Con Abarat, Clive Barker quiso internarse en el terreno de la fantasía. Concebida como una pentalogía de la que se han escrito tres volúmenes (todos ellos publicados en castellano), el autor de Liverpool busca que los lectores se sientan como él se sintió al descubrir cuando era joven las novelas que le sirven de base. Abarat es una obra inteligente y con sentimiento. Apela además al sentimiento de juventud, aventura, fascinación y magia que mueve a las lecturas del público más joven.

Las imágenes que acompañan este artículo proceden de la web de Clive Barker, y son obra del autor

“Creedme. A veces, cuando parece que la vida no puede ser más nefasta, hay una luz oculta en el corazón de las cosas”- Ginebra en Abarat

Hace unas semanas emergió la noticia de que Disney se había interesado a principios del año 2000 en llevar la obra de Cliver Barker a la gran pantalla y crear un parque temático con ella. Cuesta creer que veamos el castillo de Mickey Mouse en el inicio de una adaptación animada de Libros de Sangre (publicados entre 1984 y 1985; última edición en castellano por Valdemar, 2016-2017), compremos en un Disney Store una Configuración de los Lamentos (o Caja de Lemarchand) o deambulemos por un parque de atracciones basado en las Razas de Noche (Nigtbreed, Clive Barker, 1990) de Cabal (1988), pero sí hay una historia de Barker que fue la que precisamente conquistó a los ejecutivos de Disney y que podría haber encajado en su contexto: Abarat (2002- 2011, hasta el momento), su colección de libros de fantasía juvenil.

Cuando el escritor de la Nueva Carne abandonó el terror, decidió embarcarse en historias de fantasía, y una de ella tenía como protagonista a una adolescente que descubría un nuevo y majestuoso mundo. Las pinturas del mágico archipiélago de Abarat y las ideas que rondaban la mente de Barker llamaron la atención de unos productores que buscaban un taquillazo para Disney allá por 2001, cuando las primeras entregas de El Señor de los Anillos (La Comunidad del Anillo, Peter Jackson) y Harry Potter (La piedra filosofal, Chris Columbus) habían arrasado en crítica y público. El objetivo de Disney fue Abarat y, aunque se vendió el proyecto, los años pasaron y, mientras Barker convertía sus cuatro volúmenes originales en cinco (de los que a fecha de hoy sólo se han publicado tres, entre 2002 y 2011), las transformaciones del mundo del cine y la industria han hecho que la idea de llevar esta historia de Barker al séptimo arte se haya quedado en una interesante curiosidad…

Pero como no todo debe ser adaptado y cualquier lector posee una pantalla de cine en sus mentes, cuyo proyector es nuestra imaginación, cabe preguntarse ahora cómo se afronta la lectura del primer volumen de Abarat casi veinte años después de su publicación.

De las tinieblas a la luz

La imaginación del polifacético artista Clive Barker es única, como demuestra (con creces) en Abarat. Este libro serviría de primer volumen para una serie que homenajea a Alicia en el País de las Maravillas, Las Crónicas de Narnia o El Mago de Oz, pero desde la perspectiva, por supuesto, del padre de los cenobitas.

Barker pone su ilusión en cada proyecto, ya sea como director de cine, guionista, ilustrador, pintor, creador de videojuegos, o escritor. Su carrera arrancó con el teatro, pero se asentó con los oscuros relatos de los Libros de Sangre o con novelas como Hellraiser, el corazón condenado, Demonio de libro (2007) o Cabal, entre otras. A finales de los ochenta, se convirtió en el señor de la Nueva Carne, augurada por su amigo David Cronenberg, quien encarnó al pérfido doctor Decker en Razas de Noche. Por aquella época, el escritor de Liverpool era considerado un príncipe de las tinieblas, un sádico narrador de cuentos de terror al que no le importaba concebir mundos oscuros donde la sangre, el dolor y la muerte podían sentirse. Célebre es la cita: «He visto el futuro del terror y su nombre es Clive Barker», que Stephen King le dedicó y que impulsó su carrera, retratando perfectamente la frescura y el impacto que suponía leerlo.

