando la materia en el ciclo de la violencia. Concluimos con una hipótesis que justificaba la adaptación del género maravilloso a los nuevos tiempos, en que el escapismo abría camino hacia una visión crítica de nuestra propia sociedad a través de mundos secundarios. Esta observación planteaba una visión centrada en el ser humano como conjunto y no como individuo. Por ello, esta segunda entrada sirve de profundización en el otro lado del espectro, tanto dentro de la dualidad positiva-negativa de los ejemplos sobre alegorías mágicas como referida al foco puesto en el individuo.

Es bien sabido que el siglo XXI ha arrojado y sigue arrojando luz sobre algunos de los males endémicos de la sociedad: la desigualdad social, la brecha salarial, el racismo, la xenofobia… Ante un mundo líquido, cambiante e hiperactivo, el individuo comienza a sentirse diminuto e incapaz de alcanzar todos los objetivos impuestos por una sociedad inestable. La ansiedad y la depresión son una conclusión natural de estas presiones constantes, algo que ha cristalizado en narrativas donde la visibilización de trastornos mentales es más común que nunca. Todavía quedan lejos los días en que estas representaciones sean la norma y no la excepción, afirmación extensible a todo lo no normativo.

El género maravilloso ha incurrido de manera paulatina en historias sobre trastornos mentales, neurodivergencias y estados físicos reducidos; al fin y al cabo, los mundos fantásticos pueden convertirse en un espacio seguro para la juventud lectora. Sin embargo, mientras que una narrativa asentada en la realidad tiene un referente directo en nuestra sociedad, un mundo secundario tan sólo puede acudir a las alegorías cuando la magia desempeña un rol esencial en su construcción. El ciclo de la violencia es adaptable al género maravilloso, como hemos podido observar, gracias a su atemporalidad, mas la salud mental en la ficción es un tema no sólo reciente, sino también atado a su época. El objetivo de esta entrada no es asumir que no existen ejemplos positivos al respecto en el género maravilloso, sino tan sólo poner de manifiesto los peligros de las alegorías mágicas en conceptos de referentes tan asentados en la realidad. Esperamos que el texto pueda servir de puente para reponerse de los traspiés y construir nuevas narrativas donde la salud mental reciba un correcto tratamiento en el género maravilloso.

 El Archivo de las Tormentas, de Brandon Sanderson: Magia como complemento alegórico de la salud mental

A estas alturas de siglo, el nombre de Brandon Sanderson se encuentra ya en boca de todos los aficionados a la lectura de género maravilloso. De demografía New Age, la profusa bibliografía de Sanderson ha cautivado a universitarios leídos y neófitos a la fantasía por igual. Desde sus inicios con Elantris (Ediciones B, 2006, 2016; originalmente publicada en 2005), el autor estadounidense ha tratado de visibilizar las neurodivergencias y los trastornos mentales en sus obras, siempre con el objetivo de ofrecer herramientas para lidiar con éstas y apoyo emocional para aceptarlas como parte inherente al individuo. Su obra magna, El Archivo de las Tormentas (2010-2020 [hasta ahora], publicadas en castellano por Nova) supone un paso adelante en la profundización de estos neurotipos; donde Elantris o la Era 2 de Mistborn (Nacidos de la bruma, saga literaria publicada originalmente entre 2006 y 2022; en castellano la editó Nova) apenas incluían en segundo plano a personajes del espectro autista y El héroe de las eras (2008, tercer libro de la saga antes mencionada) bordeaba el tratamiento de la depresión, el Archivo hace de sus tres protagonistas recipientes de distintos trastornos mentales.

En su bondad heredada de los valores más positivos del mormonismo, Sanderson es un autor humilde y consciente de sus propios fallos, capaz de aprender de los comentarios de su comunidad y tratando siempre de representar identidades no normativas de la mejor manera posible. Es común encontrar en su proceso de escritura entrevistas previas a miembros de estas comunidades para comprender sus dificultades en una sociedad poco tolerante con lo no normativo, algo que se traduce en los propios libros con varias reflexiones derivadas de las palabras de los entrevistados. Cabe la posibilidad de que, en las múltiples novelas que restan del Archivo, el tratamiento de las alegorías mágicas en relación con la salud mental reciba una mejora sustancial; este comentario, por tanto, tan sólo se aplica a las tres primeras novelas, con especial hincapié en la tercera, Juramentada (2017).

La trinidad protagonista representa varios tipos de trastornos mentales: el soldado Kaladin tiene tendencias depresivas desde la infancia, el caso de la joven Shallan se inspira en un trastorno de la identidad disociativo y el general Dalinar es un exalcohólico traumatizado. Se ha criticado al Archivo por esencializar a estos personajes en tanto que sus neurotipos los representan. Ése es un debate para otro momento; el tema que aquí nos ocupa es la manera en que la magia choca frontalmente con el propósito de la obra al introducir elementos irreales sin referentes claros en nuestro mundo.

