Vicente Risco (Orense, 1884- 1963) fue uno de los escritores fundacionales y más controvertidos del galleguismo. El presente reportaje recupera su figura a través del análisis de A trabe de ouro e otros contos, libro de relatos publicado por la editorial en gallego Galaxia en 2004. En él campan criaturas mágicas, situaciones cotidianas, leyendas y milagros, pero también, y sobre todo, una identidad nacional céltica.

Galicia é país de tesouros, i a xente, nas longas noites de inverno, a carón do lume, conta diles e dos encantos

Álvaro Cunqueiro

A la hora de escribir sobre los senderos del género fantástico por los que ha dado en transitar parte de la constelación literaria gallega a lo largo de su historia, se bordea con cierto temor, mal que a uno le pese, los precipicios del trazo grueso y el tópico. Andar es conocer, y caminar el país gallego exige vadear necesariamente los lugares comunes que lo contemplan y reducen a simple escenario de meigas y reliquias de santos con poderes taumatúrgicos cual fósil viviente ajeno al paso del tiempo. En estas cavilaciones me encontraba dándole vueltas al fundamento del artículo que ahora nos ocupa cuando, a finales de diciembre pasado, apareció ante mí, en los claros de la Interred, el siguiente texto:

“Carlos el Bohemio tenía un tenebroso bar en la calle Orillamar en el que hacía queimadas y sesiones de espiritismo, exactamente a 201 metros del cementerio de San Amaro, como decía el cartel que había escrito bien grande sobre la fachada pintada de rojo sangre. Este personaje era muy amigo de mi abuela, que lo llamaba «O Barbas», y en muchas ocasiones me dejó con él tardes enteras mientras ella se iba de compras con la «asistenta» de Carlos, una señora siempre vestida de negro que nunca sonreía y apenas hablaba. Yo, con unos ocho años, pasaba aquellas tardes aterrorizado escuchando sus historias de fantasmas, brujas y Santa Compaña en aquella casa antigua, oscura, decorada sobre todo con cráneos de animales que colgaban de las paredes, en la que por supuesto no faltaba la mesa con la tabla ouija. Cuando oscurecía y tenía que irme a casa de mi abuela (situada en la misma acera), el muy cabrón en vez de acompañarme me dejaba ir sólo, diciéndome ‘No te preocupes, puedo ver una luz detrás de ti que te sigue a todas partes, es tu ángel de la guarda’. Mi camino era siempre igual, muerto de miedo y girándome a cada momento para ver aquella luz, pero lo único que veía era su cabeza, con sus largas barbas blancas, asomada en la puerta riéndose de mí. El local es donde está ahora el bar O Patachím, que tiene dentro la misma distribución de la antigua casa. Hoy me acordé de aquellos días respondiendo una entrevista en la que me preguntan sobre el despertar de mi interés por el cine de terror”.

De esta manera y en su cuenta personal de Facebook escribía Dopi, alma mater de los héroes gallegos del death/grind Machetazo, grupo de marcada visión mortuoria, sobre este peculiar cruce de caminos del pasado reciente de A Coruña con sus recuerdos. Lo macabro y la impresión infantil que se hace modo de vida. Los márgenes desdibujados que se extienden en el misterio. Los espíritus diurnos, los nocturnos y, en fin, «O Barbas». Después de todo, Galicia. ¿Cómo frenar la imaginación y no dejarla echar a andar una vez más por la galería de asociaciones que el país galaico tiene con la fantasía y el mito después de leer este pequeño relato donde lo autobiográfico se da de la mano con el costumbrismo oscurantista? ¿Cómo no volver, una vez más, a los cuentos de aparecidos en las noches neblinosas, enanos de pelliza roja que brincan y dan volteretas sobre los restos de un castro en ruinas, labriegos que tratan de encontrar el oro de los mourosCiprianillo’ en mano o ancianos que desde su ventana saludan y permiten el paso a las truchas del Sil como si de guardianes de río se trataran? De algún modo, las brújulas vuelven a marcar el vértice noroccidental de la península ibérica y guían de nuevo nuestros pasos -la del paseo es una costumbre inveterada que por allí tienen- hacia los confines del mundo conocido. De este “cabo do mundo”, por cierto, Vicente Risco (Orense, 1884-1963), protagonista de estas líneas, decía saber una cosa o dos.

