Ilustración realizada por Yuly Alejo (Vienen cuando hace frío)
La nueva novela del escritor madrileño Carlos Sisí, Vienen cuando hacen frío, y publicada por Insólita Editorial, es una historia bien contada pero con importantes problemas de ambientación que sacan al lector de la (entretenida y previsible) narración.
Vienen cuando hace frío de Carlos Sisí (Madrid, 1971), es el segundo título de Insólita Editorial, nuevo sello que está apostando fuerte por el fantástico. Esta vez trae lo último de Sisí, premio Minotauro 2013 por Panteón, uno de los escritores españoles más leídos de literatura de terror gracias a la exitosa saga sobre zombis que comenzó a publicar en 2009, Los Caminantes.
Vienen cuando hace frío (2017) se ambienta en unos Estados Unidos distópicos -o quizás no tanto- y azotados por una crisis económica en los que sus ciudadanos malviven con trabajos basura que simplemente dan para pagar facturas. Joe Harper, el protagonista, pierde su empleo y decide mudarse a una aislada cabaña que le dejó en herencia su abuelo, Cerón Harper, a las afueras de Sulphur Creek, Canadá. Aunque encuentra la cabaña prácticamente en ruinas no se desanima y comienza a restaurarla. Poco a poco va reconociendo en ella su hogar, gracias a su tesón y a la compañía de una pareja de amables vecinos. Este ambiente idílico se trunca cuando llega el invierno, momento en el que los habitantes de Sulphur Creek abandonan el pueblo con cualquier excusa. A pesar de los consejos de sus vecinos, Joe decide pasar el invierno allí, sólo para descubrir la razón de la súbita deserción de toda vida humana en la región.
Carlos Sisí reconoció en una entrevista a EFE publicada en La Vanguardia que su nueva novela «no fue premeditada ni estudiada», que sólo la escribió «por puras ganas de escribir». Reconoció que la idea de la historia nació de una frase que una amiga publicó en su Facebook y provocó que se hiciera preguntas. La espontaneidad con la que germinó la historia en el interior de Sisí es, quizás, el motivo de las lagunas que hay en la narración. Si bien es una novela amena y fácil de leer gracias a la prosa sencilla que caracteriza a su autor, que además logra mantener la tensión aunque el argumento no sea del todo original, pero sí muy bien conducido, Vienen cuando hace frío deja al lector un tanto helado, con el regusto agridulce de haber leído una historia incompleta.
Iustración
Nagy Norbert
(Revenant)
Iustración Kevin Mark (Corsario, ¡quiero mis galletas de vuelta!)
Como bien dijo Sisí en la misma entrevista, el título escogido para el libro le obligó a situar la historia en un lugar frío, aislado y con nieve. Sin embargo, uno de los principales deslices que quitan fuerza a la narración es el hecho de que, a pesar de su ambientación canadiense, la procedencia estadounidense de los personajes provoca que las conversaciones y monólogos de los protagonistas queden estereotipados, pobres en léxico y desnaturalizados para el lector español. A pesar de la conseguida atmósfera, merced a las riquísimas y envolventes descripciones del paisaje, la narración es menguada con el uso expresiones completamente impostadas en diálogos y pensamientos que descentran la lectura y la desvían de su objetivo último terrorífico. La historia no está bien construida y eso se nota en las múltiples fallas narrativas, considerablemente notables en cuanto a la cronología y el árbol genealógico de los Harper, especialmente en lo relativo a los improbables antecedentes cronológicos del abuelo y patriarca del clan.
Eso sí, el madrileño sabe muy bien cómo meterse en faena a la hora de transmitir la asfixia de su personaje principal, en relación con el bello paraje transformado en pesadilla: «La primera nevada cayó el 2 de octubre. […] Para cuando la luz empezó a retirarse y a dejar un atardecer tempestuoso y oscuro, el cielo desgranaba ya cantidades ingentes de nieve. […] Sólo esperaba que no nevase tanto que (tuviese que) encontrarse por la mañana una pared de hielo bloqueando la puerta.» Y: «La sola idea le hizo sentir una fuerte opresión en la boca del estómago, una suerte de pinzamiento que no tardó en extenderse a los pulmones. Retrocedió unos pasos tambaleándose hasta llegar a la pared, donde se dejó resbalar hasta el suelo. Una sensación de ahogo se apoderó de él, nublándole la vista.»
Ilustración
de Ryan Van Dongen
(Antelopeman)
Ilustración de Kristian Llana
Una de las consecuencias más inmediatas de la deficiencia en la expresión de los diálogos es que las personalidades de los protagonistas no están bien dibujadas ni definidas, lo que conduce a lagunas en sus temperamentos y maneras de actuar, por lo que resulta difícil empatizar o relacionarse con ellos. Por ejemplo, el propio Joe Harper es un personaje plano, que no evoluciona, aunque el desarrollo de su vida debería llevarle a ello. Luego, el tardío Allen Bowen, una de las mejores construcciones del libro, sale tan al final de la historia, que acaba pasando desapercibido y relegado a la categoría de secundario. Es irónico que sean los efímeros vecinos Pete y Betsy quienes logren despertar una mínima simpatía en el lector, y resulta dramático, por ello, que el giro que se les intente dar no funcione. Carlos Sisí podría haber creado una imagen estresante, de pánico paralizante; sin embargo, la construye de manera tan brusca que resulta cómica y predecible.
No se puede negar que Carlos Sisí, como lector, tiene un amplio bagaje de literatura de terror, como demuestran las múltiples referencias tanto explícitas como implícitas que hay a lo largo de la novela, y que como escritor tiene el ingenio para crear historias originales a partir de clásicos del género. Ambos talentos, no obstante, son insuficientes, y desde luego no exclusivos, porque en Vienen cuando hace frío los elementos no terminan de encajar y dan como resultado una novela inconexa, que no consigue llegar al clímax. Una novela prematura en la que se han descuidado los pequeños grandes detalles de ambientación y cuyos recurrentes tics en los diálogos hacen que queden desnaturalizados, sacando al lector de la asfixiante situación a la que se somete a los personajes. La lectura es amena, pero no trascenderá.
Ilustración realizada por Samuel Gonzalez (White Forest)