Grendel_Beowulf-Mariano-Fernandez-de-Henestrosa

Grendel_Beowulf-Mariano-Fernandez-de-Henestrosa
La cabeza de Grendel, ilustración de Mariano de Henestrosa

No ha debido ser nada fácil el enfrentarse a la edición de un libro como este Beowulf (Minotauro, 2015). Chistopher Tolkien (Leeds, Inglaterra, 1924) afrontó la ordenación de todos los materiales de su padre J.R.R. Tolkien (1892-1973) y se encontró con un torrente de información dispersa no sólo en cuanto a contenido sino también en cuanto a su datación. Montañas de documentos relativos a una vida dedicada a la lengua y a la literatura inglesas, de todo tipo y tenor, en fecha desordenada; algunos de ellos, incluso, contaban con su participación como corrector y/o mecanógrafo sin que su memoria guardase siquiera un leve recuerdo de tal hecho. Además, por supuesto, de los reencuentros y las nostalgias que tal labor debe suponer para quien fue un muy amado hijo (y además de, por cuestiones de la vida, albacea testamentario). A editar buena parte de los materiales del padre ha dedicado Tolkien hijo buena parte de su tiempo en las últimas décadas, para presentarlo al conocimiento y deleite del público.

Hasta el momento, la labor editora de Christopher Tolkien había sido fundamentalmente reconstructiva. Cuando su padre murió, dejó inconclusos numerosos proyectos en proceso relacionados con la Tierra Media. El más conocido de ellos es, sin duda, El Silmarillilon (1977, publicado por Minotauro en 1984), la más amplia base histórica y cultural disponible para completar y comprender el universo creativo de su novela cumbre: El señor de los anillos (1954, publicada por Minotauro en 1978). Junto a este, otros proyectos editados y publicados póstumamente fueron los de los Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (1980, editados por Minotauro en 1990), los trece volúmenes publicados entre 1983 y 1996[i] sobre La historia de la Tierra Media y, en fechas mucho más recientes, Los hijos de Húrin (2007, publicada por Minotauro en ese mismo año[ii]).

Sin embargo, una faceta mucho menos conocida de J.R.R.Tolkien es la derivada de su profesión como filólogo. Especializado en inglés antiguo, Tolkien padre tuvo la oportunidad de trabajar con textos clásicos hasta el punto no sólo de traducirlos sino también de adaptarlos, haciendo gala de sus dotes literarias para la creación de versiones o revisiones modernizadas. A este tipo de trabajos pertenecen sus títulos de más reciente publicación: La leyenda de Sigurd y Gudrún (2009), La caída de Arturo (2013) y Beowulf (2014, editada por Minotauro en 2015). Sin embargo, en este último caso se da un paso más allá porque, junto a textos de propia creación de J.R.R. Tolkien relacionados con la leyenda de Beowulf, el volumen incorpora también, y sitúa en el centro de su trabajo, los textos originales y las traducciones desde el inglés antiguo realizadas por el filólogo tanto del Beowulf como del cuento mitológico que le sirvió de base, titulado “Sellic Spell”.

La primera consecuencia lógica de este nuevo enfoque es que, en este Beowulf, el foco se sitúa mucho menos en el J.R.R. Tolkien autor y bastante más en el J.R.R. Tolkien filólogo. Las siguientes consecuencias se perciben en la edición donde, al manejar otro tipo de textos y materiales, el criterio de Christopher Tolkien también ha debido transformarse, no sin dejar entrever algún que otro problema en el cambio. El más evidente reside en el público al que va dirigido la obra. Aunque, declaradamente, se diga que ésta va dirigida al lector general sin conocimiento del inglés medio, el tipo de trabajo editorial exigido por el tipo de textos incluidos en él hace que su editor nos pida ver este libro “más bien como un «volumen conmemorativo», un «retrato» (por así decir) del especialista en el contexto de su tiempo (…)”[iii] (página 14). No podíamos estar más de acuerdo con él.

Por consiguiente, conviene no asustarse. No estamos ante un trabajo especializado, aunque sí ante la muestra del trabajo de un especialista. No estamos ante un análisis filológico in estricto sensu, sino ante la parte divulgativa o fácilmente perceptible de la labor de un filólogo en cuanto a la construcción y reconstrucción de un texto antiguo. Además, este Beowulf nos aporta otras características de valor para el lector general interesado en la fantasía. Por un lado, muestra con rigor cómo el género ha hecho a veces alianza con la historia a la hora de enaltecer linajes o figuras, esto es, de construir mitos. Por otro lado, nos aporta una perspectiva cronológica bastante bien fundamentada sobre cómo esa mitología puede diseñarse a posteriori, modificando leyendas o historias pasadas en aras de un interés presente y futuro. Y, finalmente, podemos también percibir con claridad cómo los tipos literarios utilizados por Tolkien en su obra poseen un pasado fundamentado en textos que eran para él cosa de su día a día y que, sin duda, lo influyeron de forma decisiva en cuanto autor. Sin olvidar, por supuesto, el interés inherente al Beowulf en cuanto leyenda nórdica inspiradora de otros textos tanto de su época como de la nuestra.

Diferentes tipos de elementos con valor que dan pie, claro, a distintas formas de acceder, de leer y de disfrutar este libro.

