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Detalle de una de las largas viñetas de la obra de Joe Sacco

Durante el comienzo del siglo XX se dio la conjunción más mortífera de la historia de la guerra: nuevas armas de alto poder destructivo puestas en manos de ejércitos estratégicamente anquilosados o, lo que es lo mismo, la mayor potencia bélica hasta entonces conocida dirigida contra ejércitos mal pertrechados y peor preparados. Las magnitudes de las pérdidas fueron inmensas, sólo proporcionales al alcance geográfico de los conflictos y a las fuerzas (económicas y físicas) de los contendientes.

La inconsciencia con que se vivió este período hizo que, desde el liderazgo político al militar, tanto para con sus civiles como para con sus militares, se actuase con una inusitada prepotencia; normalizando la crueldad, el hambre y la penuria hasta más allá de lo concebible.  De aquí que, de todos los conflictos de este período, a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se la conozca con el sobrenombre de “La Gran Guerra”.

La Batalla del Somme resuena como una de las batallas más largas y sangrientas de aquel conflicto. Para el ejército británico todavía hoy es la más sangrienta: ni antes ni después volvieron a padecer, en un día, las 57.740 bajas que se contabilizaron aquel 1 de julio de 1916. Durante los cuatro meses y medio que duró la batalla, hasta el 18 de noviembre, ambos bandos perderían más de un millón de soldados –nada comparable, por ejemplo, con las 370.000 bajas militares británicas que se contabilizaron en toda la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)-. Para que nos hagamos una idea, contra los pesados proyectiles del enemigo o las balas de frío metal, un soldado contaba con unos pesadísimos veinticinco quilos de impedimenta con alguna granada de mano y munición, además de su rifle con bayoneta y un débil casco de metal, casi a pecho descubierto y con escasa movilidad.

Tal es el lugar que la Batalla del Somme ocupa en la memoria colectiva de los contendientes, que todavía hoy es una referencia ineludible en lo que a la Gran Guerra se refiere. Por eso no es de extrañar que, cuando en octubre de 2011, Matt Weiland (editor en W.W. Norton & Company) llamó a Joe Sacco (Malta, 1960) para proponerle un álbum sobre este conflicto, y no sin antes darle alguna que otra vuelta, Sacco se decidiese finalmente por esta batalla como leitmotiv. Pocas formas más se le podrían ocurrir a cualquiera para sintetizar un período tan convulso y una guerra tan mortífera.

El resultado de sus dudas iniciales y de su decisión final es extraordinario. Uno de los mejores trabajos de Sacco, en una de las ediciones más ambiciosas. Cuando uno recorre sus páginas, ve cuánta imaginación, cuánta creatividad y cuánta documentación hay detrás. Horas y horas de planificación, de lectura previa, de imágenes construidas en la cabeza del dibujante, minuciosamente transformadas y perfiladas hasta acabar vertidas en el papel. Si uno toma en sus manos La Gran Guerra (Reservoir Books, 2014) y lo abre, se verá ante un formato inesperado e infrecuente: un mural desplegable que supera los siete metros de extensión. En palabras del autor: “(…) seguí el criterio del tapiz de Bayeux, que cuenta la historia de la invasión normanda de Inglaterra. Para compactar el dibujo me remití al arte medieval en otras formas estilísticas, concretamente prescindiendo de perspectiva y proporción realistas. Así, unos pocos centímetros en el dibujo pueden representar cien metros o un kilómetro de realidad.”

El paralelismo con el tapiz de Bayeux es innegable: no sólo por la intención de sintetizar un momento histórico a partir de una sucesión de escenas (que en el original llegan a superar los setenta metros de superficie), sino también por el sentido del ritmo que sitúa a cada escena dentro del sentido general de la Historia a contar. Consecuencia de ello, aunque Sacco sólo hace mención a la perspectiva y a la proporción espaciales, son evidentes también las consecuencias temporales.

Las largas viñetas se presentan como un largo desplegable comprimido en un original "álbum acordeón"

Las largas viñetas se presentan como un largo desplegable comprimido en un original "álbum acordeón"
Las largas viñetas se presentan a modo de desplegable comprimido en un original «álbum acordeón»

Cada lámina representa un punto concreto, congelado en el tiempo, dentro de una sucesión perfectamente pautada de momentos lineales. Como toda batalla, el antes, el durante, y el después se definen por una multitud de personajes que materializan el sentido de ese instante, concretando su significado a través de actitudes y de gestos que delatan su naturaleza banal o dramática. De esta forma, cada lámina se construye a partir de la combinación de escenas que, en forma de teselas, ilustran cada uno de los escenarios de este grandioso mural.

