Rebelión en la granja es uno de los libros más conocidos y amenos de George Orwell; considerada una crítica contra el estalinismo, tuvo que sobreponerse a la censura durante su publicación por la alianza bélica entre el Reino Unido y la URSS.

En 1903 nacía en Motihari (India) el escritor Eric Arthur Blair, más conocido con el seudónimo de George Orwell (1903–1950). Periodista, ensayista y novelista, Orwell tuvo una carrera literaria muy prolífica; alcanzó el culmen de la fama con sus dos últimas novelas: Rebelión en la Granja (1945) y 1984 (1949). En ambas elabora una crítica contra los totalitarismos en general y contra el socialismo de Stalin, en particular.

George Orwell terminó de escribir Rebelión en la granja (Destino, 2006) a principios de 1944, pero tuvo que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, para que saliera a la luz. Los editores ingleses no se atrevieron entonces a publicar una historia cuyos matices satíricos y alegóricos hubiera podido poner en peligro la alianza de la Gran Bretaña con la Unión Soviética. Efectivamente, los hechos que se desarrollaban en la granja de Orwell bien podían identificarse con los acontecimientos que estaban teniendo lugar en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Rebelión en la granja es uno de esos libros que puede llegar a tu librería a los 13 o 14 años (y quizás lo pondrías justo al lado de El señor de las moscas), a los 20 (porque 1984 te ha abierto el camino al universo orwelliano), a los 30 (cuando ya interpretas política y socialmente todo lo que te rodea), y de ahí hacia adelante. Un clásico que encanta a todas las generaciones y a todas las épocas por su carácter universal, por su frescura y sencillez a la hora de contar los hechos, y por su humor e ironía, que lo hacen ameno y divertido. Una obra que adquiere más valor, más matices y más significado a cada lectura, una obra única porque siempre es actual, vigente, y visionaria.

La novela es una fábula satírica y alegórica que cuenta la historia de una revolución bastante peculiar: la rebelión de los animales de una granja contra su dueño, el Señor Jones. La brecha en el sistema de poder establecido en la comunidad agrícola la abren los discursos sobre la libertad y la igualdad del animal más sabio y vetusto de la finca, el cerdo Viejo Mayor, profeta de la llegada de una revolución donde los animales hubieran sido por fin dueños de sí mismos. Dicha rebelión no tardará en manifestarse: bastará con que el dueño deje de alimentarles un día para que los animales, dirigidos por los jóvenes cerdos Snowball y Napoleón, se levanten y se enfrenten al granjero, expulsándolo de su propiedad. Tras la incontestable victoria, se empezarán a sentir los nuevos cambios de aire: la granja pasará de llamarse “Granja Manor” a “Granja de los animales”, mientras los rebeldes reunirán las ideas y los principios del Viejo Mayor bajo el nombre de “animalismo”, de las que se postularán, por escrito, los siete mandamientos que el sabio cerdo estableció antes de morir:

Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.

Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.

Ningún animal usará ropa.

Ningún animal dormirá en una cama.

Ningún animal beberá alcohol.

Ningún animal matará a otro animal.

Todos los animales son iguales.

Al principio, todo funcionará perfecta e idílicamente en la nueva “Granja de los animales”. Sin embargo, la situación cambiará de forma radical cuando los cerdos, autoproclamados líderes por su presunta inteligencia superior, empiecen a abusar de su poder. Tendrán lugar incluso las primeras peleas internas sobre la manera de dirigir la granja, por las que Snowball se verá obligado a huir, dejando Napoleón al mando. En poco tiempo, Napoleón, líder único, se transformará en un verdadero tirano, rodeándose de perros-policía, explotando a los otros animales y ejecutando a todos aquellos que se opongan, aunque débilmente, a su autoridad.


 

 

Con un estilo cómico y grotesco, Orwell cuenta las monstruosidades que puede provocar una política basada en el puro ejercicio del poder. Lo hace a través de una fábula, quizás para mantener una distancia desde los acontecimientos reales y tener la libertad de llevarlos a otro nivel, el fantástico, para satirizarlos. Rebelión en la granja se considera una crítica, más o menos velada, a la Revolución Rusa y a su degeneración en los tiempos de Stalin. Las similitudes son innumerables, empezando por el granjero, el Señor Jones, que representa la caída del zar y de la monarquía.

