La voz del amo, de Stanislaw Lem, es una novela que se contextualiza en un marco desesperanzado de la Guerra Fría, con una posible guerra atómica en el horizonte, de ahí que su tono sea tan profundamente pesimista y angustiosamente desolador. Está trufada de profundas reflexiones humanístico-científicas profundas y actuales, y concede poca o ninguna esperanza a que la humanidad pueda trascenderse a sí misma en la búsqueda de un futuro distinto al que está construyendo ahora mismo.

Hard Landing. Ilustración de beeple

Cada novela merece una lectura dentro de su contexto. Las de Stanislaw Lem (Ucrania, 1921 – Polonia, 2006) sobre todo. Porque el contexto al que nos debemos referir es bastante más complejo de lo habitual, ya que la reflexión de Lem es sumamente profunda y exigente: baste leer La voz del amo (Impedimenta, 2017), novela de 1968, para identificar distintos niveles de reflexión, una voz narradora más próxima (en numerosas ocasiones) al discurso expositivo que al narrativo y, por tanto, una trama central y unos hilos argumentales totalmente vinculados a estas reflexiones. Nos encontramos así ante una no-novela o, quizás, ante una especie extraordinaria de híbrido metaliterario donde la ficción es el escenario de un auditorio distinto al narrativo o, por lo menos, más próximo al expositivo de ideas y al explicativo de argumentos.

Esta forma de hacer las cosas no es rara en Lem. De hecho, una de sus obras magnas, Summa Technologiae (1964), previa a ésta, fue una compilación de ensayos breves de tipo filosófico-técnico donde muchos de los temas desarrollados aquí aparecen ya contemplados. Y, en una mirada al futuro, este mix ficción-ensayo aparecerá también en otras obras posteriores, bastante mejor equilibradas y desarrolladas que en La voz del amo, como aquellas que componen la conocida como Biblioteca del Siglo XXI (especialmente en Golem XIV, 1981), en cuanto a que comparten una notable similitud estructural, discursiva y temática. El protagonista de la novela es un sobresaliente científico de su época, Peter Hogarth, que nos expone a modo de informe de investigación su participación en el proyecto científico “La voz del amo”: será el responsable de traducir un mensaje complejo supuestamente recibido desde una distante e ignota civilización alienígena.

A continuación, vamos a adentrarnos en estos niveles y observar la visión y las advertencias que nos acerca Stanislaw Lem desde esta novela.

Nivel 1. El espacio y sus peligros

El ser humano posee todavía una visión romántica del Universo, entendido como un espacio mayoritariamente vacío donde otras civilizaciones esperan a ser contactadas, bien para ser dominadas por una humanidad superior o bien para colaborar productivamente. Se trata de una óptica basada en la práctica ausencia de peligros o, por lo menos, en su evitabilidad, así como en la creencia de una vida con un sentido expansivo y reproductivo. A tal visión responden muchas de las decisiones que, antaño y actualmente, toma la humanidad en su relación con el infinito que la envuelve: la exploración espacial, el programa SETI o la red de radiotelescopios para la exploración del cosmos en busca de señales de vida extraterrestre, son algunas de las más importantes. Pero tal visión carece por completo de fundamento (que no de sentido): nada garantiza que haya vida compleja o inteligente ahí fuera, y menos seguro es que —en caso de haberla— entre sus objetivos no estuviese la conquista, la explotación y/o la extinción de la vida terrestre.

Peter Hogarth ejerce en la novela, de forma abierta, esta opinión a contracorriente respecto a la mayoría tanto de la sociedad general como de la comunidad científica directiva a cargo de “La voz del amo”. Mientras casi todos los demás creen que un mensaje fundamental y positivo se encuentra oculto en estas señales del cosmos, la voz narradora (trasunto de Lem) defiende una opinión más causal (prácticamente casual), donde la vida compleja es una anécdota de color en un universo físico coherentemente cerrado alrededor de sus leyes fundamentales configuradoras. Este escepticismo suprime toda voluntad ajena a la física y, en consecuencia, también el presunto sentido de la vida. El mensaje recibido se convierte en un ruido de fondo del universo, en un eco de su sentido y su lógica, sin remitente ni receptor definidos.