Uno de los aspectos que más poderosamente llaman la atención está en el retrato tan distinto que Sacco hace de la soldadesca y del mando militar. Entre tantas figuras de uniforme, donde las diferencias de matiz podrían no hacer perceptible la diferencia, el trazo que el dibujante hace de un elemento en concreto, deja bien claro quiénes son los unos y los otros: las manos. En un campo de batalla siempre hay algo que hacer, y sólo una persona que da órdenes a los demás se podría permitir llevar los brazos detrás de la espalda, o ponerlos en jarra, o renunciar al uso de cualquier de sus manos para entretenerse en sostener su humeante pipa. Ya en la primera lámina observamos al general Douglas Haig caminando distraído con una de sus manos llevando el bastón o con ambas tras su espalda. A partir de aquí, otros personajes aparecerán en posiciones similares. Además, esa ociosidad se traslada al contexto de la batalla, pues los mandos desaparecen de las láminas donde la violencia alcanza su clímax de destrucción.

La soldadesca posee un retrato más humano y más tierno, acorde con la magnitud de su sacrificio en aquel caluroso día de julio. Los matices con que los soldados aparecen en este muro son innumerables: desde la heterogeneidad de los regimientos que componían el ejército británico en Somme (soldados hindúes ataviados con turbante o escoceses vestidos con el tradicional kilt), hasta la dureza de su cotidianidad en aquellos momentos (no se obvian los cuerpos descuartizados e irreconocibles, las mutilaciones, el sufrimiento por no poder atender a los heridos o el dolor de tener que cavar las tumbas donde enterrar a los compañeros),
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pasando por aquellas escenas inherentes a las necesidades físicas de los hombres en un campo de batalla abierto y atestado de otros soldados (como el soldado que, buscando intimidad, mea ante el muro de una casa derruida o los compañeros que ríen antes de entrar en combate, intentando distraer sus mentes). Pequeños detalles que delatan una vida bajo el uniforme, más allá de la disciplina y el orden del mando.

En marcar el ritmo de la batalla juega también un papel relevante el tratamiento de la luz. Las sombras determinan a la perfección el volumen y el ritmo de los bombardeos. Especialmente intensos al comienzo de la batalla, cuando el intento de destruir las posiciones estratégicas enemigas, antes del combate cuerpo a cuerpo, levantó escombros y tierra hasta oscurecer el sol del cielo. O intensos también cuanto más decididas eran las escaramuzas encaminadas a la toma de las posiciones alemanas –cuando tuvieron lugar la mayor parte de las muchas bajas de aquel día-. Las sombras cubren también las hacinadas trincheras donde, a varios metros de profundidad, esperaban los soldados a oír el sonido de los silbatos con que se les advertía del inicio de un nuevo ataque. La luz radiante queda reservada para el antes y el después, cielos límpidos bajo los cuales aparecen otra vez los mandos militares, mientras la soldadesca cura sus heridas o entierra a sus muertos.

Los tuneles del metro de Paris, ornamentados con secuencias de la obra de Sacco. Como si fuesen una suerte de Tapiz de Bayeux

Los tuneles del metro de Paris, ornamentados con secuencias de la obra de Sacco. Como si fuesen una suerte de Tapiz de Bayeux
Los tuneles del metro de París, ornamentados con secuencias de la obra de Sacco, como si fuesen una suerte de Tapiz de Bayeux.

Con la excelente edición de Reservoir Book viene también ‘Dentro de la guerra’ (2014), una pieza separada respecto al cómic que, a forma de anexo, nos regala “La Gran Guerra anotada por Joe Sacco”, donde el autor explica cuáles son los elementos principales de cada lámina, y “1 de julio de 1916” por Adam Hochshild, autor del excelente ensayo sobre la Primera Guerra Mundial Para acabar con todas las guerras (Península, 2013). Todo ello en un excelente estuche para poder conservar ambas piezas. Un esfuerzo editorial a la altura de lo que es un magnífico cómic bélico sobre la Primera Guerra Mundial donde se combinan, a la perfección, la documentación rigurosa, la inteligencia artística en la planificación de la obra, un detalle y realismo dignos de un acontecimiento tan relevante como esta Batalla del Somme y, last but not least, el humanismo con que se homenajea al sacrificio de unos hombres cuya vida en el frente se muestra (sobre todo) como un dignísimo intento de supervivencia.

El Tapiz de Bayeux expuesto en el Musée de la Tapisserie de Bayeux, Normandia.

El Tapiz de Bayeux expuesto en el Musée de la Tapisserie de Bayeux, Normandia.
El Tapiz de Bayeux (siglo XI)  expuesto en el Musée de la Tapisserie de Bayeux, Normandía.