Lem. Una vida que no es de este mundo, del periodista y lemólogo Wojciech Orliński, es una biografía técnica, exigente, muy planificada, detallada hasta la obsesión y, desgraciadamente, poco placentera, que sufre la paradoja de la abundancia: depende tanto de su riqueza en fuentes y datos que lastra el desarrollo de la narrativa hasta llevarla al marasmo. Ha sido publicada por Impedimenta para rubricar los festejos por el centenario del autor de Solaris.

Las imágenes que acompañan este artículo fueron publicadas en la edición de Impedimenta, y las reproducimos con permiso de la editorial

 

“No obstante, si nos fijamos con atención, podremos comprobar que, en esos textos, es más lo que el escritor oculta que aquello que revela. Lo que no está en esas memorias es más importante que lo que sí está. Igual que los átomos, los recuerdos de Lem se componen principalmente de vacío; pero intentaré hacer con él lo mismo que los físicos cuánticos hicieron con el átomo.” (Wojciech Orliński, Lem. Una vida que no es de este mundo.)

Lem en su estudio, en una foto de sus últimos años

El día que Impedimenta, la editorial española que demuestra devoción por la obra de Stanisław Lem, decidió acercarse a Wojciech Orliński, el periodista polaco más versado en la figura del escritor, los amantes de la literatura fantástica dieron (dimos) un salto de alegría. Orliński (Varsovia, 1969) no es un experto más en Lem, es el decano de los lemólogos. Columnista en la Gazeta Wyborcza, autor de libros y relatos de ciencia-ficción, ensayista y biógrafo, Orliński fue galardonado en 2018 como editor del año en Polonia. Que el reconocimiento le llegara justo después de publicar esta biografía, no fue casualidad. Lem. Una vida que no es de este mundo (edición original de 2017; Impedimenta, 2021) es un proyecto titánico: una inmersión en la vida del genio polaco de las letras a través de todos sus escritos, correspondencia, anécdotas familiares, y cualquier huella que tanto él como sus allegados dejaran en los archivos. Como inmersión, esta biografía es técnica, exigente, muy planificada, detallada hasta la obsesión y, desgraciadamente, poco placentera.

No se pueden poner peros al esfuerzo de Orliński, ni al mimo y a la ilusión de Impedimenta, pero este estudio sobre Stanisław Lem (Lwow, 1921-Cracovia, 2006) resulta antitético a su propia obra. Carece de la gravedad para atrapar al lector y de la chispa con la que provocarle. Lem. Una vida que no es de este mundo sufre la paradoja de la abundancia: depende tanto de su riqueza en fuentes y datos que lastra el desarrollo de la narrativa hasta llevarla al marasmo.

Mezcla de cartografía urbana, historia, ensayo literario, estudio arquitectónico, perfil psicológico, y un sinfín de cosas más, el libro de Orliński resulta tan ambicioso que termina siendo la biografía de una época más que de un personaje. El autor nos pasea por la Polonia de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, los años del estalinismo, la burocracia soviética, la guerra fría, la apertura, y todo con lo que conviviera Lem en sus 85 años de vida. Lo hace desde su propia perspectiva y, en ocasiones, hasta desde su imaginación. Orliński se invita como interlocutor de un diálogo imposible en el que interpela a Lem y le reprocha las trampas con las que ocultaba detalles de su vida. Parece como si, sentado en un velatorio, Orliński-Menchu confundiera a Lem con Mario Díez, y se enzarzara en un monólogo en el que fuera desvelando secretos y reinventando situaciones de su desaparecido amor.

El libro resultará fascinante para los lectores que se emocionen al descubrir que el 27 de enero de 1962, Lem se levantó con frío y desayunó pan con membrillo (ejemplo inventado). O que el Mercedes amarillo pálido que quería comprarse tenía 130 caballos, costaba 19.144 marcos, y consumía 40 litros cada 100 kilómetros (ejemplo real). Pero, para los demás, por mucha admiración que sientan por el talentoso escritor, probablemente resulte tedioso.