Castelao (Rianxo, 1886- Buenos Aires, 1950) también tenía a su vez algo que comentar sobre quien fuera otrora compañero político suyo, y sirvan estas líneas para trazar ciertos bordes de su contexto. Con la ligazón entre ambos rota en la bisagra del 36 y escindido el Partido Galleguista, aquél dejó en su Sempre en Galiza (1944) una sentencia sobre el ourensano que no ha dejado de repetirse desde entonces: “Lembremos a Teoría do Nacionalismo Galego, escrita por Risco en 1920, cando Risco era alguén”. Ya antes de 1944, cuando Castelao publica estas líneas, Risco era, desde luego, ninguén. Para entonces, el “intelectual máis agudo e mellor preparado da súa xeración” -palabras del historiador Justo Beramendi- había llegado al fin de su deriva ideológica, deriva que había comenzado en la inspiración del clima imaginativo de fin de siècle a la hora de ser y estar en el mundo y que, tras erigirse en “o teórico maior do nacionalismo galego”, había dado, “involución ideolóxica tremenda” mediante, en la asunción y colaboración con el régimen franquista. De esta manera, los orientalismos e inclinaciones teosóficas de su primera época, el viraje regionalista/nacionalista que emprendiera poco más tarde con las Irmandades da Fala, el grupo Nós y su revista1, el ideario celto-atlántico, la labor etnográfica y su Teoría do Nacionalismo Galego fueron fuertemente moduladas por las influencias de extrema derecha de los años 30. En último término y de manera casi que paradójica, el olvido y el estigma, tanto dentro como fuera de la dictadura de Franco, fueron su corolario. Complejo. Heterodoxo. Individualista. Irracional. Snob. Contradictorio. Complicado. Reaccionario. Cobarde. Bufón. Los epítetos estallan uno tras otro contra el rompeolas risquense en una panoplia de significaciones. Continúa tratándose de desmadejar el laberinto que el ourensano supone para el cuadro de la literatura y el pensamiento gallego del siglo XX.

Este conjunto de afinidades estéticas y literarias, además de necesariamente parte del ideario del Risco que va de 1919 a 1930, son las que podemos encontrar en la recopilación de cuentos recogidos por la editorial Galaxia bajo el título A trabe de ouro e outros contos (2004). En ellos se dan cita el estudioso del mito y la leyenda, el emboscado entre las lecturas esotéricas y las filosófico-religiosas (“ao cobizo de lonxe” diría), el observador del rural gallego y su consustancialidad con lo oculto-maravilloso. Varios de estos nodos se encuentran ya en “Do caso que lle aconteceu ao doutor Alveiros”, relato que inicia la compilación. En él, publicado originalmente en la Bibrioteca Popular Galega ¡Terra a nosa!, el doctor Alveiros, conocedor de los materiales de la filosofía perenne -y, todo sea dicho, futuro co-protagonista de la novela O porco de pé (1928)-, responde a un anuncio por palabras donde se ofrecen 30.000 pesos “pola comunicació dun segredo”. Se compendian aquí varios de los elementos propios del que se ha dado en denominar «primer Risco» (si bien es cierto que los intereses reflejados le acompañarán hasta el fin de sus días) además de constituirse el espacio sobre el que volcar las dicotomías que configuran su pensamiento: individualismo/gregarismo, irracionalismo/espíritu de la Ilustración, intuición/Razón, naturaleza/ciencia. Es el Risco de influencia finisecular, sección simbolista y decadente, que dos años antes fundara La Centvria, “revista neosófica” que duró siete números y en cuyas páginas convivían la teosofía de madame Blavatsky con las puntualizaciones de Roso de Luna acerca de los “alfabetos núméricos o calcídicos”, los comentarios sobre Chesterton o Verlaine con las visiones del Sâr Péladan o los poemas y el Preludio a toda estética futura (manifiesto risquense en seis partes) con los horóscopos de personajes públicos como el Káiser Guillermo II2 (de un pensamiento “fuertemente prehensil para todas las adquisiciones de las riquezas” por cierto).

