Fuego y Sangre, el libro de George R. R. Martin sobre el origen de los Targaryen en Poniente, encaja entre los libros complementarios a la saga Canción de hielo y fuego. No es una novela ni lo intenta sino un híbrido entre ensayo y fantasía medieval que ahonda en las obsesiones de su autor por la historia, el poder, y la naturaleza humana. Parece escrito con las notas y los cuadernos que Martin usara para tejer sus novelas. Es una obra innecesaria, que quizás guste a incondicionales, y que ya se considera el Silmarillion de Martin.
“El Aegon que pasó a la historia como Aegon el Conquistador y Aegon el Dragón nació en Rocadragón en el 27 a. C. Era el único varón y segundo vástago de Aerion, señor de Rocadragón, y de lady Valaena de la casa Velaryon, esta última Targaryen por parte de madre. Aegon tenía dos hermanas de linaje auténtico: Visenya, mayor que él, y Rhaenys, de menor edad. Desde hacía mucho era costumbre entre los señores dragón de Valyria que se casaran un hermano y una hermana, con el fin de conservar la pureza de sangre, pero Aegon se casó con sus dos hermanas. Por tradición debería haberse casado tan solo con Visenya, la mayor; aunque inusitada, la inclusión de Rhaenys como segunda esposa tenía precedentes. Se dice que Aegon se casó con Visenya por obligación y con Rhaenys por devoción.” (George R. R. Martin, Fuego y Sangre)
Cuatro siglos antes de que Daenerys, Arya, Jon, y Cersei pusieran patas arriba los Siete Reinos de Poniente, las Ciudades Libres de Essos, y la Bahía de los Esclavos, la Casa Targaryen escapó de Valyria y se asentó en Rocadragón. Los Targaryen llegaron a Rocadragón con su riqueza, sus esclavos, y sus dragones, y allí permanecieron cien años hasta que un joven de ojos púrpura, y cabellos de oro con reflejos plateados decidiera mirar al Oeste. Este joven era Aegon, el Conquistador, el Dragón, quien se convertiría en señor de los Siete Reinos y primer rey de todo Poniente. Y con él comienza la historia de Fuego y Sangre (Plaza & Janés, 2018), el falso ensayo histórico en el que se basa La Casa del Dragón, la nueva serie de HBO ambientada en los mundos de Juego de Tronos que llegará a nuestras pantallas a lomos de un perezoso dragón llamado Nostalgia.
George R. R. Martin (Nueva Jersey, 1948) dejó en el dique seco su Canción de Hielo y Fuego hace más de una década. Danza de Dragones, el último volumen que vio la luz, se publicó en 2011. Desde entonces, Martin ha lanzado compilaciones (El caballero de los Siete Reinos), libros complementarios (El mundo de hielo y fuego), ha participado en videojuegos (Elden Ring), e incluso ha hecho cameos en series (Z Nation) y películas (Sharknado 3: Oh Hell No!). Cualquier artefacto que le sirva para esquivar la pregunta con la que una y otra vez le asaetean sus fans: ¿cuándo publica Vientos de Invierno?
Posponer la sexta entrega de Canción de Hielo y Fuego no hace menos evidente que, pase lo que pase, su novela más esperada sería hoy menos interesante de lo que hubiera sido en 2012. Para empezar, porque David Benioff y D. B. Weiss, creadores de la versión audiovisual, ya resolvieron en la pantalla lo que Martin planteaba en el texto. La solución puede ser más o menos satisfactoria, pero llegó primero, así que el autor ha perdido mucha capacidad para moverse en la originalidad. Cualquier camino que marque a sus personajes va a ser inevitablemente comparado con el que siguieron en la serie. Además, el lector que hubiera crecido con Canción de Hielo y Fuego tiene hoy veinticinco años más que el día que se inauguró la saga, en 1996. El primer Targaryen que apareció en una hoja de papel casi pudo oír los ecos de la caída de la Unión Soviética. Y alguien que descubriera el amor con los cachorros de lobo huargo de los Stark puede estar hoy jugando con sus nietos.
