El tesoro del Cisne Negro, último trabajo de Paco Roca, con guión del diplomático Guillermo Corral, es un cómic de aventuras realistas cuyos héroes son funcionarios anónimos. Indiana Jones es realmente un burócrata. Gracias a este trabajo en la sombra se pudo recuperar los restos del barco hundido Nuestra Señora de las Mercedes, cuyo bombardeo desembocó en la batalla de Trafalgar. Sucedió en 2007, cuando el Gobierno español llevó a juicio a los piratas tecnológicos de la empresa Odyssey por un descubrimiento de monedas antiguas en aguas internacionales. La historia se cuenta con brío en este vibrante thriller.

Portada de El tesoro del Cisne Negro, muy influida por El secreto de El Unicornio, el mejor cómic de aventuras de Hergé

 

Las mayores aventuras suelen transcurrir casi siempre entre despachos. El verdadero Indiana Jones es un burócrata que tiene que lidiar con autoridades nacionales, intereses espúreos, lodazales diplomáticos y con abstrusas legislaciones. Toda búsqueda legal de un tesoro, aquella que nos muestra el cine, debe pasar por el filtro del reconocimiento internacional. Y eso no lo consiguen aventureros románticos calados con un Fedora sino funcionarios con años de experiencia, como los que rescataron los restos del barco Nuestra Señora de la Mercedes de las manos de unos piratas tecnológicos en pleno siglo XXI.

Sucedió en 2007: la empresa estadounidense Odyssey encuentra en aguas internacionales cercanas al golfo de Cádiz un fabuloso tesoro, que la compañía no duda en tasar en casi 17 toneladas de monedas de oro y plata, procedentes de un barco hundido. En su eufórico comunicado, obvia toda mención a la ubicación y al nombre del pecio. El Gobierno, presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero, sospecha que pueda tratarse de un barco español, e inicia acciones legales para reclamar su propiedad y la del más de medio millón de monedas halladas. El Ministerio de Cultura, en coordinación con Exteriores, contrata a un especialista en arqueología y legislación submarina, James Goold, cuyos servicios ya había empleado con éxito en otros litigios, para representar a España ante los tribunales estadounidenses, donde debe dirimirse el caso. Tras cinco largos años de encontronazos entre Odyssey y el Gobierno, y de sentencias favorables, recursos y apelaciones, el Tribunal Supremo estadounidense falla a favor de la repatriación de los restos a España, que se produce finalmente en febrero de 2012, en un ambiente de película de acción. Hasta aquí la versión reducida de la historia, rastreable en hemerotecas. La intrahistoria puede leerse en el cómic El tesoro del Cisne Negro (Astiberri, 2018), de Paco Roca y del diplomático Guillermo Corral (Portugalete, 1971).

Hemos optado por el laconismo en la sinopsis para no destripar sorpresas en una trama llena de giros, digna de la mejor película de espías y aventuras, y muy bien narrada por Corral, funcionario que vivió en primera persona desde la sede de Cultura los sucesos que recoge el cómic. La intención última del guionista es la de realizar una loa a los funcionarios, y no por pura adscripción gremial: Corral deja claro que son los auténticos héroes de su historia. En contra de la mala prensa generalizada (desde los medios de la derecha, fundamentalmente), los funcionarios son personajes en la sombra, expertos que, con su constante y esforzado trabajo, casi nunca reconocido, propician el final feliz de la singladura (o, cuando a los políticos les da por ponerse mediocres, quienes mantienen los cimientos del país y permiten que funcione incluso sin gobiernos constituidos). Este guión transcurre entre archivos, cafeterías, despachos ministeriales o embajadas, sin que el ritmo decaiga nunca, porque Corral logra convertir una pugna diplomática y legislativa en toda una epopeya.

