La guerra de Calibán, de James S. A. Corey, continúa la saga The Expanse. Estamos ante una novela de transición casi perfecta, donde la trama encaja como un guante con personajes magnéticos, temáticas variadas, un discurso interno rico en matices para el lector más sagaz y/o más implicado, además de una historia trepidante de investigación, poder y persecución que culminará con los cliffhangers necesarios para dejar al lector con ansiosos deseos de más. Un imprescindible, como su antecesora El despertar del Leviatán, dentro de la moderna ciencia-ficción.

Advertencia: La guerra de Calibán es la segunda entrega de la serie de libros The Expanse, inaugurada con El despertar del Leviatán. Si no has leído el primer libro, o si no has leído su respectiva reseña, te aconsejamos encarecidamente que no sigas adelante. Te podríamos desvelar importantes novedades de una extraordinaria space opera que merece ser disfrutada sin spoilers.

La guerra de Calibán (Nova, 2017; originalmente publicada en 2012) continúa la extraordinaria serie The Expanse, inaugurada en su día por la excelente El despertar del Leviatán (Nova, 2016; originalmente publicada en 2011). El canal televisivo SyFy decidió en 2015 producir la serie de este conjunto de novelas, sin duda eran conscientes de que tenían un maravilloso material entre manos. Estas novelas son una increíble y ansiada rehabilitación de la space opera como subgénero de la ciencia-ficción, por cuanto demuestran su todavía insuficientemente explorado potencial: a través de este subgénero se pueden conectar géneros tan heterogéneos como la novela de aventuras, la de ideas, el bildungsroman, la novela romántica o la de terror (zombi, en este caso). Todos ellos están presentes aquí de una manera u otra.

Tal logro se debe a los nombres que se esconden tras el pseudónimo colectivo de James S. A. Corey: los escritores y guionistas Daniel Abraham (USA, 1969) y Tyler Corey Franck (USA, 1969). A ellos dos les debemos esta serie que, aunque comenzó como el encargo de una trilogía, pronto la editorial Orbit Books extendió hasta las nueve entregas —de las que, en inglés, ya tenemos publicadas ocho (la novena saldrá a lo largo de este 2021), además de algún texto breve para redondear y expandir este universo creativo—. Son dos autores cuyo conocimiento sobre los secretos y los trucos de la narrativa escrita y audiovisual se pueden incluso vislumbrar en estas novelas, en algunas con más claridad que en otras, y de forma especialmente intensa en La guerra de Calibán. Y quizás aquí porque estamos ante una novela de transición, a medio camino entre el comienzo y el final de la trilogía original, y que por ello tiene algunas deudas argumentales y estilísticas imposibles de evitar.

Expanse 03. Ilustración de Daniel Dociu

La primera deuda es con sus personajes. El elenco principal se mantiene aquí prácticamente incólume, con la excepción del detective Miller, siguiendo así las andanzas de la tripulación de la nave Rocinante. Como en la entrega anterior, existe un motor narrativo, igualmente vinculado con la búsqueda y el rescate de una joven fémina en paradero desconocido y con posible destino en cualquier nave, estación, luna o planeta del sistema solar. Además, ampliamos aquí el elenco con otros personajes principales carismáticos, con una trama humana más poderosa, con un trasfondo político más claro y mejor definido, y con nuevos secundarios de igual fuerza y presencia que los principales, hasta el punto que, al cerrar el libro, cuesta adivinar cuáles permanecerán y cuáles se irán (si es que lo hace alguno) en el siguiente libro.

La segunda deuda es con la trama. El final de la primera entrega, como hace el final de esta segunda, sienta unas bases que deben ser el punto de partida para lo que vendrá a continuación. Se hace así para orientar al lector, además de para crear una expectativa de cara a las siguientes novelas. También hay ciertos elementos de coherencia que los autores deben respetar, aunque para ello se deba contradecir de alguna forma a la coherente y perfectamente delineada solidez de los personajes. En un momento dado, por ejemplo, la alto cargo de la ONU Chrisjen Avasarala decide entrar en un juego político cuyas consecuencias primeras parecen sorprenderle mucho cuando, por lógica, y siendo tan inteligente como supuestamente es, no debería ni siquiera cogerle por sorpresa. Entendemos, entonces, que es un juego de guión obligatorio, aunque con ello el personaje sufra necesariamente en su credibilidad y coherencia.

Estas obligaciones de guión, no obstante, son resueltas con originalidad, y a veces hasta con atrevimiento, pero también se observan ciertas redundancias o simplezas que a veces frenan un poco la intensidad y el ritmo altos de una trama en la que pocas veces deja de haber novedades.

Y, hasta aquí, las pegas.