La obra que nos ocupa, Fuego y Sangre, se publicó en 2018 y encaja entre los libros complementarios a la gran saga de Martin. Escrito en forma de crónica histórica, el texto detalla el reinado de los Targaryen desde la conquista de Poniente y la forja del Trono de Hierro. Por Fuego y Sangre pasan siete reyes y una reina, una docena de dragones, cientos de caballeros, maestres, septones, bufones y buscavidas de todos los pelajes. En sus páginas hay amor y muerte, sacrificios y traiciones, intrigas palaciegas, grandes obras de ingeniería, batallas campales, asedios, luchas de dragones, justas, plagas, y aventuras de exploración y conquista. Tan profundo es el detalle, tan granulados los árboles dinásticos, tan ambicioso el enfoque al retratar las casas nobles de Poniente, que Fuego y Sangre recuerda forzosamente a la obra más extenuante de Tolkien, El Silmarillion (1977). De hecho, entre los tronistas más abnegados, el libro ya se conoce, no sin cierta sorna, como “el GRRMarillion.”
A pesar de que los paisajes sean los mismos, de lo que no hay ni rastro en Fuego y Sangre es de los recursos narrativos con los que Martin encandiló a sus lectores en Canción de Hielo y Fuego: ni esos cambios de narradores y de perspectiva, ni los diálogos tan absorbentes e incisivos, ni siquiera las ventanas a las mentes de sus personajes aparecen en este libro. Fuego y Sangre no es una novela ni lo intenta. Es un híbrido entre ensayo y fantasía medieval que ahonda en las obsesiones de su autor por la historia, el poder, y la naturaleza humana.
En esta ocasión, Martin se escuda en actuar como un mero escribano que transcribe, para nosotros, las crónicas de Gyldayn, maestre de la Ciudadela y estudioso de los Targaryen. A través de Gyldayn, el autor interrumpe continuamente la narración para contrastar los relatos de tres fuentes, dos maestres y un bufón que vivieron de primera mano las primeras décadas de los Targaryen en el Trono de Hierro. Si hacemos un pequeño esfuerzo, podemos imaginar que estamos ante el libro de texto que estudiarían los jóvenes nobles de Poniente durante el reinado de Robert Baratheon. Sin duda, esta es la técnica más interesante en la que se apoya el escritor para jugar con los vaivenes la historia y conectar con su saga original, pero no es suficiente para elevar la obra a la excelencia.
El libro parece escrito con las notas y los cuadernos que el autor usó para tejer sus novelas. Es entretenido porque Martin no consigue ser aburrido ni cuando lo intenta, y está bien escrito porque el estadounidense es un maestro mezclando palabras, pero no se acerca a la genialidad de Canción de Hielo y Fuego y no resultará fascinante más que para unos pocos incondicionales. Para el aficionado que llegara a Martin a través de la adaptación audiovisual de Juego de Tronos, esta obra resultará decepcionante. Seguramente, La Casa del Dragón conseguirá avivar los carbones de la nostalgia, pero la madera de la que parte no tiene el lustre de su predecesora. Tendrá dragones, y serán más brillantes; tendrá espadas, lanzas, y estandartes; habrá lores y damas y castillos y templos, pero lo no que tendrá será la capacidad de sorprendernos.
George R. R. Martin cambió para siempre la fantasía heroica, las novelas de espada y brujería, y quizá cualquier saga de ficción que encuentre su adaptación en una pantalla. Este libro va a remolque, nunca hubiera funcionado sin Canción de Hielo y Fuego, mientras que las novelas anteriores no necesitan este añadido. Fuego y Sangre es una obra innecesaria, incapaz de responder por sí misma algo que cualquier relato debe plantear: ¿qué está en juego? ¿Qué importancia tiene lo que leemos? ¿Por qué hacerlo? Son preguntas que un ensayo histórico tiene muy fácil responder, que una novela original se esfuerza por explorar, y que aquí se quedan en el limbo.
Como no podría ser de otra manera, después de casi 900 páginas de Fuego y Sangre, Martin deja la crónica a medias. Este libro no es más que el primer tomo del reinado de los Targaryen. El segundo (y quizá el tercero, quién sabe) todavía no está en la imprenta. Los que busquen más pistas para entender Juego de Tronos, piezas de puzle con las que ampliar sus historias, y grandes enigmas que resolver desde el sofá, se tendrán que contentar con perseguir el misterio de cuándo se publica Vientos de Invierno. Si es que todavía les interesa. Hasta entonces, pueden pensar en ello mientras sobrevuelan el Poniente de HBO a lomos de un perezoso dragón llamado Nostalgia.