Corral, diplomático con veleidades literarias y obra publicada, tanto escrita como fotografiada, toma decisiones inteligentes para no desviar la atención, y hacer que el argumento fluya y se entienda: la primera es reducir a uno —con los rasgos de César Antonio Molina, segundo titular de Cultura (2007- 2009) en el gabinete Zapatero, pues fue durante su mandato cuando se llevó a juicio a la Odyssey— el número de ministros implicados (hasta cuatro) en la historia. El Ministro representa el cupo político, que es necesario para contextualizar los hechos, pero su presencia no resulta vital: el protagonismo recae en ratones de biblioteca, en arqueólogos o especialistas en numismática. Corral (Álex Ventura en el cómic) impulsa también el dibujo de Roca al ofrecerle la posibilidad de explorar maneras muy dinámicas de contar el suceso. Digno ejemplo de esta habilidad son las páginas a dibujo entero y color sepia con las que se cuenta la desgracia de Nuestra Señora de la Mercedes y sus tripulantes, bombardeada por fragatas inglesas en 1808, y cuyo hundimiento desencadenó la batalla de Trafalgar, con la que se sellaría la hegemonía marítima británica.

 

Ejemplo de narración de la historia de la desafortunada fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804 y que costó la vida de 249 de sus 300 tripulantes. La agresión acabó con la tensa neutralidad de la época y desembocó en Trafalgar

 

A pesar del enorme mérito de Corral, es imposible negar que El tesoro del Cisne Negro sea un cómic eminentemente de Paco Roca. Al igual que otras novelas gráficas anteriores del autor, trata sobre héroes anónimos. Roca emplea el medio en el que mejor se mueve, y con el que goza de prestigio mundial, para dignificar y reivindicar a aquellas personas olvidadas por la Historia, pero sin cuya aportación la realidad hubiese sido bien distinta. El dibujante valenciano posee la enorme capacidad de transformar en thrillers esas vidas; sabe cómo enseñarlas, cómo irlas desgranando a ojos del lector hasta lograr hacerlas propias. Roca saca a la luz dichas existencias y las comparte como quien revela un secreto o reparte un tesoro.

En este caso, en vez de optar por un rancio y fácil panfletarismo patriotero, prefiere crear debate, intercambiar ideas, reflexionar. Y lo hace planteándose hasta qué punto fue importante la labor de los funcionarios que libraron una feroz batalla por recuperar los vestigios de un barco hundido. Al profundizar en el argumento e ir dándole vida, Roca nos transmite a través de sus viñetas y de la (vivaz) planificación de sus páginas el mensaje de estar ante algo decisivo, definitorio, trascendental; un hito que marcará una pauta moral y de conducta. El tesoro del Cisne Negro encierra mucho de orgullo, pero no por una bandera gigante o una abstracción nacional sino por el mero hecho de luchar por lo que es justo. Aquellos funcionarios no se embarcaron en una causa perdida: lo dieron todo para incrementar el acervo cultural de un país y de sus ciudadanos. Y lo hicieron por deber, por cometido, y por pasión.

Hoy, gracias a ese trabajo en la sombra, el tesoro es público: puede visitarse en una exposición permanente en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA) de Cartagena (Murcia). El tesoro de Nuestra Señora de la Merced se ha visto incrementado gracias a las sucesivas expediciones submarinas realizadas, hasta 2017, y que han permitido recuperar nuevas piezas. La UNESCO ha incluido su catálogo en el Registro de Buenas Prácticas del Patrimonio Submarino, creado en 2015 a raíz precisamente del caso. La resolución en favor del Estado español sirvió para generar jurisprudencia y sentar las bases futuras sobre arqueología marina, de la que marcó precedente. Y aunque el tesoro fue menor de lo esperado, ya que muchas monedas resultaron ser irrecuperables, este final agridulce no empaña para nada el mérito de quienes hicieron todo lo posible para que pudiésemos disfrutarlo. Héroes solitarios que siguen siendo anónimos en sus despachos.

 

Con este brío y dinamismo cuenta Paco Roca esta historia, imprimiéndole un sesgo de puro thriller. Así, la narración no se resiente en ningún momento y mantiene la atención y el interés