La Revolución Rusa, al igual que la rebelión de los animales, empezó bajo unos principios de libertad, lucha contra el poder, defensa del proletariado, de los que Lenin, identificable con el Viejo Mayor, se hizo portavoz. La corrupción de esos principios, el abuso de poder de la mano de Stalin, y la consecuente dictadura, son fácilmente comparables con lo que pasa en la granja bajo el control de Napoleón (cuyo nombre no es una casualidad). El proletariado está representado por Boxer, el caballo más fuerte de la granja, que ante cualquier problema suele decir “Trabajaré más duro” o “Napoleón siempre tiene razón”. Benjamin, el burro, es el personaje más cínico de la granja, y podría identificarse con los intelectuales, conscientes de lo que está teniendo lugar, pero incapaces de oponerse a ello. El cerdo Snowball ha sido identificado con León Trotsky, mientras que el campesinado lo constituyen las ovejas y las gallinas, estúpidas, torpes e incapaces de tomar una posición crítica ante la realidad.

 

 

En la novela encontramos paralelismos también en lo que concierne el sistema policial o propagandístico del socialismo estalinista. Los perros, de los que se rodea Napoleón, representan ni más ni menos que a la policía secreta rusa; el joven cerdo Squealer sublima el poder del sistema propagandístico. En cuanto portavoz de Napoleón, Squealer se encarga de tramitar las decisiones de la “autoridad” al pueblo y manipular las informaciones y los hechos según lo que es más conveniente. Los mismos mandamientos, base del “animalismo”, son modificados para justificar el comportamiento de Napoleón y su casta de privilegiados; por ejemplo, el mandamiento “Todos los animales son iguales” se convierte rápidamente en “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”

Al presentarse como una fábula, Rebelión en la granja no se limita a ser una crítica de la degeneración y corrupción del socialismo ruso, sino que se erige en portavoz de un mensaje de carácter mucho más abierto y universal, condenando cualquier tipo de sociedad totalitaria, cualquier abuso de poder, cualquier degeneración del igualitarismo. Con esta novela, Orwell muestra claramente cómo aquellos que se presentan como salvadores, en un principio, pueden fácilmente convertirse en tiranos y dictadores de la peor especie. Una degeneración que tiene que ver casi exclusivamente con el abuso del PODER.

Avaricia, violencia, traición, discriminación, limitación de las libertades de cada individuo… son todas consecuencias de un mal manejo del PODER, concentrado en las manos de una sola persona. En la novela, la utopía de una sociedad igualitaria se derrumba conforme Napoleón adquiere más poder. Primero, establece una distancia entre el “pueblo” y “los detentores” de ese poder; luego, utiliza todas las herramientas a su disposición (uso de la fuerza y la violencia) para mantener esa distancia y así eliminar los modelos de igualdad y libertad que los habitantes de la granja habían ansiado en el pasado. El progresivo declive de la “Granja de los animales” termina en el momento en que los cerdos se convierten en humanos: ya han adquiridos todas sus costumbres (dormir en la cama, comer en la mesa, caminar sobre dos patas), sus vicios (beber alcohol, usar la violencia, matar) y también sus deseos de poder y riqueza.

Han pasado respectivamente 72 y 68 años desde la publicación de Rebelión en la granja y 1984, dos novelas donde el escritor británico nos muestra las terribles consecuencias de los regímenes totalitarios y lo que puede provocar el poder en manos del “animal” equivocado. Hoy más que nunca, sus reflexiones son lamentable y terriblemente actuales. El legado de George Orwell nos recuerda la importancia de vivir bajo los valores de la igualdad y la libertad en su sentido más amplio. Para que Rebelión en la granja viera la luz, su autor tuvo que enfrentarse a la censura de los editores británicos, pero también al rechazo y miedo de las masas a enfrentarse a la realidad. George Orwell sostenía: «la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quieren escuchar».