Corría el año 1957 cuando un periodista viajó a la costa de Oregón. Su encargo, para una revista del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, era escribir un artículo sobre cómo el gobierno había plantado hierba en la cima de las dunas. De esta manera se podía evitar que el viento arrastrase arena a las autopistas. El artículo, al que planeaba titular «Han detenido a las arenas móviles», dio lugar a una de las historias más reconocidas de la ciencia-ficción.
En la mente de Frank Herbert comenzó el encuentro de arquetipos míticos y ecología; de espiritualidad religiosa y conflictos políticos; de supervivencia adaptativa y reestructuración social. Todo ello a la extraña luz que las drogas psicotrópicas aportaban a la conciencia. Dune y su saga conforman un Universo dinámico cuyo centro es la melange, también conocida como «especia de especias»: droga geriátrica que permite los viajes interestelares, recurso escaso sumamente valioso y tan sólo comparable al petróleo. El mayor logro y también el mayor secreto de la saga reside en los organismos productores de esta especia: los gigantescos gusanos de arena que, como los dragones de fantasía, defienden ferozmente este preciado tesoro.
El gusano recibe el nombre de Shai-Hulud, del árabe شئ خلود (cosa eterna)[i]. Es endémico de los desiertos del planeta Arrakis, conocido como Dune por los pobladores nativos (los Fremen, antiguos esclavos zensunni, religión que sincretiza el budismo zen y el sunismo)[ii]. También es llamado «Hacedor», «Viejo del desierto», «Viejo padre eternidad» o «Abuelo del desierto». En la Dune Encyclopedia (considerada como no-canónica por los herederos de Herbert pese a que el mismo autor alabó la obra en su día) recibe el nombre científico de Geonemolodium arraknis o Shaihuludata gigantica. El gusano es fácilmente reconocible en su forma adulta: semejante a un anélido terrestre, presenta un cuerpo cilíndrico y ápodo, formado por anillos metaméricos. Los planetólogos imperiales han registrado avistamientos de especímenes de hasta 400 metros de largo, aunque los Fremen hablan de algunos que podrían medir mucho más. La boca del gusano es muy semejante a la de las lampreas o los anisakis (gusano nematodo de tipo parasitario), mostrando hileras circulares de dientes de carbono cristalino.
El ciclo vital del gusano de arena fue postulado por Pardot Kynes, primer planetólogo imperial en Arrakis y considerado como Umma (profeta) por el pueblo Fremen[iii]. Se inicia en el plancton de la arena, criatura que se alimenta de la especia. Este plancton se desarrolla en las capas profundas, para dar lugar a las truchas de arena o «Pequeños hacedores»: vector intermedio entre planta y animal, organismos planos, de forma romboide y sin ojos, con el aspecto de un trozo de cuero. Las truchas crecen en comunidad, alimentándose en las masas de agua subterránea. Esta es la principal causa de la desertificación de Arrakis, planeta húmedo hasta la introducción de esta especie. Las truchas de arena bloquean las masas de agua para evitar que los gusanos puedan encontrarlas, ya que el agua es extremadamente venenosa para ellos. De sus excreciones mezcladas con el agua surgen las masas de preespecia, compuestos inestables que generan grandes cantidades de gas. Tras alcanzar un punto crítico, estas masas explotan para liberar la especia a la superficie, y muchos Pequeños hacedores mueren en las explosiones. Los supervivientes se enquistan durante un periodo de seis años para emerger como gusanos adultos. Si estos sobreviven al canibalismo de sus semejantes podrán desarrollarse hasta la edad adulta, viviendo miles de años. El gusano se alimenta de plancton de arena, pequeños gusanos y todo tipo de rocas o material inorgánico que caiga en su interior (aunque nunca de las truchas de arena, a las que reconoce como barreras de agua). Además, su movimiento esparce la especia por la superficie y es agente erosivo del terreno. Cuando el gusano muere, su cuerpo se deshace en un montón de plancton y truchas de arena, recomenzando el ciclo.
El comportamiento de estos seres es territorial y agresivo. Los gusanos detectan cualquier tipo de vibración constante y responden a la misma acudiendo para engullir lo que la produce. De hecho, se considera que la arena en Arrakis procede de la acción abrasiva de los gusanos al desplazarse. Por otra parte, sus procesos digestivos (que pueden verse desde su boca hacia su interior como unos «fuegos imposibles») terminan con la excreción por el ano de una enorme concentración de oxígeno caliente, aportando el necesario gas a la atmósfera del planeta y oxidando el terreno. La única manera de terminar con un gusano sería con una explosión nuclear o con descargas eléctricas de alto voltaje a cada uno de sus segmentos (ya que cada uno posee su propio sistema nervioso primitivo). El agua puede usarse para ahogar a los más pequeños, aunque no se encuentra en cantidades suficientes para suponer una amenaza a los adultos. Afortunadamente para las sociedades de Arrakis, los gusanos son solitarios y si se encuentran inician una lucha a muerte por el territorio. La única excepción conocida a esto es la mítica «Danza de los Gusanos», en la que el gusano más anciano es rodeado por los demás adultos, girando a su alrededor mientras el viejo muere, disolviéndose en truchas de arena. Este suceso fue presenciado una sola vez por el Fremen Liet-Kynes, coincidiendo con el nacimiento del héroe Paul Atreides en el lejano planeta Caladan[iv].