Para el lector menos ambicioso queda el goce proporcionado por los textos literarios: la traducción del Beowulf desde el inglés antiguo, las dos versiones del “Sellic Spell” y los dos lay[iv] inspirados en esta leyenda aunque redactados originalmente por Tolkien padre (“Beowulf y Grendel” y “Beowulf y los monstruos”). Tres puntos de vista distintos desde los que interpretar un texto clásico: traduciéndolo lo más fielmente posible al original, adaptándolo sin tan extremo rigor o bien reelaborándolo desde un punto de vista moderno para un público contemporáneo con necesidades actuales. Sea como fuere, cualquier lector de fantasía puede disfrutar con la historia de cómo el joven Beowulf viaja a lejanas tierras para defender al rey de los daneses de un ogro o gigante -de nombre Grendel- cuya extrema fuerza y crueldad tiene atemorizados a los hombres de Heorot, su Casa. Y de cómo, frente a las falsas acusaciones y sospechas infundadas de quienes sólo piensan en mantener el favor del rey a toda costa, con su fuerza y valor como únicos aliados, Beowulf consigue con éxito no sólo solventar esta noble misión sino también hacerse con la gloria y las riquezas que tal audacia trae consigo a todo hombre de buen corazón.

Un paso más allá, el libro aporta a los lectores interesados en la perspectiva histórica del género fantástico un extraordinario caudal de información adicional. Aquí nos referimos a cómo el rey de los daneses, realmente existente en el siglo VI (Heorot sería, hipotéticamente la actual localidad de Lejre), mezcla su verdadera historia con otras provenientes de los cuentos de hadas de la época (“Sellic Spell”) y de cómo esa síntesis sirve para construir un mito. También se observa cómo la coincidencia de los tipos literarios (rey en apuros, personaje al rescate, victoria heroica) sirven para facilitar esa síntesis y, además, extenderla en el tiempo -pues estos tipos se reproducen también en otras historias de otros tiempos y otros espacios bien distintos y lejanos a la Dinamarca del siglo VI-. E, incluso, podemos ver cómo la fantasía bebe del concepto de “arquetipo” al mostrar de qué manera se reproducen los mismos tipos literarios en culturas sin contacto de ningún tipo entre ellas.

Y si, además, se es un lector tolkieniano, apasionado seguidor de su obra, literaria o filológica, este libro aporta una perspectiva completa de ambas dimensiones. El trabajo editor de Christopher Tolkien se centra en elaborar un texto lo más fiel posible a su voluntad última de traducción paterna -pues desde el primer borrador hasta sus últimas modificaciones transcurrieron no pocos lustros, además de justificar cada decisión tomada a través de fragmentos de conferencias o de escritos donde explicaba su postura personal respecto a uno u otro aspecto del texto original-. Mientras que, durante la lectura de su traducción y otros textos, vemos también cómo aspectos muy presentes en El señor de los anillos (1954), una obra posterior a la primera traducción, tienen en Beowulf una importancia capital: piénsese en los personajes, en las ambientaciones, en las referencias a las casas y a los linajes, o en cómo se construyen ciertos tipos literarios, especialmente de los personajes más extremos sea en perfidia o sea en nobleza. Numerosos aspectos presentes en este trabajo destilan el sabor único y característico que tan bien ha sabido conseguir J.R.R. Tolkien en sus obras como autor.

Beowulf se nos muestra como una obra distinta a todas las demás publicadas hasta ahora de J.R.R. Tolkien en España porque, a diferencia de aquellas, nos aporta una perspectiva más amplia y completa de su persona. Hasta hace poco, apenas salimos del mundo de la Tierra Media cuando nos referíamos a él. De unos pocos años a esta parte, nuevas ediciones y traducciones de su obra original nos han permitido ir precisando su perfil, mostrándonos que si la literatura era su afición, la filología era su pasión, y que ambas áreas estaban unidas entre sí. Ahora, con este trabajo filológico tan conectado tanto con la fantasía en cuanto género como con su obra en cuanto autor principal del mismo, podemos dar otro paso más en el conocimiento de una de las figuras más relevantes de la literatura universal contemporánea.

Este Beowulf puede interesar a distintos tipos de lectores y públicos, entre otras cosas, porque es una obra lo suficientemente ambiciosa y equilibrada como para permitir que esto sea así. Por eso, independientemente del tipo de lector que se sea, el acercamiento a esta obra resulta siempre interesante. Máxime si tenemos en cuenta el extraordinariamente complejo trabajo de edición que se esconde en todo libro para hacerlo, a pesar de todo, aparentemente sencillo para tanta gente tan diferente.

NOTAS

[i]No adjuntamos aquí las fechas de publicación en su edición española porque, al aplicar Minotauro criterios de edición distintos a los de su edición inglesa, entendemos que ambos no son trabajos homologables y, por tanto, de haberlo hecho podríamos contribuir a confundir a los lectores más que a informarlos.

[ii]A partir de aquí, cuando no hagamos alusión a su edición española es porque ella se ha publicado en Minotauro y en el mismo año que la edición inglesa. Cualquier caso distinto a este será convenientemente especificado.

[iii]Las comillas especiales son del propio autor, no nuestras.

[iv]Por “lay” nos referimos a un cuento rimado breve que, entre los siglos XII y XIV, se componía en tierras de Inglaterra y Francia con el objetivo de divertir a la audiencia. Christopher Tolkien nos refiere que su padre recurría a este tipo de composiciones cantadas para entretenerlo cuando él era muy niño.