En este nivel de reflexión, Lem se posiciona del lado de los cientificistas: de aquellos que realizan afirmaciones o aceptan hipótesis sólo respaldadas por la lógica y/o la evidencia empírica. Este posicionamiento presenta importantes implicaciones, como el rechazo frontal a las filosofías vitalistas, dominantes entonces y ahora, por las que se suprime toda posibilidad de sentido a la vida más allá del de la supervivencia. La principal consecuencia de este razonamiento resulta ser la imposibilidad de la lógica expansionista, según la cual la vida busca a la vida para crecer por el espacio: es una forma de pensar que cierra la puerta por completo a la posibilidad de recibir mensajes del exterior o a poder recibir la visita generosamente colaboradora y entregada de civilizaciones alienígenas lejanas. Estamos, pues, ante todo un ataque a la línea de flotación de la ideología espacial contemporánea dominante.

El tiempo y la actualidad han matizado algunas de las afirmaciones científicas utilizadas en la novela, pero, en lo básico, el discurso de Lem se mantiene sólido y en pie, constituyendo todavía una de las reflexiones más provocadoras, exhaustivas, inteligentes y brillantes sobre esta cuestión jamás realizadas desde la Ciencia-ficción.

Move Forward. Ilustración de beeple

Nivel 2. La humanidad y la conquista del futuro

El ser humano soñador, que se agarra a los imposibles (o implausibles) como a un clavo ardiendo como mejor forma de mantener encendida la llama de la esperanza, es aquel que en esta novela toma decisiones clave en su relación con la vida inteligente extraterrestre: diseña programas científicos, puede coordinarse con otras culturas y otros países, dirige recursos escasos a la investigación científica, y los utiliza (o no) para conseguir el bien global o el bien particular de sus ciudadanía y sus países aliados. A lo largo y ancho del libro, países, ejércitos y comunidad científica muestran la madera de la que están hechos, pues están sometidos a una presión elevada y fundamental de la que no podrán escapar y que los hará desvelar sus más hondos valores, actitudes y convicciones. El resultado no será nada halagüeño para el conjunto de nuestra especie.

En primer lugar, en estos programas científicos donde tanto poder duro (hard power) está en juego, y más en el programa “La voz del amo”, existe una densa red de ocultaciones y engaños destinada a la conservación del poder por parte de quien lo ostenta y ejerce. Si el gobierno y el ejército están detrás, si son ellos los promotores del programa, resulta evidente la existencia de otras intenciones distintas o complementarias (siempre más importantes) a aquellas meramente científicas, lo que implica mentiras, dobles o  triples interpretaciones, jugar con cartas marcadas, esconder las bazas hasta el último momento… Pero, sobre todo, implica que la búsqueda del conocimiento y su aplicación no son una prioridad sino la búsqueda de mantener o ampliar la ventaja estratégica frente a rivales y enemigos.

En segundo lugar, incluso dentro de la comunidad científica, asistimos a una reproducción de estos vicios y problemas, inherentes al poder y a su ejercicio. La lucha encarnizada por la ventaja militar se traslada al ego personal por el descubrimiento, por el éxito y el reconocimiento dentro del grupo, y por el triunfo fuera de él, a la hora de aportar un conocimiento transformador e irreversible. Este retrato descarnado y encarnizado de las cloacas internas humanas suspende por completo la excepcionalidad del hombre racional, derrumba el mito de la comunidad científica como un espacio sociocultural diferente a cualquier otro formado por seres humanos distintos a los demás y cancela cualquier atisbo de esperanza vinculada a que sea esta comunidad la que aporte una visión más cabal de la dominante. El científico queda así relegado a una simple —y falible— dimensión humana.