Tras responder a dicho anuncio, el doctor Alveiros termina envuelto en el despliegue de una danza macabra con tintes teatrales y carnavalescos de una musicalidad y comicidad tal que uno no puede evitar en pensar en otros tratantes de lo fantástico y lo macabro, Poe aparte3, como el Cunqueiro de Las crónicas del sochantre o el Castelao de Ollo de vidro. Memorias de un esquelete (1922), cuando no, cruzando el espacio y el tiempo más allá de toda posible influencia, en ciertos relatos de weird fiction o incluso en la aventura gráfica de LucasArts Grim Fandango (1998). Es una comicidad de la que el propio autor tampoco pretende escaparse y que, acompañada de cierto gusto de anticuario y gabinete de curiosidades que podría asociarse lejanamente con nombres como M. R. James o Machen, le mueve a intercalar notas a pie de página a modo de artículo histórico-mágico. A su vez, es de esta misma cadencia de la que participan explosiones de los propios personajes como la del señor Dehmel exclamando “¡Sempre coas cousas trascendentais, coas causas e os efectos ás voltas; sempre o cientifismo, a metafísica!” o el momento (¿sería apropiado traer aquí a colación el concepto de retranca gallega?) en el que la momia de un faraón le da un beso en la frente a nuestro querido ocultista mientras solemnemente pide “que Osiris cho pague, meu vello”; o, por citar un tercer ejemplo, aquel otro en el que el doctor, tras ser enterrado vivo, recibe la disculpa de parte de su agente de enlace con el mundo de los esqueletos: “coa mellor intención do mundo, metérano a vostede nun nicho do camposanto vello”. ¿Viaje astral? ¿Las circunvalaciones a la hora de tratar el problema del alma y la resurrección de los cuerpos? ¿La vida eterna a ritmo de mascarada? Algo de ello ya comentaba el tal Dehmel en una de sus charlas con Alveiros: “O feito real e verdadeiro da Danza Macabra foi coñecido, sen dúbida, por algún visionario da Idade Media e quedou na lenda e na arte, mais como o tomaron nun senso simbólico, as xentes trabucáronse”.

Si el gusto por lo esotérico es el que recorre el anterior relato, “A velliña vella” y “O lobo da xente” nos presentan al Vicente Risco elaborador de los planteamientos del nacionalismo gallego. Tomando para sí el ideario del nacional-romanticismo alemán y con Nietzsche y Spengler entre otros a cuestas, es la lectura del Volksgeist herderiano la que se hace patente en ambos cuentos. En ellos, Risco compagina el trabajo artístico y de impulsor de nuevas corrientes literarias con la labor etnográfica en el Seminario de Estudos Galegos (institución cultural galleguista fundada en 1923, y truncada por la Guerra Civil), y sale a la búsqueda de lo enxebre en cuanto fundamento de la nación gallega, encontrando su piedra de toque en el rural entendido como reservorio de la tradición y manifestación del espíritu de los pueblos. Ya el número 3 de La Centvria llegaba a comentar que “el arte del pueblo, verdadero y único arte democrático, es folk-lore, y folk-lore es tradición, la tradición más arcaica y sagrada”. En la línea de las corrientes nacionalistas, el ourensano hablará de idioma, sentimiento, tierra, raza, mentalidad, organización social. Unido a este planteamiento y desde los presupuestos del atlantismo, se dedicará a trazar todo un esquema de conexiones entre Galicia y las naciones celtas, particularmente Irlanda, en las páginas de la revista Nós4, donde encontrará especial cobijo la figura de Yeats, con quien compartía interés tanto por las tradiciones populares como por las disciplinas esotéricas y de quien dirá que “por il, o celtismo entrou na gran literatura”.

