En Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, Michael Chabon realiza un recorrido sentimental por la cultura popular estadounidense de su infancia. El esfuerzo se vio recompensado con el premio Pulitzer. La novela es un homenaje al cómic de superhéroes y a la magia, e incide mucho en la cuestión judía. No obstante, estos temas deslucen la evolución de los personajes y de la trama, que termina por descarrilar hacia el final.

Detalle de la edición de Random House de 2012 de la novela

Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Debolsillo, 2014) ganó el premio Pulitzer de 2001, entre numerosas loas de asombro y felicitación. Michael Chabon (Washington D. C., Estados Unidos, 1957) volvía a presentar una novela de envergadura, tras su exitoso Chicos prodigiosos (1995; edición en castellano a cargo de Anagrama, 1997). El sindicato de policía yiddish (2007; edición en castellano de DeBolsillo, 2010) terminaría de asentar su reputación como fabulista, que se vería ratificada por los Hugo y Nebula de 2008, con los que entraría en el panteón de los autores de fantasía. Pero su palmarés es más amplio: con Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay Chabon llegó incluso a granjearse un nombre en el mundo del cómic, al realizar una adaptación de su personaje metaficticio favorito, El Escapista, en Michael Chabon Presents the Amazing Adventures of the Escapist (2005, premio Eisner a la Mejor Antología en 2005). Las asombrosas aventuras…, cuyo título mismo ya remite al folletín decimonónico, creó a su alrededor todo un mundo ficticio capaz de mover la imaginación colectiva estadounidense gracias a una mezcolanza muy habilidosa de historia social con literatura ficcional.

La novela recorre las décadas de 1930 a 1950 a través de la vida de dos primos lejanos: Josef Kavalier y Samuel Louis Klayman —por motivos comerciales adapta al inglés su apellido judío—. Kavalier ha nacido en Praga y le ha tocado vivir el ascenso del nazismo y el inicio de la persecución nazi a la comunidad judía de su ciudad natal. Al ser el mayor de dos hermanos, Josef se ha convertido también en la mejor promesa de la burguesa familia Kavalier, su esperanza de que la descendencia y el linaje continúen progresando en este mundo. Por eso, es enviado a los Estados Unidos junto a su tía Etna y su primo Sammy, en búsqueda de una vida mejor en un país lejano, meca sentimental de nuevas libertades al alcance de cualquiera y en la cima de su efervescencia socioeconómica. Atrás ha dejado a toda su familia e, incluso, la magia, algo más que una afición que sin embargo llegará a serle de utilidad en su nuevo contexto.

Sammy Clay, por su parte, ha nacido en Estados Unidos, vive en Nueva York, y sueña con convertirse algún día en un gran dibujante e historietista. En una carpeta vieja y ajada guarda las historietas de otros artistas de la época y, con más tesón que suerte, intenta imitarlos, usándolos de modelos para un estilo propio que no acaba de definir. Mientras tanto, hace sus modestísimos pinitos con las ilustraciones y dibujillos de los anuncios de los productos de la empresa donde trabaja, Empire Novelties, pero sin reconocimiento ni fortuna alguna. Con todo, un cambio fundamental en su vida se produce con la entrada de Josef Kavalier. Él, a diferencia de Sammy, tiene un estilo perfectamente definido, una habilidad innata para realizar en pocos minutos unos maravillosos dibujos de impacto. Y, cuando la madre de Sammy le pide que busque para su primo un trabajo en Empire Novelties, similar al que él tiene (o, mejor dicho, dice que tiene), se ve definitivamente expuesto ante una cruda realidad: mientras su primo Joe tiene el don para el dibujo, lo suyo es construir historias y definir personajes que sean capaces de imitar al tan idolatrado Superman.

El Escapista, según Mike Mignola y Dave Stewart, para Dark House (número 3, 2006)

De esta sociedad estrambótica y accidental de ambos primos saldrá El Escapista, un personaje de cómic nuevo y audaz cuya principal obsesión es enfrentarse a los nazis y, más en concreto, zurrarle la badana al maléfico Adolf Hitler. Pero este personaje será solo el inicio de una serie con otros muchos protagonistas salidos de la imaginación de ambos primos, que, en colaboración con otros dibujantes y entintadores, crearán para lo que acabará siendo Empire Cómics, la división de Empite Novelties, de la que Joe y Sammy, Kavalier y Clay, serán principales motores de creatividad y dirección artística. A partir de este punto es donde la novela se introduce más a fondo en la edad de oro del cómic: por las páginas de la novela aparecerán Stan Lee o Jack Kirby, averiguaremos que Marvel se llamaba antes Timely Comics, o veremos algunos de los principales momentos que definieron los primeros años de Timely/Marvel tras su fundación… Chabon nos hace un recorrido desde sus primeros años, pasando por su época de madurez —coincidiendo con la IIª Guerra Mundial y la necesidad de héroes que diesen la cara contra el mal—, hasta llegar a su edad dorada en la década de 1950. Una verdadera lección de historia que encantará a los aficionados al noveno arte.