Lem concede poca o ninguna esperanza a que la humanidad pueda trascenderse a sí misma en la búsqueda de un futuro distinto al que está construyendo ahora mismo.

Infinite Loop. Ilustración de beeple

Nivel 3. El futuro se esfuma entre nuestros dedos

La humanidad se entretiene así en luchas intestinas y en causas improductivas, mientras el tiempo corre y las posibilidades de conseguir salir adelante van pasando ante nuestros ojos. En un toque de contemporaneidad, que sitúa a Lem como el maestro que fue y es, su discurso está plagado de problemáticas que el tiempo no ha hecho sino agravar: las crisis ecológicas, demográficas, morales o económicas han ido a peor y nada hemos sido capaces de conseguir para mitigarlo o frenarlo o cambiarlo. El ser humano está fracasando claramente en su única misión principal: sobrevivir.

De ahí que el tono de la novela sea tan profundamente pesimista, hasta resultar por momentos incluso angustiosamente desolador. Nuestras imperfecciones son tantas y de tal envergadura que, en opinión del escritor polaco, el final fatal resulta irremediable y todo lo vivido hasta ahora no es sino el prólogo de un relato ya escrito. Lo peor de todo es que sus argumentos son claros, contundentes y parecen confirmados por la evidencia empírica. Al leer La voz del amo uno siente estar ante una experiencia vital digna de tal nombre. Porque más allá discurso filosófico-técnico, y del relato concreto sobre lo insustancial de las creencias vitalistas respecto a la relación de la humanidad con el infinito, se esconde un discurso antropológico realista bañado de un denso pesimismo alrededor de nuestro porvenir general como especie. Se trata de una perspectiva inherente a la obra de Lem, muchas veces recubierta de surrealismo o de humor, aunque presentada aquí en una de sus formas más puras y descarnadas.

Conclusión

La voz del amo no es una novela accesible, aunque ninguna de las obras fundamentales de Lem lo es. Literariamente, bebe de Summa Technologiae y antecede con voz clara y poderosa a la Biblioteca del Siglo XXI en muchos de sus aspectos. Fracasa con rotundidad en el equilibrio entre el discurso narrativo ficcional y el discurso explicativo y reflexivo- filosófico, y muestra maneras en la exploración de esa vía, que sí encontrará sólida culminación en otras novelas posteriores. Con todo, resulta un ensayo creativo interesante por parte del autor, una pieza extraña de ver en cuanto Lem era un exagerado perfeccionista, concesionario de muy pocas facilidades a la hora de alumbrar un escrito con el que no estuviese personalmente satisfecho. Este último valor, junto con su carácter de ensayo reflexivo metaliterario inicial e iniciático, son quizás sus puntos positivos más salientables.

Cronológicamente, las referencias literarias utilizadas se inspiran de forma clara en la Guerra Fría, en la polarización USA-URSS, en el Proyecto Manhattan (al que incluso llega a nombrar directamente) y en la guerra científica de ambos polos orientada al dominio del mundo. Este contexto fue el que alimentó el carácter y las creencias de un Lem efectivamente pesimista, que encuentra en esta novela un tono de negrura profundamente oscuro y depresivo, mucho más de lo habitual respecto a la media de toda su producción, y destacadamente pesimista si lo comparamos además con sus escritos más populares. Por ello conviene enfrentarse a la novela desde el tiempo al que pertenece: un periodo convulso donde la Guerra Fría se encontraba en uno de sus puntos álgidos y las perspectivas respecto a una guerra nuclear habían ido en aumento.

Pese a sus dificultades creativas y concretísimo contexto, la novela alberga unas reflexiones humanístico-científicas profundas y actuales dignas de consideración, coherentes y encuadrables en el pensamiento de Lem, más disfrutables si cabe al estar ante una —la enésima de Impedimenta— traducción directa del polaco (a cargo de Abel Murcia y Katarzyna Maloniewicz). Sin duda, es una novela capaz de deleitar a sus lectores más fieles.