Tiempos de arroz y sal es una ucronía publicada en 2002, en un mundo marcado por los atentados terroristas en Estados Unidos. Kim Stanley Robison, autor de una ciencia-ficción de enfoque social, que privilegia lo humano sobre lo tecnológico, reescribe la historia a partir de una epidemia que ha exterminado Occidente. Las potencias dominantes, en lo político y cultural, son China y una sucesión de estados islámicos, con una India como potencia emergente. Los numerosos personajes que pueblan la trama se reencarnan tanto en protagonistas como en meros testigos de los acontecimientos relatados durante siglos.
Todos hemos dado con la frase, casi siempre con un acento cínico, de que la historia la escriben los ganadores. Aunque parezca una obviedad, en realidad no es así, porque todos los seres humanos somos una letra en la gran narración histórica del mundo. Las grandes guerras, las pandemias, los cataclismos son sólo manchones que afean el texto de la historia, sin alterar su significado. Para muchos de nosotros la pandemia de COVID-19 marca un antes y después de la vida moderna, un punto de inflexión que cambió mucho para continuar como siempre, -aunque haya sido un pasaje que quisiéramos borrar u olvidar- si bien siempre estuvo lejos de las grandes pandemias que asolaron a lo largo de la historia a la humanidad. Pero, ¿qué hubiese pasado si de verdad una pandemia hubiera alterado el curso de la historia? ¿Y si la historia no se hubiera escrito de izquierda a derecha, sino al revés o de arriba a abajo?
Kim Stanley Robinson (Waukegan, Illinois, 1952), nacido en la misma ciudad que Ray Bradbury (2022-2012), y autor como él de una ciencia-ficción de lenguaje casi poético, aunque con un enfoque social que pretende, por tanto, colocar de manera privilegiada lo humano sobre lo tecnológico, se plantea en su novela Tiempos de arroz y sal (edición original de 2002; Minotauro, 2005) un mundo alternativo, una ucronía, cuyo punto de bifurcación es la peste negra del siglo XIV. Tiempos de Arroz y Sal describe un mundo donde el cristianismo, y por tanto Occidente, se ve arrasado por una plaga, al punto que toda Europa termina inhabitada, dejando espacio para que dos culturas vecinas se conviertan en el motor del progreso de la humanidad.
A lo largo de la novela, China como cultura milenaria y Dar-el-Islam (al inicio, es todo el mundo islámico anterior a la Reconquista de España y toda Europa) como fenómeno en ascenso, son las dos civilizaciones que definen el mundo, imprimiendo su escala de valores, su cultura, sus tradiciones, su ciencia, y sobre todo su espíritu al largo avance de la sociedad entre el siglo XIV y el siglo XXI, que es el marco temporal en el cual, de una manera u otra, el mundo alcanza su destino en términos similares a los de nuestra línea temporal, pero al mismo tiempo distinta. La trama utiliza como hilo de cohesión un jati[1], un grupo de “almas” estrechamente relacionados, que constantemente reencarnan como bloque y se encuentran una y otra vez, cada uno con un rol específico, de rebeldía, cuidado, inteligencia y maldad. Nacen, existen, mueren, se encuentran en el otro mundo, en el Bardo, conversan como amigos y luego vuelven a ser paridos en un mundo en constante cambio, que parece ser reconocible para el lector, pero al mismo tiempo parece extraño y ajeno. Esas reencarnaciones son algunas veces protagonistas y otras meros testigos de los grandes avances civilizatorios que van dando forma al mundo, desde la conquista de Firanja (lo que sería además de Francia gran parte de Europa occidental), pasando por el descubrimiento de Yingzhou e Inka[2] (Norte y Sur América respectivamente), la gran isla más allá de los mares, y que, sin la existencia de los italianos y los españoles, jamás fue bautizada como América.