Campaña del Seminario de Estudos Galegos para el estudio de las Tierras de Deza (Pontevedra). Fotografía tomada en junio de 1934 delante de la casa del sacerdote astrónomo y matemático Ramón María Aller, en Lalín. Risco (5d) viste traje claro, y sujeta un libro

Es, de hecho, el bardo de la verde Erín quien junto al pontevedrés Manuel Curros Enríquez (1851-1908) suministra a Risco el tema principal detrás de “A velliña vella”. En parte movido por los poemas Cathleen ni Houlihan (1902) y Tangaraños (1907, aproximadamente), Risco narra una alegoría sobre Galicia y su salud pneumática. En ella, el alma en pena del caballero medieval Pay Soares se encuentra a mitad de su romería hacia san Andrés de Teixido (a donde “vai de morto quen non foi de vivo”) con una anciana que, “soíña e tristeira”, acude a visitar a sus hijos. “Coroa podía eu levar na miña testa” lamenta, a lo que Pay Soares responde “¡se tiverades fillos que a recadasen!”. Estos fillos -el abogado, el escritor, el indiano, el labriego-, a quienes la anciana va pidiendo ayuda para que defiendan su “dereito, para que me fagan xustiza, e me volvan os meus fillos, e me volvan o meu casar”, no pueden (“o que a vostede lle pasa levar, lévame lástima” dice el labriego) o no quieren ayudarla, elemento del que Risco se sirve para criticar la indiferencia por parte de las diferentes clases del pueblo gallego con respecto a la tierra que les ha visto nacer. Al final del relato, Pay Soares, de regreso de San Andrés de Teixido, encuentra a la velliña “a carón dunha pedra das que chaman pedras dos xentís. Estaba petando nela cun croio, para espertar aos que dormen debaixo o sono eterno”. La anciana, llamando a las puertas de un dolmen, trata de despertar a sus hijos más antiguos (la piedra de los gentiles, es decir, la piedra de los antiguos, esto es, la piedra de los celtas), esperando de ellos la ayuda necesaria y definitiva. En último término, el despertar del alma del pueblo gallego.

Dicha línea espiritual herderiana halla su continuidad en “O lobo da xente”, donde se recoge un tema que tiene su recurrencia dentro del folklore gallego y ya tratado, entre otros, por Laureano Prieto en su artículo La zoantropía en Galicia, además por el propio Risco en su discurso de ingreso en la Real Academia Galega titulado Un caso de lycantropía (O Home-lobo)5. En este relato, inspirado en un suceso acaecido en la comarca de Trives (“dixéronme onde foi, que foi preto de Trives”), nos encontramos con un joven que, estando secando las castañas de la temporada, se ve obligado a refugiarse en una choza en la que se da de bruces con una mujer-lobo víctima de una fada -una maldición que, en este caso, lleva la marca de la condena familiar6-. De nuevo el cuento a la luz de la lumbre, el rural y la pervivencia del pasado en sus formas y fondos además de la crítica a esa parte de la sociedad gallega, filistea por urbana y materialista diría el autor, que, ignorando todo cuanto otros saben, mira con condescendencia a la gente del campo: “o vulgo letrado das vilas non quere dar creto a estas historias por máis que llo aseguren persoas asisadas e verdadeiras. Eu teño para min que os antigos sabían disto moito máis do que nós podemos sospeitar tan sequera, e que moito do que sabían os antigos aínda o sabe o vulgo iletrado das aldeas”. Esta lectura, por otra parte, desarrolla en clave narrativa la lectura antropológica que del “lobo da xente” presenta en su discurso, la cual le lleva a emparentarlo con las “supervivenzas das primitivas conceiciós animistas, endexamais de todo desbotadas ainda pol-os homes criados nos meios cultos, fortemente entorgadas na natureza humán e viventes ainda na susconcencia da raza”.

Será en “A trabe de ouro e a trabe de alquitrán” donde todos estos elementos e intereses se conjuguen dando forma al gran relato que da título al libro. Risco, basándose en la tradición que dicta que Galicia duerme sobre un lecho de tesoros abandonados en tiempos por los mouros y que a su manera enlaza con ciertas narraciones emparentadas con el mitema del axis mundi, vierte filias y fobias en una narración que refleja las complejidades de su elaboración ideológica. En ella se cuenta cómo dos mozos, espoleados por lo hablado durante una tertulia nocturna en un molino, acuden al encuentro de una moura que, todos los viernes al alba, peina sus cabellos con un peine de oro. Tanto quien se comporta de manera acorde a la sabiduría popular como quien hace caso omiso de ella, ya se sabe que los genios de la naturaleza tienen todos sus vueltas, conseguirá de la moura que le acompañe bajo tierra hasta una bifurcación. Mientras uno de los caminos conduce a la viga de oro, símbolo de riqueza y sabiduría, el otro lleva a la de alquitrán, de nefastas consecuencias.