El primer caso, Kaladin, apenas tiene relación con la magia en su evolución de personaje. Sus episodios —si no estadios— depresivos no parecen originarse en ningún evento mágico y su historia de altibajos emocionales se relaciona únicamente con el crudo entorno bélico. La existencia del hada Syl como puntal emocional es, de hecho, una alegoría mágica competente en tanto que desempeña las funciones de una amiga sobre la que apoyarse. Con todo, este ser mágico no resulta tan distinto en actitud de los humanos que pueblan el mundo de Roshar. Sucede lo mismo con Tien, el hermano más cercano de Kaladin antes de una muerte injusta en primera línea de guerra. Durante los flashbacks del protagonista, el lector observa que Tien es la única persona de su alrededor capaz de iluminar sus momentos de bajeza emocional. En Juramentada y, posteriormente, en palabras del propio autor, se confirma que Tien posee el germen de las habilidades de los Tejedores de Luz, una orden de humanos con poderes mágicos (Investidura) capaz de, entre otras habilidades, mejorar estados emocionales. Al existir un componente mágico en la interacción, las funciones de Tien como rayo de esperanza de Kaladin no son del todo transponibles a nuestro mundo, pero su personalidad puede atribuirse a un tipo de persona que sí existe: optimistas capaces de ver y potenciar mediante la palabra las cualidades positivas de otras personas.

Es en Shallan donde se concentran los principales problemas alegóricos. En Juramentada, mediante una Investidura capaz de crear ilusiones y transformar su cuerpo, Shallan construye distintas personalidades que le permiten lidiar con cada situación de la mejor manera posible. En el proceso, comienza a perder progresivamente el concepto esencial de sí misma hasta ser incapaz de reconocer a Shallan en sus otras dos personalidades, Velo y Radiante[1]. La obra aborda la disociación como mecanismo de defensa de un trauma a través de elementos mágicos sin correlato en nuestro mundo. No es una representación exacta del trastorno de identidad disociativo precisamente por lo irreal de sus formas, creando al final una situación en que las tres personalidades toman forma física y hablan entre ellas para, finalmente, comenzar a reintegrarse en Shallan. La intención es positiva: mostrar que todas las personalidades son una parte capital de sí misma. Sin embargo, la magia no permite crear una alegoría del trastorno específico y termina abarcando, más bien, el concepto general de “aceptarse a una misma”.

Shallan se trata del personaje más divisivo dentro de las alegorías mágicas en el mundo de Roshar (ilustración interior, obra de Michael Whelan, de la guarda de Palabras radiantes)

Paradójicamente, el hecho más cercano al trastorno, la identidad disociativa de Shallan, es el concepto mejor tratado de los dos que conforman el problema de alegorías mágicas del personaje. Y es que el segundo es la participación de Hoid en su historia: en el punto emocional más bajo de Shallan, un semidiós camuflado de ser humano actúa, a efectos prácticos, de terapeuta para el personaje. Su relación no termina de adquirir la cualidad de “amistad” por la brevedad de sus interacciones, pero sobre todo porque Hoid es un ser superior capaz de emplear múltiples poderes mágicos; este hecho recibe un significado problemático cuando, en varias de las conversaciones que mantiene con Shallan, apacigua las emociones negativas de la afectada con magia. Si bien el paralelismo con nuestro mundo podría ser un fármaco calmante, Hoid emplea la magia sin el consentimiento ni conocimiento de Shallan. Tanto si Hoid representa un amigo como si se trata del terapeuta personal de Shallan, el mensaje se resiente en la alegoría al tratarse de un semidiós que manipula emociones. Cabe destacar que la historia que cuenta a Shallan para mostrarle su valía como ser humano a través de ilusiones lumínicas es una alegoría transponible a nuestro mundo, pues la magia sirve de refuerzo y no de base para el tratamiento.

Finalmente, en Dalinar se concentran las alegorías problemáticas referidas a la aceptación del trauma. Juramentada centra los capítulos de trasfondo alrededor del general a lo largo de casi treinta años de historia y, si bien gran parte de ella no se relaciona con la magia, el concepto que detona el clímax y origen del trauma es de referente mágico. Dalinar, como general de guerra, siente en ocasiones una pulsión interna que lo compele a asesinar: la llamada “Emoción”. En obras como Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin o la mentada La Primera Ley de Joe Abercrombie, esta pulsión es real, una sed de sangre que busca saciarse con el asesinato durante la guerra; en el Archivo, por otra parte, la Emoción es provocada en realidad por un fragmento del dios Odium, la representación del odio de los seres pensantes. Dalinar no siente la pulsión de nuestro mundo, sino la influencia de un dios neutral que activa la sed de sangre en el ser humano en función de su lejanía o cercanía del usuario.

