De la mano del traductor y escritor especialista Daniel Aguilar, nos internamos en lo más terrorífico de la cultura japonesa. Tomando como base el volumen Visiones del mal en Japón. Fantasmas, demonios y yōkai en las obras maestras del ukiyo-e (Satori Ediciones), os ofreceremos los perfiles de tres monstruos. El Shuten-dōji, u ogro del monte Ōe, ocupa un lugar central dentro del panteón de los yōkai malignos. Carnívoro y depravado, puso en jaque al Imperio durante el periodo Heian, hasta que la intervención de un famoso héroe puso fin a sus tropelías.

La imagen que ilustra este artículo ha sidc cedida por Satori Ediciones, bajo cuyo permiso se reproduce

La victoria sobre el ogro del Monte Ōe, Shuten-dōji (detalle), de Utagawa Yoshitsuya (1885).

El Shuten-dōji ocupa un lugar central en la mitología japonesa: está considerado uno de los tres grandes yōkai malignos, junto con el kitsune de nueve colas y el fantasma del emperador Sutoku. Fue líder de una cuadrilla de onis con base en el monte Ōe, durante el periodo Heian (794- 1185 d. C.). Desde su castillo en la cima del monte descendía, junto con sus demonios subalternos, a la cercana Kioto para secuestrar doncellas nobles que esclavizaba o se comía crudas.

Los orígenes de la criatura difieren según las versiones locales. En algunas, es un joven bello que induce al suicidio a sus pretendientes y que vaga en soledad hasta su monstruosa transformación final; en otras, es un bebé precoz que nace al cabo de dieciséis meses dotado de pelo, dientes, y un intelecto muy desarrollado, o es hijo de la serpiente Orochi. Todas coinciden, sin embargo, en su temperamento malvado y en su tendencia al alcoholismo. De hecho, shuten-dōji significa en japonés «pequeño borracho».

“La versión sobrenatural nacida de las tradiciones populares resulta fascinante” -explica Daniel Aguilar-, “al presentar un demonio con poderes sobre otras criaturas malignas de menor rango”. De hecho, hasta finales del siglo XIX se utilizaba como una especie de hombre del saco en Japón. Era empleado a modo de metáfora para resaltar entre los niños la valentía de los guerreros.

El final del ogro es invariable en todas las versiones, e implica alcohol e ingenio. Para poner término a sus tropelías, el Emperador del Japón encomienda su captura a Minamoto no Yorimitsu, “Raikō”, uno de los grandes héroes de la mitología nipona. Yorimutsu se sentará a la mesa del demonio acompañado por tres lugartenientes, todos ellos disfrazados de monjes y respaldados por los Dioses; los cuatro se verán obligados a devorar carne humana para ganarse la confianza del monstruo. Tras envenenarlo con sake divino, Yorimutsu logrará cercenarle la cabeza, pero ésta, en un último acto de maldad, intentará decapitar a su ejecutor, que logrará salvar la vida gracias a su yelmo mágico.

La espada con la que el heroico caudillo logra la gesta, Dojigiri («La Matadora del Doji»), se exhibe hoy en el Museo Nacional de Tokio. A pesar de la ubicación privilegiada del artefacto, Aguilar considera que la leyenda del ogro del monte Ōe tiene más bien “la consideración de historia de ficción, por lo demás harto olvidada”. Sin embargo, no deja de ser emblemática: “Es una de las historias más representativas de enfrentamiento entre nobles guerreros, de imagen a caballo entre la realidad y la ficción, y criaturas sobrenaturales», zanja Aguilar.