Vicente Risco. Fotografía: Fundación Vicente Risco

La profecía autocumplida y el tabú se cruzan aquí no sólo con el enigma de lo ancestral que, acompañado de una mirada mágico-poética, Risco trata de desentrañar, sino con un desdoblamiento del concepto de mouro particularmente revelador de su pensamiento. En contraste con el pueblo celta oculto en las concavidades de la tierra gallega (acaso también de su ser) y que aparece representado por “os Proxenitores, os homes do Tempo e das Idades Antiguas, os Avós gloriosos da túa Raza”, la mourindá no es ya imagen de “lo otro” en cuanto raza mítica7, de gente pequeña y demonios para el cristiano de a pie, pueblo mágico que guarda riquezas en las ruinas de los castros8 o criaturas que en una noche construyen iglesias, sino emblema de esa otra civilización dispareja de la celto-atlántica (es decir, la mediterránea) que, en su muelle y taimado devenir (pues así aparece representada), resulta especialmente ajena, cuando no directamente nociva, para el autor. Por su parte, el aspecto céltico se ve reforzado, acentuando de esta manera la división, por el carisma que el Cristianismo le aportó al arribar a costas gallegas y que, junto a él, fue desarrollándose en el proceso histórico dado en el solar galaico. Así habla uno de los ancianos: “[…] ti es o que o Deus verdadeiro escolleu para nos traer a súa doutrina e as augas salutares do Bautismo, e como saibas saír ben desta aventura, e nos saques con ben do encantamento, non soamente has ser rico e podente, senón que, sacada a nosa ciencia do esquencemento, has ver a renacencia gloriosa da túa Raza e da túa Terra”. Poder y sabiduría, como decíamos, pues en dicha viga de oro está “escrita en tres mil trescentas e trinta triadas toda a nosa Ciencia antiga, as Leis da nosa raza e as Profecías dos nosos mestres”. Es esta “a chave do Pasado, do Presente e do Porvir” que abre, en cierto modo, un puente en su concepción cíclica de la historia con lo ya visto en “A velliña vella”. El pueblo antiguo, un concepto muy concreto a ojos de Risco, sigue esperando a ser despertado.

Los dos siguientes relatos, “Os europeos en Abrantes. Epopea en prosa” y “Meixelas de rosa”, se alejan del género fantástico si bien nos hablan del Risco más irónico y hasta cierto punto experimental. Mientras que “Os europeos”, parte de una novela que nunca llegó a concluir, constituye una sátira sobre el clima literario de Galicia de principios de siglo XX, “Meixelas de rosa”, en su construcción de saudade acariciada por el recuerdo de la infancia, establece un diálogo con el público a través de una lectura con dobleces de lo que no deja de ser un sencillo cuento romántico, casi un proto-“Elige tu propia aventura” versión campestre en los “felices 20”. Esta sencillez es la que también se puede encontrar en “O señor feudal”, último texto ficcional en gallego de Risco y rematador de esta recopilación. En el prólogo ”a este A trabe de ouro, los editores nos llaman a no dejar de lado otros cuentos suyos como “O rei avarento”, “O labrego e mais o rei” y “A dama encantada” en tanto que “precursores de la literatura infantil galega”. Algo de ello se da también en este “O señor feudal”, donde un conjunto de casas (los edificios en sí, con sus puertas, ventanas y chimeneas) acuden a la llamada de un noble deseoso de crear una villa ante la emigración de la gente que anteriormente vivía en sus dominios. Hacia allí se dirigen con tal idea en sus tejados y es allí donde “cada unha púxose onde lle pareceu, unhas de fronte das outras, ou apegadas, ou de esguello, ou postas de cu”. Sin solución de continuidad, el señor del cuento decide “pechar a porta, non fora volveran a marchar” encontrando por respuesta “un gran mitin” en el que las casas deciden agruparse “preto da porta para protestaren de teren sido postas en estado de detención ilegal”. Risco concluye: “E non sabemos o que vai pasar…”, pues lo mismo, por traición de un escudero, terminan “formando un tren moi longo por ese caminiño embaixo”. Se encuentra en estas páginas un aire de fábula que me lleva, por una parte, a una de las pruebas que aparecen en El rey de Katoren (1971; Barco de Vapor, 1983), brillante novela juvenil salida de la pluma de Jan Terlouw, y, por otra, gracias al contrapunto gallego, a Amor de los quince años, Marilyn (1995), del también gallego Agustín Fernández Paz, compendio de cuentos donde, entre vampiros en las noches coruñesas y fantasmas a cargo del tesoro de un pazo entre otros, se actualizan las diversas constantes del acervo popular del exótero galaico. Constantes que Risco, a su manera, contribuyó a conservar, popularizar y ampliar.