La Emoción provoca que Dalinar mande incendiar una ciudad, Rathalas, hasta sus cimientos, y con ello acabe inadvertidamente con la vida de su esposa Evi. Este evento lo hunde en una espiral de autoodio y alcoholismo en la que, además, escucha auténticos gritos de dolor en su mente por influencia mágica. La Emoción y la existencia de voces reales hacen de la alegoría mágica sobre el trauma un ejercicio a medias, ya que puede argüirse que ni la quema de Rathalas ni gran parte de los asesinatos en el campo de combate son provocadas por un Dalinar absorbido por su propia rabia, sino por una influencia mágica no transponible a nuestro mundo. Tampoco termina de resultar una alegoría adecuada que, en la aceptación del trauma al final de Juramentada, Dalinar sea capaz de escuchar la voz de su esposa Evi perdonando sus actos. Todavía es ambiguo si se trata de una visión creada por su mente o de la voz real de Evi desde el más allá. En este último caso, sería una constatación del perdón recibido que no puede darse en nuestro mundo.

Los errores pasados de Dalinar no son enteramente atribuibles a su propia rabia; la personificación mágica de la Emoción provoca inestabilidad en el tratamiento temático (Ilustración de Randy Vargas)

No sólo en estos tres personajes ha tratado Sanderson la salud mental y las identidades no normativas a lo largo del Archivo. Existen otros ejemplos de alegorías negativas menores, pero igualmente válidas en esta entrada. La mercante Rysn es una persona con movilidad reducida que ha perdido recientemente las funciones en ambas piernas y, en la novela corta Esquirla del Amanecer (2020; Nova, 2021), recibe una silla de ruedas que le permite realizar maniobras elaboradas en el aire, algo que en nuestro mundo todavía no sucede y, por tanto, no guarda un referente realista para las personas que tienen este tipo de movilidad reducida en nuestro mundo. El príncipe Renarin es una persona con autismo que tiene episodios de epilepsia, pero estos desaparecen al adquirir poderes de Investidura, eliminando una característica a través de procesos no replicables en nuestro mundo. Tan sólo el asesino Szeth parece un ejemplo verdaderamente positivo de alegoría mágica; si bien no se explicita en ningún momento, cabe la posibilidad de que su desequilibrio espiritual se trate de un símbolo de la forma en que arrastra su arrepentimiento por los asesinatos cometidos.

La mayoría de los problemas de las alegorías mágicas en el Archivo se originan en un concepto que permea a todo el Cosmere, el universo principal de Sanderson: los protagonistas poseen magia, Investidura, porque están rotos por dentro, dando la imagen de que, con dar el primer paso a la aceptación personal, los conflictos sociopolíticos e individuales pueden solucionarse a base de aumentos de poder, una perspectiva que convierte el optimismo en un idealismo. Al hacer de sus obras un espacio seguro y, al mismo tiempo, implementar la magia con un rol activo en la vida de sus personajes, Sanderson ha creado un mundo donde se entremezclan realidad y fantasía sin terminar de encajar en ninguna de las dos categorías.

 El pecado original de Takopi, de Taizan 5: magia como herramienta alegórica para lidiar con la salud mental

Hemos podido observar que, en el caso de Sanderson, las alegorías mágicas resultan problemáticas y, en ocasiones, verdaderamente negativas, pero estos ejemplos conviven con algunos relativamente positivos. No es el caso con la segunda obra que trataremos: El pecado original de Takopi (Distrito Manga, 2022), un manga de Taizan 5 que consta de, únicamente, dos volúmenes. Esta obra se presenta, en su primer capítulo, como una agradable secuela espiritual de Doraemon. Replica su escenografía, con los tres tubos en un pequeño parque. Replica su protagonista, a la que todo le va mal en la vida. Y replica también al propio Doraemon, mutado en un pulpo alienígena (Takopi) que posee objetos mágicos para prácticamente cualquier situación. Sólo hay una diferencia: la situación de Shizuka (otra referencia más, si bien no va más allá de la mención) no es resoluble mediante un invento mágico. La tecnología puede ayudar con lo físico, pero difícilmente con la complejidad emocional de un caso de abuso doméstico y escolar. Esta, y sólo esta, es la baza que esgrime El pecado original de Takopi para diferenciarse de sus coetáneos. Se trata de una profundización en el icono infantil más conocido de Japón que inyecta una dosis de realidad en los problemas nimios de Nobita.

