Ilustración realizada por Jordi Solano (Feathertop)para Fabulantes

Cabeza de Pluma es uno de los cuentos más famosos de Nathaniel Hawthorne, y uno de los que mejor reflejan el ambiente misterioso, mágico y supersticioso de su Nueva Inglaterra natal. Una bruja insufla vida a un espantapájaros e inicia así una tradición literaria asociada a lo funesto y lo agorero.

“Los vampiros son siempre hombres. Y lo mismo ocurre con los duendes. Y los dos son peligrosos. Pero ninguno de los dos es ni la mitad de peligroso que una bruja de verdad”

                                                                                                                          Roald Dahl

La tradición terrorífica del espantapájaros probablemente se creó en el mismo momento en que la primera figura fue puesta en un maizal. No es un mito extraño, pues el porte, los brazos de paja y la cabeza de calabaza unidas por ropas viejas y colgado cual remedo crucificado, configuran una imagen profundamente perturbadora: necesaria para espantar a los grajos y cuervos de las cosechas de maíz emulando la figura humana, es fácilmente asociada a lo funesto y agorero. La trayectoria cinematográfica del tema es larga, pero baste señalar que, recientemente, ha sido referenciada en la película Annabelle: Creation (David F. Sandberg, 2017), con un espantapájaros más que horripilante. Por supuesto, antes del cine estuvo la tradición literaria. Nathaniel Hawthorne (1804-1864), autor norteamericano de renombre mundial es quien más -o mejor- ha hecho por la fama del guardián del maíz.

Feathertop, o Cabeza de Pluma en su traducción española, es un cuento incluido en la antología Musgos de una vieja rectoría (Valdemar, 2015), selección que además incluye los mejores relatos de Hawthorne, como La hija de Rappaccini o El joven Goodman Brown. Fue escrito por el autor en su rectoría en Massachusetts en torno al año 1846, y al igual que toda su obra, destila un romanticismo oscuro muy parecido al de E. T. A. Hoffmann, con estrambóticas situaciones que ponen en jaque la psique y moral de sus protagonistas.

Ilustración:
Ching Yeh 

(Espantapájaros)

Iustración Kevin Mark (Corsario, ¡quiero mis galletas de vuelta!)

El argumento de Cabeza de Pluma se centra, en primera instancia, en la creación de un espantapájaros que es dotado de vida ―mediante una pipa mágica― por una bruja extremadamente poderosa. Cabeza de Pluma, nombrado así por la gran pluma que engalana su sombrero, es animado por su creadora con una burlona recomendación especial: ir a ver a su enemigo el juez Gookin y en especial, cortejar a su bella hija Polly. El ingenuo Cabeza de Pluma accede, pero en la casa del juez no todo saldrá como era de esperar.

Nathaniel Hawthorne, estadounidense de excelente abolengo, nació en Salem, el 4 de julio de 1804. Nieto de uno de los magistrados más crueles e implacables en la infausta caza de brujas del mismo pueblo, Hawthorne es un fiel representante de un espíritu compungido por la fuerza del destino, y eso se ve reflejado en su literatura. Para Lovecraft “hay en él un alma bondadosa cohibida por el puritanismo de la primitiva Nueva Inglaterra, tenebrosa y melancólica, y afligida por el universo inmoral que en todas partes trasciende las pautas convencionales concebidas por nuestros antepasados para representar la ley divina e inmutable”[1] Probablemente esta visión está marcada por La letra escarlata (Valdemar, 1995); los de Hawthorne, además de ser textos en donde el mal se vuelve manifiesto, también representan siempre una alegoría o una moraleja.

Ilustración
Stijn Winding

(El Pasaje)

Ilustración de Kristian Llana

Desde un principio, el cuento es interesante. Madre Rigby, la bruja, es un personaje consistente. Su tradición familiar, conjugada con su representación de la quintaesencia del Mal, son las que le confieren carácter. Madre Rigby no es una bruja cualquiera. El narrador la define como “una de las brujas más astutas y poderosas de nueva Inglaterra”, y deja bastante claro su poder al ser capaz de insuflar vida a un muñeco creado con elementos cotidianos: “¡Encontrará muchos hermanos suyos en todas las esquinas (…)  Bien; hoy no me proponía ocuparme de brujerías, cono fuera para encender mi pipa, pero bruja es lo que soy y lo que probablemente continuaré siendo, de modo que sería inútil disimularlo”.

Cabeza de Pluma se contagia de la fuerza y vitalidad con la que es construido y decide emprender su misión sin siquiera pararse a pensar en las consecuencias. Para mantenerse en pie lo único que necesita es chupar la pipa de Madre Rigby compulsivamente, y al acabarse el tabaco, pedirle una nueva ración a una especie de diablo o fuerza desconocida denominada Dickon que lo recarga y le da un nuevo tizón. Gracias a esta magia, consigue mantener el embrujo de una rutilante presencia humana que, salvo a los niños y los perros, encandila a cuantos se le cruzan.

Ilustración
de Max Kostin
(Bruja)

Ilustración de Kirill Khrol (Tormenta)

Hawthorne propone un cuento maravilloso en el que se rescatan las viejas tradiciones de Nueva Inglaterra. Sus antepasados, y su propia historia, infestan la narración de un gusto que nos lleva hasta lo más primigenio de la creación de la cultura estadounidense. Salem es un pueblo tristemente célebre por sus «brujas», y el autor se vanagloria en mostrarlo como tal.

La alegoría es firme y no cuesta demasiado identificarla al final. Baste decir que del encuentro entre Polly y Cabeza de Pluma ―desautorizado por el juez Gookin― surge una mutua a irremediable atracción. En una escena ante un espejo que supone el clímax de la narración y del discurso moralizante de Hawthorne, Cabeza de Pluma se verá reflejado tal y cual es, sin que importe su apariencia: el contraste lo señala la cruel esencia que emana de su persona. Así pues, por muy guapo que pueda parecer (provisionalmente) Cabeza de Pluma, tarde o temprano manifestará lo maligno de una esencia envenenada por la mística y los poderes de la poderosa hechicera que le insufló vida.

Ilustración de Glenn Porter
(Acércate un poco más)

La narración de Hawthorne avanza vertiginosamente hacia un final en el que el espantapájaros desarrolla una conciencia humana mucho más grande que su propia apariencia. Su decisión -y sacrificio- final será ejemplar. Madre Rigby, la gran protagonista del cuento, termina siendo superada por una fuerza contraria mayor que ella, y de trágicas connotaciones que ponen en jaque el amor, la apariencia y la bienaventura.

Ilustración realizada por Viktor Toth
 (Fotograma 1)

NOTAS:

 [1] El horror sobrenatural en la Literatura (Valdemar, 2010).