Comenzaba con una cita de Cunqueiro y no resulta extraño que concluya con otra, pues pocos se me ocurren mejor que el mindoniense para colocar a su país en la justa frontera del sueño: “Galicia ha sido durante cientos de años el punto final de la tierra conocida, el finisterre. Más allá de las rocas negras de Finisterre, no había más que el Océano Tenebroso, con enormes abismos, al borde del cual navegaban extrañas bestias, Jasconius, Leviatán, creados por Dios el quinto día de la Creación, peces enormes… Jasconius, desde que fue creado por Dios, está en el Océano intentando con la boca morderse la cola, como las pescadillas, y todavía no lo ha logrado, tan enorme es”. Breogán, los Hijos de Mil y la contemplación de Irlanda en los días despejados, la Torre de Hércules -que es la tumba, o al menos cenotafio, del gigante Gerión-, Prisciliano como “un dos feitos culturás mais dinos de nota da nosa historia”, Santiago, el Camino y a barca de pedra, también las pedras de abalar, nombres como Mabegondo o santa Cosma de Bande, uno de los griales verdaderos en Pedrafita do Cebreiro, la isla de san Brandán, el obispo Gonzalo logrando la intercesión divina para hundir la flota vikinga que trataba de invadir Jakobsland, ciudades asolagadas y milladoiros, “covas plenas de finos tesouros con mouros e meigas, vivos e mortos”…

Si algún día desaparezco y es muy perentoria mi presencia por la razón que sea, podéis buscarme en Aralar o en alguna cueva del Languedoc. También, claro está, en algún castro lupario o cerca de algún dolmen, celta y mouro, péndulo en mano y a medio camino entre “aquí e acolá”. Sea como sea, en Galiza, sempre en Galiza.

BIBLIOGRAFÍA:

Alonso Romero, Fernando. “El folklore gallego sobre la viga de oro: su origen y significado”. Anuario brigantino, nº 32 (2009), págs. 109-124.

Balboa Cintrón, Alexandre. “Justo Beramendi; ‘A maioría dos que se dedican á divulgación non son historiadores profesionais’”. Noitábrega. (9 de noviembre de 2017). Recuperado el 26 de febrero de 2021.

“Cando Vicente Risco era alguén…”. Jaureguizar / O Cabaret Voltaire. Galiciaé. (2020). Recuperado el 24 de febrero de 2021.

Coppel Hidalgo, Carlos. “Vicente Risco. Etnografía y literatura en la configuración nacional de la identidad gallega”. Revista de dialectología y tradiciones populares, vol. LIII, nº1 (1998).

Cunqueiro, Álvaro y F. Riego. “Algunhas imaxinaciós sober tesouros.” Discurso de ingreso en la Real Academia Galega leído el 21 de abril de 1963.

Díez Figueroa, Rebeca. “A velliña vella. De Vicente Risco e a súa conexión coa literatura irlandesa.” Revista de lenguas y literatura catalana, gallega y vasca, nº7 (2000-2001): págs. 165-182.

Prieto Rodríguez, Laureano. “La zoantropía en Galicia”. Zephyrus: revista de prehistoria y arqueología, nº4 (1953): págs. 353-362.

Risco, Vicente. “Galizia céltiga.” Nós, nº 3 (1920): págs. 5-14.

Risco, Vicente. “W. B. Yeats.” Nós, nº 3 (1920): págs. 15-16.

Risco, Vicente. “Galizia céltiga.” Nós, nº 5 (1921): págs. 6-12.