Sin embargo, Clive Barker, admirador de artistas fascinantes y con mil caras como William Blake, decidió “renunciar” a su trono como infante terrible del horror y ampliar sus reinos mediante obras de fantasía que desconcertaron a parte de su público. ¿Cómo pasó el escritor que hablaba sobre trenes de medianoche con crueles asesinos u obsesos sexuales capaz de copular con cualquier ser o cosa a escribir sobre héroes embarcados en viajes épicos y fantásticos o cruces interdimensionales que descubrían lo imposible? Abarat y sus secuelas se anclarían en este segundo período.

La concepción de Abarat nos lleva hasta 1995, cuando el escritor, ya afincado en Los Ángeles, empezó a realizar gigantescas pinturas basadas en sus sueños y que resultaban ser muy distintas a cualquier otra que hubiese realizado hasta el momento. A esas majestuosas obras añadió una serie de ilustraciones: veinticuatro, una por cada hora, a la que sumaría una más, una fantástica, una hora irreal, una hora donde todo era posible. Poco a poco, en su mente siempre llena de ideas, concibió la idea de un libro infantil que titularía El Libro de las Horas. Cada momento del día representaría una emoción diferente hasta llegar a la hora veinticinco, la heredera de Odón.

No se nos antoja extraño pensar que su cerebro entraría en un estado febril donde cada detalle albergaba otro nuevo; un apunte hacía florecer razas, reinos, personajes, historias… Aquel cuento infantil pasó a ser después una colección de veinticinco cuentos con doscientas pinturas al óleo. Más tarde, esa premisa dio paso a una serie de novelas que se convirtió en un homenaje a una de sus películas favoritas: Fantasía (no vemos rara ahora la curiosidad de Disney por el proyecto), cinta de apabullante originalidad con la que Walt Disney intentó en 1940 que el espectador escuchase las imágenes y viese la música. Así nació una saga que, como una muñeca rusa, fue creciendo y creciendo y cuya frase promocional sería: ¿Dónde es cuándo? Interesante cuestión que Barker continúa respondiendo hoy.

Sin el camino de baldosas amarillas

Pero, ¿de qué trata Abarat, la saga que su autor consideró tan alejada del terror? Si nos centramos en sus rasgos generales, es el viaje de una adolescente, Candy Quackenbush, a un mundo fantástico alternativo. Candy vive en la aburrida Chickentown con un padre alcohólico y maltratador, una madre triste y unos hermanos que lo son de sangre y poco más. Cuando una profesora le pide una redacción sobre la historia de la ciudad, Candy descubre, lejos de los datos de siempre, el misterioso suicidio de Henry, una de las figuras prominentes de la ciudad y que parece conectado a un mundo que… no existe. Por supuesto, su profesora no acepta un trabajo que considera pura fantasía y es entonces cuando Candy, enfadada, es perseguida por el monstruoso Shape y salvada por el ladrón John Fechorías, que posee dos astas con ocho cabezas reducidas que son sus hermanos.

Huyendo, Candy llega al mundo de Abarat, un archipiélago donde en cada isla es una hora diferente siempre (hay una isla para la una de la madrugada, otra para las dos…). En ese lugar conocerá a aliados, nuevos seres y villanos como Christopher Carroña, el Señor de la Medianoche, que decide atraparla.

No hay dudas: Abarat es un mundo colorido como un espectáculo del Cirque du Soleil, tal y como reconoció Barker, y nos transporta a esa idea de un lugar lleno, rebosante, de magia. A lo largo de las páginas, agrega relaciones familiares, historias, criaturas y explora temas como la naturaleza del mal o el destino. Terry Gilliam, las películas de Ray Harryhausen o El sueño de una noche de verano se suman a esta fascinante mezcla. Barker busca con su libro que los lectores se sientan como él se sintió al descubrir cuando era joven las novelas que le sirven de base. Para ello, se centra muchas veces más en el mundo (como si quisiese ser C. S. Lewis) que en los personajes, que, a menudo, son seres estrafalarios; los únicos que reciben cierta profundidad en el primer volumen son la propia Candy y su archienemigo, Christopher Carroña. En su estilo, más que largos monólogos, la obra opta por el diálogo y las descripciones, llegando a recopilar finalmente un apéndice que recoge una serie de curiosidades sobre cada isla y en el que permanece la idea primigenia de Barker de hacer un libro donde cada hora representase una serie de emociones (aunque en estos fragmentos se conecte más con una obra de descripción topográfica).