Soldados, desertores, estafadores, mujeres de a pie, sultanes, mercaderes, eruditos, científicos, esclavos, todos se van sucediendo en repetidas ocasiones, reencontrándose, apenas intuyendo que se conocían de alguna otra parte, otro lugar, otro tiempo o vida. El mundo toma forma capítulo tras capítulo, a pesar de las grandes diferencias entre la lógica de las civilizaciones dominantes. De la pugna de las dos superpotencias, China y Dar-el-Islam, surge la India como una tercera nación, ni totalmente asiática ni totalmente islámica, que sirve de espacio de conciliación entre dos culturas que no se entienden, que se toleran y se temen, y que compiten constantemente por controlar el mundo.
Si bien, en líneas generales, se percibe cómo el cristianismo –que existe, pero casi como una secta remanente, no diferente a los pueblos originarios de América hoy en día o de los nestorianos durante la Edad Media-, no pudo sobrevivir como noción cultural e histórica, limitándose a ser una curiosidad para los musulmanes que van repoblando lugares como Firanja (prácticamente toda Europa occidental, incluyendo Reino Unido), Escandistán (Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia) o Al-Alemand (Alemania y otros estados de Europa central) donde en las ruinas de lo que fue la truncada civilización occidental se preguntan qué tipo de gente fue esa, sus costumbres, sus rasgos de temperamento, su incapacidad para sobrevivir a la peste.
El dominio no sólo es económico o militar, sino que también es intelectual y cultural, ya que ante el vacío de los pensadores occidentales, herederos de los griegos y los copistas árabes de la baja Edad Media, la filosofía china, india y el pensamiento musulmán toman mayor fuerza y ocupan un rol dominante en el pensamiento que da forma a la realidad; por ejemplo, Ibn Jaldún (1332-1406), un erudito árabe andalusí, considerado un precursor de la sociología por importantes universidades occidentales, es citado continuamente en la novela, con la misma admiración y certeza con que en la vida real citamos a Weber, a Marx, a Da Vinci y a otros grandes pensadores.
Esa combinación de elementos contribuye a que uno pueda imaginar un mundo diferente, pero reconocible, después de la Gran Guerra que abarcó cinco generaciones, los iroqueses (haudenosaunees en el libro) conforman un Estado que llega a tener embajadas en Firanja, y donde en la moderna ciudad de Nsara (Saint Nazaire, Francia) llegan a tener estudiantes de manera similar a los programas de intercambio estudiantiles actuales; allí, las mujeres van ganando mayores libertades, van revolucionando el mundo, modernizando la sharia, transformando la sumisión de la mujer en un anacronismo sólo existente en los estados islámicos más conservadores.
La novela está escrita de una manera que se desee buscar repetidamente los paralelismos en sucesos y personajes históricos de nuestra línea temporal y la descrita en el libro. Tiempos de arroz y sal es bastante optimista a pesar de que los mismos males de la humanidad, u otros peores, se repiten en la ucronía, pero de alguna forma, al ser afrontados desde un coctel de filosofías no occidentales, como el sufismo, budismo, hinduismo, taoísmo y confucionismo, se asumen con una mayor naturalidad. Como autor, Kim Stanley Robinson mostró gran audacia al publicar un libro así, sólo un año después de los ataques terroristas del 9 de septiembre de 2001 que generó una respuesta militar occidental en Afganistán e Irak y que alimentó la pugna entre el islam y occidente. Tal vez por eso hoy mantiene su vigencia en un mundo polarizado, de sospecha mutua entre naciones.
Tiempos de arroz y sal es un poderoso ejercicio de imaginación que, desde la ciencia-ficción, nos hace cuestionar mucho de lo que damos por sentado en nuestro mundo actual, bajo la amenaza constante de una pandemia, con el ascenso –demográfico- del Islam en territorios occidentales y con China comerciando en todos los mares y continentes, India emergiendo como potencia, y donde el planeta entero es un crisol de culturas, reunidas en la aldea global, que bien podría ser un jati donde todos nosotros una y otra vez nos hemos venido reencontrando a lo largo de la historia y donde nuestro presente es fruto de las interacciones sociales, culturales, civilizatorias, que se repiten una y otra vez sin descanso.
NOTAS:
[1] Un grupo de clanes, tribus, comunidades y subcomunidades, y religiones en la India.
[2] Norte y Sudamérica, respectivamente.