No obstante, este no es el único aspecto histórico-social de la novela. Chabon juega con ambos primos, con sus orígenes y sueños, para abrir el foco a otros aspectos.

Los amantes de la magia tienen aquí también su espacio. Todo comienza cuando Joe aprende en Praga de un excelente mago, Bernard Kornblum, quien le enseña los grandes trucos de la profesión y lo motiva para acercarse al nivel más alto. Durante el proceso de aprendizaje, no obstante, quiere sorprender a esos mismos magos, enfrentándose a un truco de escapismo que apenas ha preparado y, posiblemente, se encuentra todavía muy por encima de sus capacidades. Este intento amarga la relación con Kornblum, aleja a los excelsos magos de Praga de Joe, y detiene su proceso de aprendizaje. Con todo, los contenidos aprendidos y las habilidades desarrolladas le servirán en Estados Unidos, tanto para diseñar al personaje del Escapista, como para ganarse la vida con pequeñas funciones de magia en bodas, bautizos y bar mitzvahs. Un interés por esta disciplina cobra una nueva dimensión en la última parte de la novela, cuando sirve de elemento central de la trama a partir del cual desarrollar el personaje de Tommy Clay, hijo de Sammy y Rosa, que establecerá una relación intensa con Joe a partir de su pasión común por la prestidigitación.

Otro punto focal es el de la cuestión judía. En este caso, el argumento desarrolla distintos aspectos del tema, según el punto espacio-temporal donde se encuentre la novela. Si nos encontramos en Europa, y en concreto en la Praga natal de Joe, el acento se pone en la construcción del discurso judío respecto a los nazis, en el surgimiento del Gueto de la ciudad, en cómo la comunidad judía se organizaba y convivía en su seno, o en destacarnos el poder y las funciones del Consejo Judío de Praga. Ya en Estados Unidos, el foco se divide en dos perspectivas. Por un lado, la trama nos habla sobre la construcción de la identidad judía, sobre el origen étnico y la cuestión religiosa, y cómo va ganando progresivamente peso esta identidad entre los judíos residentes en Nueva York. Por otro lado, y en relación con esta identidad, resulta muy interesante observar la transformación que experimenta la sociedad anglosajona respecto a la comunidad judía, de no querer incordiar a la comunidad alemana e incluso mantenerse ambiguos respecto a Hitler, a pasar más adelante a personalizarlo como el enemigo, y en cómo este cambio afecta decisivamente al estatus de la comunidad judía en la ciudad.

En cierto sentido, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay usa la historia de los cómics y de la magia para definir a dos personajes, Joe y Sammy, ambos con importantes crisis de identidad. Para Joe, su desarraigo respecto a pasado y familia le ha impedido desarrollar relaciones afectivas profundas con cualquier persona; se nos presenta como una persona dañada, un efecto colateral de un momento sociohistórico crucial del siglo XX. Sammy, plenamente arraigado, tiene en su frustración profesional y sexual los motivos por los cuales no vive una vida plena, una vida realizada; tampoco posee el valor como para arriesgarse y romper con esas barreras que lo mantienen en una vida insatisfactoria para él y para los que conviven con él. Y lo mismo podría decirse respecto a otros personajes secundarios, especialmente a Rosa —enamorada de Joe primero, esposa de Sammy después— o de cualquiera de los cargos directivos de Empire Novelties. Por no hablar de cómo todos los personajes pertenecen a la comunidad judía, y cada uno de ellos desarrolla esta identidad comunitaria de forma particular y distinta respecto a los demás.

Este uso instrumental de la historia, y concretamente de la historia de la magia y la del cómic, no permite disfrutar la novela con plenitud. De hecho, se mueve entre los distintos puntos de interés a salto de mata. Pocas veces hay un desarrollo equilibrado y bien hilado entre ellos, hasta el punto de desconectarnos de vez en cuando de los personajes y sus circunstancias. Y esto no puede pasar. Por suerte, existen fragmentos donde sí obtenemos ese equilibrio, aunque aparecerán ante nuestros ojos como los grumos en la sopa. Con todo, el conocimiento de estas historias consigue entretener, los personajes están bien definidos y perfectamente llevados hasta el último cuarto de la novela, y la trama se desarrolla con bastante lógica hasta que en la quinta parte todo parece irse de mano poco a poco. Por eso el consejo, a la hora de afrontar este texto, es el de hacerlo con la curiosidad de un apasionado de los cómics, o de la magia, o de la cuestión judía, o de la crisis identitaria en los tiempos modernos.

Querer ir más allá de estas aspiraciones, pretendiendo cotas literarias elevadísimas en esta novela, es hacerle un flaco favor a un texto que es, ante todo, una exposición reflexiva sobre qué era ser judío en los Estados Unidos en la mitad del siglo XX.