Abarat es una historia con un gran mundo, colmado de aventuras, fantasía, terror, maravilla… Lo que se llamaría un worldbuilding. El trasfondo podría rivalizar con Las Crónicas de Narnia. Posee mucho de Oz, aunque más extenso, pero igual de sanguinolento, y mucho de Alicia en su rareza, aunque Barker es experto en lo insólito. Seguramente la biografía con múltiples sombras de su creador haga que no sea más conocido por el lector adolescente. Abarat no era la primera incursión de Clive Barker en la literatura juvenil: en los noventa, vio la luz la maravillosa El ladrón de días (1993), tristemente descatalogada en nuestro país, y que nos contaba las aventuras de un niño en un hogar donde todas las fiestas como Navidad o Halloween podían vivirse en un solo día. Precursora de Coraline de Neil Gaiman, la novela El ladrón de días era un viaje iniciático y oscuro que nos revelaba la realidad del tempus fugit. Abarat recoge parte del espíritu de esa historia, a la vez que se la caracteriza como un gigantesco viaje.

Candy Quackenbush

Candy no es como el resto de mojigatas a lo Bella Swan de Crepúsculo o las revolucionarias pesadas y egoístas como Katniss Everdeen de Los Juegos del Hambre.Tampoco es perfecta, a menudo está llena de una inocencia que la hace soltar lo primero que piensa y eso le traerá problemas. Es interesante como, lejos de ser una Alicia o una Dorothy que descubre un mundo nuevo, con cada paso que da, Candy se percata de que no es la primera vez que está en ese territorio fantástico. Puede que al igual que muchos lectores, Candy se sienta más hermanada con la fantasía que con la realidad. A su vez, uno de los puntos clave del personaje durante la historia es que evoluciona desde una adolescente de dieciséis años hasta una joven de dieciocho cuanto concluye la obra. A modo de dato anecdótico, es interesante señalar como Barker acaba recogiendo una de las imágenes más populares de la película Hellraiser que él mismo dirigió: cuando Kirsty Cotton se encuentra en una estancia de plumas y sangre, hecho que se repite oníricamente en la aventura de Candy.

Pero los héroes están creados a partir de sus enemigos y, aunque hay varios monstruos que acosan a Candy en su viaje, desde villanos de opereta hasta magos terribles, el gran adversario es Christopher Carroña, un ser que drena sus pesadillas y busca que se imponga una noche eterna en Abarat. Ese ese inframundo será donde él se autoproclame emperador de todo Abarat. Este ser se alimenta del miedo y las pesadillas y, poco a poco, vamos entendiendo su pasado y qué le ocurrió con la princesa del día. Pese a recordarnos a villanos que beben de contrapartidas femeninas como Maléfica, también nos evoca a la poderosa reina Jadis (Narnia). Como siempre, Barker no piensa que los monstruos sean seres repulsivos que debamos expulsar, sino que entiende que debemos hermanarnos con ellos. Es así cómo revela cierto origen de la villanía del personaje (un joven al que su abuela le cosió los labios por pronunciar palabras que no debía), que, en el fondo, no es más que un peón más frente a una amenaza mayor.

No olvidemos que la idea primaria de todo el mundo de Abarat y sus personajes es la que Barker recalca como más fuerza: que el día y la noche deben llegar a un equilibrio, no sólo físico, sino en la mente de cada uno de nosotros, y es la idea de uno de esos bandos perdiendo el control lo que impulsa el viaje.

Una carta de presentación

Puede que el mayor defecto de este primer volumen sea que es un avance y no una historia más autoconclusiva o definida. Pese a que el escritor concibió la obra como una saga en que se pudiese leer cada tomo de modo independiente, esta determinación inicial se pone en duda tras un primer libro que cimenta el resto de conceptos de la trama. No quiere decir que no sea disfrutable; es una de esas novelas que apela al público más joven, ya sea por edad o espíritu. En el caso de un servidor, siento que la obra aboga por el hecho de que recordemos aquellas largas tardes de nuestra infancia o adolescencia, perdidos en la lectura de clásicos del género fantástico como El Señor de los Anillos, Las Crónicas de Narnia o La Historia Interminable, sin olvidar esos títulos que llegamos a comprender, en realidad, cuando fuimos mayores, como la odisea de Lewis Carroll y su Alicia. Es ese deseo de encontrar la magia lo que impulsó a su demiurgo, que llegó a declarar lo siguiente en KidScreen Magazine en 2001:

«¿Por qué muchos adultos leen a Harry Potter? Porque nos falta magia en nuestras vidas. Encendemos la televisión y no nos encanta. Somos una cultura cargada de ironía y cinismo. Creo que una de las cosas que hemos comprobado con el fenómeno de Harry Potter, es que adultos, adolescentes y niños pueden disfrutar de lo mismo, exactamente de lo mismo»

El personaje de Tom Dos Dedos afirma en un momento dado que: «La inteligencia sin amor es una cosa vacía» y Abarat es una obra inteligente y con sentimiento, aunque puede que en su último tramo quede deshilvanada al dividir varias veces la trama para narrarnos el camino de Candy, por un lado, y la trama de Fechorías y unos curiosos cazadores de dragones, por el otro. En toda la primera parte, su ritmo se caracteriza porque comienza con capítulos cortos que se van progresivamente alargando con el paso de los episodios. Ese ritmo se pierde en el final. En su conjunto, hay muchas descripciones y diálogo y, como primera novela, se insinúa más que muestra o confirma, confirmándose como un avance de más de trescientas cincuenta páginas sobre lo que está por venir.

Abraham Hollow, Guardián de la 25ª hora

La obra apela además al sentimiento de juventud, aventura, fascinación y magia que mueve a las lecturas del público más joven. Baker llegó a afirmar que esta era la creación que más cercana ha estado a su corazón por el tiempo y el esfuerzo que le había llevado, declaraciones que hizo cuando en el año 2000 Disney compró la serie; más allá de la adquisición, el lector tiene claro que Barker se ha enamorado del mundo que ha concebido. A través de su historia, Barker se compararía con Baum a la hora de enfrentar a su protagonista femenina con una serie de seres insospechados en un mundo que, aunque maravilloso, guarda también temibles sombras, oscuridades que reciben su eco en nuestro mundo real, igual que ocurría con la Narnia de los hermanos Pevensie de C. S. Lewis. Barker explora este mundo que ha creado con gran detallismo, siendo maravilloso para el lector que se enamore, como él, de Abarat, aunque más tedioso para aquel que no comparta su encanto por los seres insólitos de la imaginación de Barker.

Puede que uno de los problemas de cómo ha llegado Abarat a nuestra realidad es que la idea de un enorme libro con las ilustraciones de Barker fuese muriendo en favor de una novela. Todavía se puede visitar en su web una galería con ilustraciones de Abarat, pero no se ha respetado la concepción original del libro ilustrado, al menos en España; se agradece que Oz Editorial lo editase en 2014 (al igual que los dos siguientes volúmenes, los únicos publicados hasta ahora de la saga: Días de magia, noches de guerra en 2016 y Medianoche absoluta en 2018), aunque hay algunas erratas que entorpecen el resultado final. Una lástima, porque es una de las pocas obras de Barker que no está descatalogada en nuestro país, junto con la reciente edición de los Libros de Sangre de Valdemar.

Más allá de todo esto, ¿veremos algún día una película o serie Abarat? Considero que todos los lectores ya la hemos visto a través de sus páginas. Quizá la tardanza a la hora de llevar a cabo la saga o el cambio del mercado matase hasta hoy la posibilidad de que llegase a los cines, las tiendas de mercadotecnia o los parques temáticos. Puede que las diversas polémicas donde se ha involucrado a Barker o su legado como autor de terror por el que se ha hecho famoso (más otros campos considerados tabú por nuestra sociedad, como la fotografía erótica), hayan dejado al creador al margen del público juvenil, pero más allá de todo esto Abarat es un archipiélago que merece continuar descubriéndose.

No podríamos cerrar esta crítica con un “en conclusión” ni similar, ya que el primer volumen de Abarat es, como dijimos, sólo es el comienzo de una historia mayor. Actualmente, pese a sus problemas de salud, Barker continúa trabajando en el cierre de la saga con los volúmenes cuarto y quinto. Esperaremos que complete esta odisea, pero mientras, seguiremos fascinándonos con la imaginación de uno de los autores más polifacéticos de nuestro tiempo.

“Cazar dragones no es una tarea para la gente interesada en vivir vidas largas”- Tom