El pecado original de Takopi no es fantasía de mundos secundarios, como sí lo son los ejemplos anteriormente planteados en estas dos entradas, pero su premisa parece aproximarse a una declaración de intenciones relacionada con el tema que abordamos: que la magia podría ser un recurso vacuo en el tratamiento de la salud mental. El final del primer capítulo muestra cómo la niña protagonista emplea uno de los inventos de Takopi, una supuesta cinta para reconciliarse con la compañera de clase que la acosa (Marina), para quitarse la vida. Hasta ese punto, más que una alegoría, la serie hace de la magia el núcleo de su crítica. Los problemas alegóricos surgen cuando Takopi, con tal de recuperar a Shizuka, usa uno de sus inventos mágicos para retroceder en el tiempo al día en que ambos se conocieron. La trama, por tanto, ya no gira alrededor de las consecuencias del uso indebido de la magia en asuntos de salud mental; se transforma poco a poco en una historia donde la magia es el medio para ayudar a Shizuka con su situación y trastornos. Takopi repite el viaje en numerosas ocasiones, fallando cada vez y buscando la ruta correcta para salvar a Shizuka en la próxima. La magia gamifica una situación de acoso escolar a través de pulsaciones de un botón de reseteo, un elemento no sólo imposible de transponer a nuestro mundo, sino también de implicaciones ofensivas para con la complejidad del caso.

Taizan 5, como puede asumirse sólo con el primer capítulo de su obra, recurre al impacto efectista antes que a una exploración profunda de los trastornos mentales derivados del acoso. Para muestra, el final del primer volumen: Takopi, para salvar a Shizuka en una situación crítica, termina acabando con la vida de Marina mediante el dispositivo de viaje temporal. Shizuka agradece a Takopi el acto y ambos huyen del lugar, no sin antes emplear un nuevo invento mágico con tal de conservar fresco el cadáver de Marina y otro más para suplantar su identidad. La magia parece servir de refuerzo para la naturaleza del mal de los personajes, herramientas en manos incorrectas. En un principio, sigue la declaración de intenciones inicial: la magia no soluciona el acoso ni los trastornos mentales de ambas niñas. Su función es, más bien, un aliciente a los problemas. De hecho, al final de la historia y tras haber desarrollado una empatía hacia las complicada situación familiar e interpersonal de las dos niñas, Takopi se sacrifica para resetear por última vez la línea temporal y hacer que todos olviden su existencia; se da a entender que la solución correcta es evitar la mediación mágica precisamente por su falta de referentes alegóricos en el mundo real. No obstante, la historia se decanta por un optimismo que tumba la alegoría: en medio de una pelea, Shizuka y Marina rememoran subconscientemente a Takopi e inician una relación de amistad al son de “hablar nos hace felices”.

La reconciliación de Shizuka y Marina trivializa un caso de acoso escolar al introducir el elemento mágico que es Takopi y sus dispositivos de viaje temporal (extracto del capítulo 16, «Para vuestros yos», de 2016)

El pecado original de Takopi es el producto de emplear los trastornos mentales como un recurso efectista en lugar del foco de la historia. La magia es un sazonador de la experiencia al modo de las obras escapistas, pero su fondo temático es de una complejidad inabarcable para el uso dado a sus alegorías.

El poder y los peligros de la fantasía

En la primera entrada concluimos con el poder del género maravilloso como trasposición de nuestro mundo. La magia es una herramienta poderosa que, en la actualidad, se está transformando en un refuerzo para los temas de las obras del género. Traspiés como los de Sanderson, en menor medida, o Taizan 5 son valiosas lecciones de las que aprender. Como hemos visto en este viaje de dos entradas por los distintos mundos secundarios, la magia jamás debe ser la base sobre la que cimentar un tema; sus referentes con nuestro propio mundo son reales en tanto sus elementos mágicos complementan un concepto principal. El ciclo de la guerra o la salud mental son temas de profundas abstracciones y, por tanto, se prestan a alegorías en su amplitud. Así lo demuestran Abercrombie o Arakawa (en la entrada anterior) exprimiendo el potencial alegórico de la magia, pero también Sanderson y Taizan 5.

La fantasía es antes un formato que un género porque en ella pueden convivir el resto de géneros literarios. Su potencial absoluto todavía se encuentra inexplorado y este siglo XXI está demostrando, a través de multiplicidad de autores y una oferta cada vez más amplia, que los pasos se están dando en la dirección correcta. Tan sólo resta pavimentar el erial para convertirlo en un sendero.

NOTAS:

[1] Velo es su personalidad más libre sexual e ideológicamente. Representa el deseo de alejarse de las leyes impuestas por una sociedad eminentemente patriarcal, tradicionalista y represiva. Siente atracción por Kaladin. Radiante, en cambio, es una personalidad creada para el entrenamiento en el arte de la espada, más segura de sí misma y de cuerpo semejante al de la mentora de Shallan, Jasnah, por quien siente verdadera devoción. Existe en Radiante una marcada atracción por Adolin, el prometido de Shallan y aquel que le enseña a dominar el arma.