Quizá la aproximación más productiva a esta biografía pueda hacerse desde su glosario. Resulta gratificante, por ejemplo, cazar las referencias de Solaris , su novela más conocida, y aprender que, en un principio, tuvo el título provisional de Misión Espacial; que en el contrato editorial se especificaba que el protagonista debía ser “un explorador al que habían enviado a una estación especial desde una central llena de suspicacias”; que escribió seis páginas al día, completamente ajeno de estar creando una obra maestra; o que él mismo sufría para explicar de qué trataba realmente la historia. “Allí vive un océano enorme, sin máquinas, sin arquitectura (como el terráqueo, por supuesto), sin literatura, sin música, sin lenguaje, pero tiene alguna forma de hacer circular la información, alguna especie de proceso interno y alguna clase de vida psíquica, y el equipo científico que llegue Solaris será el que realice el famoso primer contacto. Pero eso no puede tener éxito. No hay ningún puente semántico entre ese ser vivo y nosotros. No tenemos experiencias comunes. Esa criatura no tiene ningún lenguaje externo, porque no tiene a nadie con quien poder conversar,” escribía en julio de 1959.

Firmando autógrafos, como una estrella del rock… del bloque oriental

Igualmente enriquecedor resulta perseguir su relación con Philip K. Dick, el autor de El hombre en el castillo (1962), Ubik (1969), y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), quien aparece y desaparece a lo largo de las 450 páginas de Orliński, en ocasiones con referencias mal mezcladas, quizá calculadas para la versión polaca. El altercado entre Dick y Lem, en el que el primero denunció al segundo ante el FBI y lo desprestigió hasta conseguir su expulsión de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos (SFWA, en sus siglas en inglés), es uno de los más llamativos de la literatura prospectiva y, aunque fragmentado, este libro lo presenta con exhaustividad.

Resulta que Lem presentó a Philip K. Dick como un escritor menor en Ciencia ficción y futurología (1970), uno de sus libros de ensayos. Como escribía desde el otro lado del Telón de Acero, Lem estaba condenado a leer sólo aquellos libros que llegaban a sus manos por pura casualidad, ya fuese porque alguien los traía desde el extranjero, porque estaban en su biblioteca, o porque justo los encontraba en alguna librería cuando salía de Polonia. La selección de obras que Lem comenta de Dick resulta, por tanto, puramente casual. Al terminar el ensayo, un lector austriaco con quien se escribía habitualmente se ofreció a enviarle las mejores obras de Dick, C. S. Lewis, Algis Budrys, y Ursula K. Le Guin. Lem se quedó fascinado con Ubik y anunció que tenía intención de publicar el libro en Polonia. El admirador se ofreció a poner en contacto a ambos escritores y éstos comenzaron a cartearse.

La editorial polaca de Lem no tenía acceso a divisas con las que pagar a Dick, así que Lem propuso que éste visitara Polonia, recibiera sus honorarios en moneda local y los gastase allí. Ese tipo de problemas, aparentemente, eran bastante comunes en la esfera literaria soviética. Por aquel entonces, Dick se encontraba muy inestable psicológicamente: estaba convencido de que un rostro extraño lo miraba desde el cielo sin cesar, creía que él era un cristiano perseguido por Nerón, y afirmaba estar en contacto con una inteligencia artificial extraterrestre a la que llamaba Valis.  En septiembre de 1974, Dick escribió una carta al FBI en la que advertía que “un grupo sin rostro” radicado en Cracovia, que respondía a las siglas L.E.M., tenía como objetivo infiltrarse en la ciencia-ficción estadounidense. Además, defendió ante la SFWA que Lem había intentado robar sus honorarios -y de ahí su expulsión-.

“Estoy seguro,” escribe Orliński, “por lo que llegué a conocer a través de sus cartas y gracias a los relatos de sus amigos y parientes, de que incluso le prestaba más atención a la compra del Mercedes que a la correspondencia con K. Dick. Y el tiempo le dio la razón: el asunto no pasó de tormenta en un vaso de agua.”

El estante de Lem que Impedimenta lleva años construyendo engorda con esta biografía que, como poco, puede servir de libro de consulta y referencia. Es una obra menor en la colección Lem, que apoya las lecturas clásicas con reflexiones triplemente destiladas y una cantidad abrumadora de páginas de contexto. No es un ensayo cautivador ni accesible para el lector casual pero, gracias al músculo y el trabajo de Orliński, se convertirá en un estudio de referencia sobre el gran maestro de la ciencia-ficción soviética.