El misterio de este ser es mucho más «alienígena» de lo que podría esperarse. La visión presciente de Leto II Atreides y su gemela Ghanima (hijos de Paul Atreides y su concubina Chani) indica que las truchas de arena fueron traídas a Arrakis desde otro planeta, en un pasado tan lejano que se pierde en la cronología conocida. La naturaleza de quién las transportara o de este mundo original es completamente desconocida: ni Frank Herbert ni sus herederos han dejado pistas al respecto. Sólo puede deducirse que el hecho de que los viajes estelares no estuvieran plenamente desarrollados en esta época apunta a una especie no-humana o, cuanto menos, a una civilización humana que no ha dejado rastro ni memoria en el Imperio de los mundos conocidos. Por otro lado, el hecho de que las truchas de arena puedan desertificar todo un planeta, señala a esta especie con capacidad de adaptar cualquier ecosistema a su nicho ecológico, lo que tan sólo es comparable con la habilidad humana de transformar el entorno para su comodidad.
La posible consciencia de estos seres es otro tema de controversia. El hecho de que produzcan la melange, droga presciente para los humanos, no les da mayores opciones de inteligencia que a ciertas ranas venenosas. No obstante, queda abierta la especulación a la posesión de algún tipo de inteligencia biológica primitiva, incomprensible para la humanidad: en su relación con Leto II, ambas especies conforman la Senda de Oro, proceso por el que se protege a humanos y gusanos de la extinción final, a manos del enemigo que es la inteligencia artificial. De la simbiosis entre Leto y las truchas de la arena surge el Dios Emperador, el humano-gusano que gobernará miles de años[v]. Resulta paradójico pensar que sus planes para terraformar Arrakis en un planeta-jardín concluirán con la extinción de todo gusano que no sea él mismo. Pese a ello, en la muerte del Tirano se explica el acuerdo tácito entre especies: si bien puede afirmarse que los gusanos carecen de cerebro, sí que poseen una serie de ganglios nerviosos interconectados. En los gusanos originales éstos eran bastante limitados; sin embargo, los gusanos surgidos de la muerte de Leto poseen una parte de las memorias del Tirano, más ganglios nerviosos y, según el mismo Leto, consciencia[vi].
Lo que sí es innegable es la característica sagrada de este creador de ecosistemas. El pueblo Fremen lo asimiló rápidamente en sus supersticiones, que elevaron al gran gusano como símbolo del Dios del desierto. Este pueblo puede convocar al dios gracias a sus aparatos martilleadores (que generan vibraciones rítmicas en las arenas), para el rito de iniciación a la edad adulta. Es entonces cuando montan a los gusanos, abriendo con garfios sus coriáceos segmentos. El gusano teme arrastrar la parte interna de carne blanda y suave, por lo que no se hunde en la arena (a menos que quede extenuado) y puede ser guiado para viajar largas distancias. Así es como un joven Fremen pasa a ser un «Caballero de la arena». Los dientes cristalinos que se desprenden de la boca del gigante se convierten en el cuchillo ceremonial Fremen, el crys. Sus creencias señalan que cuando un crys es desenvainado ha de derramar sangre, aunque sea la del propio poseedor. También forman parte de los ritos de exaltación de sus sacerdotisas, las sayyadinas. Mediante el ahogamiento en agua de un gusano enano se extrae el agua de la vida, concentrado de especia altamente tóxico. La sayyadina afronta la agonía de la especia, ritual en que asumirá todas las memorias de sus antepasadas. Si su ego sale victorioso del trance podrá transmutar el veneno en una droga consumible, alzándose como una reverenda madre (este ritual es semejante al realizado por la hermandad de brujas al servicio del Imperio, la Bene Gesserit).
Pese a todo lo que ofrece a los Fremen, el gusano de arena también quita: su voracidad le lleva a consumir las vidas de los que nos son extremadamente cuidadosos. Es entonces cuando se le nombra como Shaitan, demonio portador del mal. Para la sociedad del Imperio de mundos, en cambio, la sacralidad del gusano se desprende de su papel como productor de la especia. De la supervivencia de este ser depende el mismo centro de su universo, así como su final, prescrito en la Senda de Oro: la batalla de Kralizec, una especie de Ragnarok en que humanos y gusanos se enfrentarán a las terribles máquinas pensantes[vii]. El gusano, con sus misterios sagrados y su «especia de especias» es la mayor fuerza de transformación del ecosistema universal. Su existencia se relaciona con la formación de los héroes de la saga, la evolución de las sociedades humanas y los cambios en todo planeta que toquen. Frank Herbert, quizá inspirándose en las pequeñas sanguijuelas que se adherían a su piel en los ríos, dio vida al mayor monstruo de la ciencia-ficción: terrible, despiadado y extrañamente sabio.
NOTAS
[i] Baheyeldin, Khalid. Arabic and Islamic themes in Frank Herbert’s “Dune”. The Baheyeldin Dinasty, 1999. Web. 22 Enero 2004.
[ii] Herbert, Frank. “Apéndice II. La religión de Dune”. Dune. Traducción de Domingo Santos. Madrid: La Factoría de Ideas, 2010. 489-492. Impreso.
[iii] Herbert, Frank. “Apéndice I. La ecología de Dune”. Dune. Traducción de Domingo Santos. Madrid: La Factoría de Ideas, 2010. 477-484. Impreso.
[iv] Herbert, Brian y Kevin J. Anderson. Dune: La Casa Corrino. Traducción de Eduardo G. Murillo. Barcelona: Random House Mondadori, 2003. Impreso.
[v] Herbert, Frank. Hijos de Dune. Traducción de Domingo Santos. Barcelona : Acervo, 1977. Impreso.
[vi] Herbert, Frank. Dios emperador de Dune. Traducción de Montse Cunill. Barcelona: Ultramar Editores, 1985. Impreso.
[vii] Herbert, Brian y Kevin J. Anderson. Gusanos de arena de Dune. Traducción de Encarna Quijada. Barcelona: Random House Mondadori, 2008. Impreso.