Risco, Vicente. “Irlanda e Galiza.” Nós, nº8 (1921): págs 18-20.

Risco, Vicente y Cabanillas Enríquez, Ramón. “Un caso de lycantropía (o home-lobo).” Real Academia Galega. Discurso de ingreso en la Real Academia Galega el 23 de febrero de 1929.

Risco, Vicente y Noguerol Buján, Arturo, ed., La Centvria: revista neosófica. Nº 1-7 (1917-1918).

Rodríguez González, Olivia. La obra narrativa de Vicente Risco. Tesis. Universidad Autónoma de Madrid, 1993.

Rodríguez González, Olivia. “Documentación acerca de las distintas consideraciones de Vicente Risco sobre la lengua y la literatura gallega.” Revista de Filología Románica, nº 10 (1993): págs. 221-240.

Romero Lago, Álvaro. “Vicente Risco, construtor”. Noitábrega. (29 de febrero de 2016). Recuperado el 26 de febrero de 2021.

Salgado, Daniel. “Vicente Risco como síntoma”. El País (2011). Recuperado el 26 de febrero de 2021.

Sánchez Ferraces, Xosé Luís. “Vicente Risco e a modernidade. Lectura e análise de tres relatos”. Madrygal, nº 11 (2008): págs. 91-100.

NOTAS:

1 De la cual fue impulsor junto al propio Castelao, Lousada Diéguez y Noguerol además de director.

2 Además de todo un manifiesto no exento de humor. De esta manera concluye el editorial (Pronaos) que abre el primer número: “La casualidad ha hecho nacer esta publicación neosófica en Orense. Orense dista seiscientos kilómetros de Madrid y acaso menos de Nueva York. En todo caso, LA CENTVRIA viene a acortar esta última distancia. Orense no tiene nada de cosmopolita ni de típico, de futurista ni de tradicional: muchas casas viejas y ninguna antigua. Pero tiene siete carreteras y nos tiene a nosotros”.

3 “El más verosímil de los escritores” escribía Risco en el número 3 de Centvria.

4 Fundada en 1920, supone todo un quién es quién de las letras y política gallegas del momento. En el editorial del primer número se puede leer lo siguiente: “Nós ha ser un estudio piedoso e devoto, cheo de sinceridade, de todol-os valores galegos: dos nósos valores tradicionás, e mais dos valores novos que cada día estanse creando na nósa Terra; Nós ha ser a representación no mundo da personalidade galega na sua ansia de s’afirmare coma valor universal, autóctono, diferenciado, dentro ou fora da Terra; Nós ha ser a afirmación pra sempre do verdadeiro ser de Galizia, do Enxebrismo, no que ela tén, debe e quere persistire. O Enxebrismo é a nósa orixinalidade específica, a nósa capacidá de creación, o nóso autóctono dinamismo mental”.

5 Se trata del caso de Manuel Blanco Romasanta, el lobishome de Allariz, en cuya historia se basó Pedro Olea, a través del libro El bosque de Ancines (1947) de Carlos Martínez-Barbeito, a la hora de filmar esa pequeña joya del fantástico español que es El bosque del lobo (1970).

6 “Para llegar a lobishome hay que nacer predestinado a serlo, siendo el séptimo hijo varón de un matrimonio; o recibiendo la fada por maldición de sus padres o de sus padrinos” comenta Prieto en su artículo.

7 Un término similar, mauriak, se encuentra también asociado de manera notable a las construcciones megalíticas presentes en Euskal Herria. Y lo mismo atañe, por cierto, al término “gentiles”.

8De Villamil e Castro tamén se conta que cando atopóu o tesouro da Recadieira −dous torques, parece ser, e tamén unha xerra de ouro chea de moedas−, que xa sabía que o tesouro estaba alí porque o tiña lído “nun foro dos mouros”, i houbera naquel castro un gardador, pro que se fora da comarca cando comezaron a faguerse casas ó pé, e labraron na coróa” contaba Cunqueiro en Algunhas imaxinaciós sober tesouros, su conferencia de entrada en la Real Academia Galega. “Pra mín que iles ainda viven eiquí. Solo qu’iles teñen suas palabras que ábrese a terra e péchase” le comunicaba un informante a Risco cerca del monte San Cibrao.