Rocinante. Ilustración de Tracy Généreux

Todo lo demás que se puede decir es para ensalzar a una novela de transición, sí, pero perfectamente construida en su trama, coherente en todas sus grandes lógicas, casi perfecta en la construcción de sus personajes y que recoge de forma excelente el hilo argumental principal derivado de la novela anterior, haciéndonos esperar así con ansiedad a la siguiente entrega. La puerta de Abadón (Nova, 2018; edición original del mismo año). Hasta entonces podemos disfrutar intensa y excelsamente de este segundo volumen. Motivos no faltan.

Entre estos motivos se esconde el que es, en mi humilde opinión, uno de los mejores personajes de la serie: Chrisjen Avasarala posee una personalidad compleja capaz de combinar con sutileza los matices de un instinto político vivo e implacable, con la entrañable ternura de una esposa enamorada y una abuela sensiblera. A estos rasgos de personalidad y carácter debemos sumar su baja estatura, su pelo blanco, su aparente frágil semblante y su irrefrenable tendencia a soltar improperios y maldiciones prácticamente con cada frase. Este es el retrato de alguien inolvidable y magnético para cualquier lector, por su descripción tan repleta de contradicciones o de aparentes antagonismos (según el estándar al que solemos estar acostumbrados, donde la gente de su edad ni siquiera forma parte del contexto o del escenario).

A partir de ella, la trama política de la serie toma cuerpo y densidad. Para ello resulta muy de agradecer el esfuerzo de la voz narradora por explicarnos las sutilezas de la alta diplomacia, por desenmascarar las entrañas del juego que se traen entre manos o, lo que es lo mismo, por formarnos en el análisis de las causas y las consecuencias de muchas de las cosas que suceden, algunas perfectamente extrapolables a nuestra cotidianidad. No en vano, la novela posee un discurso político perfectamente construido, donde se dejan caer píldoras sueltas que, puestas en conjunto, dibujan un realismo político próximo a la socialdemocracia europea o al liberalismo moderado estadounidense. situado en algún punto intermedio entre el pragmatismo de Avasarala y el idealismo de Holden (aunque más próximo a las posiciones de la primera que del segundo, quien no se libra aquí de alguna colleja bien dada).

Por otro lado, si Miller tiraba en la primera novela de la trama hacia un planteamiento quizás más policíaco, ahora su ausencia le permite a la trama incorporar otros matices y disfrutar de mayor libertad y complejidad creativa. Junto a la antedicha trama política, cobra también especial importancia la trama socioeconómica a partir de la crítica al poder de las grandes empresas y, en concreto, a su connivencia con el poder político como un mecanismo de perversión de la libertad y la democracia. En la primera entrega, Protogen era el chivo expiatorio, ahora elevando a un conglomerado invisible y anónimo de intereses privados y particulares personalizados en el empresario Jules-Pierre Mao y en el almirante de la flota ONU Agusto Nguyen (enemigo acérrimo de Chrisjen Avasarala y antagonista de ésta).

La trama humana gana también peso específico con el refuerzo del discurso familiar. Si en la primera novela era el motor narrativo, a partir de la misión de búsqueda de Juliette Mao, pero después parecía disolverse poco a poco frente a la importancia de otros argumentos mayores, aquí los hilos argumentales en los que la familia tiene algún peso específico crecen por doquier. Prácticamente todos los personajes principales tienen un pie puesto en ella, si bien estos hilos se van desarrollando en distintos momentos y a distinto ritmo para no saturar la lectura, de una forma discreta, natural y siempre justificada. Un ritmo constante e intenso que nos da a entender, muy claramente, de la importancia de este mensaje específico en el libro, haciendo de este tema algo imposible de pasar desapercibido.

Podríamos hablar también del mayor peso de la Ciencia y de cómo la amenaza de la protomolécula se va volviendo más y más específica a medida que pasan las páginas, o de cómo la crítica social se cuela también en el texto a la hora de hablar sobre cómo son la sociedad terrícola o la marciana, o de qué puertas quedan abiertas de cara a una tercera entrega de cierre que se intuye apasionante y repleta de sorpresas. Pero todos estos añadidos, y alguno más, sólo servirían para redundar en la idea de que estamos ante una novela de transición casi perfecta (salvedades anotadas aparte), donde la trama encaja como un guante con personajes magnéticos, temáticas variadas, un discurso interno rico en matices para el lector más sagaz y/o más implicado, además de una historia trepidante de investigación, poder y persecución que culminará con los cliffhangers necesarios para dejar al lector con ansiosos deseos de más. No en vano, estamos ante una nueva porción de la mejor ciencia-ficción hecha en las últimas décadas.