Al principio fue la Palabra. Y en el caso de Valdemar, casi fue Venta Quemada, en honor a Potocki. 25 años después del alumbramiento que cambió para siempre el panorama literario fantástico en español, Rafael Díaz Santander y Juan Luis González Caballero (R y J. L respectivamente) dedican esta parte de la charla a la nostalgia: nos ofrecen fórmulas contra la crisis sistémica en la que nos hallamos; se sinceran sobre sus inicios, sus mayores decepciones y también sus mayores alegrías; vuelven sobre el fenómeno Ligotti, y no se olvidan de los Tres Grandes Antiguos a cuyo culto Valdemar se rinde agradecida.

Ligotti por Andrea Bere para Fabulantes Valdemar

Ligotti por Andrea Bere para Fabulantes Valdemar
«Sus historias suceden en el universo del terror puro, poblado por extraños artefactos mecánicos, maniquíes inquietantes, marionetas, paisajes que envuelven a los personajes y los devoran como plantas carnívoras, personajes que deambulan como en una obra de Beckett, pesadillas intrauterinas, sueños que revelan el vacío existencial. Yo diría que Ligotti es una especie de cosmonauta del vacío.».
Thomas Ligotti por Andrea Beré

Fabulantes: ¿Qué pasó hace 25 años para decidiros a montar Valdemar?

Juan Luis González Caballero: Yo creo que estábamos en una situación muy parecida a la que hoy viven muchos jóvenes. Sin trabajo y sin perspectivas de tenerlo, con una crisis económica que creo que siempre ha estado ahí. La verdad es que, desde mi punto de vista, la idea capitalista de progreso es un poco engañifa: la crisis económica es, con diferencia, la situación habitual. Sí, debido a la crisis del petróleo de los 1970, cuando acabamos la universidad apenas había posibilidades de encontrar un trabajo. Inventarte tu propio trabajo parecía lo único que podías hacer, sólo se trataba de dar un paso adelante. A nosotros nos salió bien, y yo se lo aconsejo ahora a muchos chavales con inquietudes: si no te dan un empleo, pues invéntatelo tú. No te queda otra que correr algún riesgo. Algo que te guste, algo de lo que entiendas, algo que pueda tener demanda en el mercado. Cuando las cosas se ponen feas hay que asumir riesgos. Un buen proyecto puede fracasar, pero en nuestro caso es que no teníamos otra cosa que hacer: nadie te ofrecía un trabajo decente, por lo que tuvimos que convertir algo que nos gustaba, la literatura, en una forma de vida. Puede que no te salga, pero nosotros tuvimos suerte.

F: ¿Cómo fueron los inicios de la editorial?

J. L: Desastrosos (Risas. También ríe Rafael). Durante años no ganábamos ni para tabaco, pero bueno… No habíamos abandonado nada interesante para dedicarnos a esto.

Rafael Díaz Santander: Producíamos un libro al mes (resoplido), cuando llegaba. Y era como una ruleta rusa. Tú apostabas todo lo que tenías a ese libro, y si no lo vendías pues la habías liado. Durante los primeros años fuimos una máquina de supervivencia, pero nunca bajamos el listón de lo que consideramos que había que publicar.

Cuando comenzamos, no teníamos otra cosa que hacer: nadie te ofrecía un trabajo decente, por lo que tuvimos que convertir algo que nos gustaba, la literatura, en una forma de vida

F: Pero eso también es debido a que sois muy fieles a vosotros mismos, coherentes con ciertas cosas… Por cierto, suponemos que el nombre de la editorial, Valdemar, se debe al relato de Poe. ¿Cómo se os ocurrió el nombre? ¿Por qué precisamente ese relato?

J. L: ¿Cómo surgió el nombre? Pues no lo recuerdo exactamente, yo creo que se nos debió de ocurrir una tarde de cervezas con los amigos, dándole vueltas a un nombre para este proyecto… Barajamos docenas de posibilidades, ya ni me acuerdo. Valdemar era uno de los que mejor nos sonaban, aparte de que tenía mucho que ver con lo que queríamos hacer, y nos parecía perfecto.

R: La verdad sobre el caso del señor Valdemar es un relato impresionante de Poe: es la historia de un siniestro experimento con un moribundo al que un científico sin escrúpulos trata de mantener en vida de un modo artificial, a través de la hipnosis. Al final, el señor Valdemar se descompone rápidamente mientras agoniza. La primera vez que tuve noticia de este relato fue en las Historias para no dormir de Narciso Ibañez Serrador. Yo era bastante pequeño, pero esa imagen final se me quedó grabada en el cerebro para siempre. Configuró mi hibrys, por así decir. La hybris es el concepto griego de desmesura, desequilibrio, algo que atrae la cólera de los dioses. El lector y el escritor de literatura fantástica es alguien perseguido por la cólera de los dioses.

J. L: De hecho, el personaje de Valdemar anticipa de alguna manera al moderno zombi… Recuerda que a Poe se le considera también precursor del relato policial de ingenio con sus historias del detective Auguste Dupin: Los crímenes de la calle Morgue o La carta robada. Ahí estaba ya Sherlock Holmes.

R: Recuerdo que otro nombre que consideramos fue «Venta Quemada». Venta Quemada es, en Manuscrito encontrado en Zaragoza del conde Potocki, la fantástica taberna donde va a parar el protagonista y en la que se suceden los fenómenos más extraños, como la aparición de las encantadoras lesbianas que juguetean con el protagonista para convertirse finalmente en los cadáveres de dos ahorcados. Es curioso, al rememorar ahora estas narraciones de Poe o Potocki, siento una especie de nostalgia por el momento en que los leí por primera vez. Son emociones inefables, casi irrepetibles, estás descubriendo no sólo historias alucinantes sino también las palabras con las que se tejen esas historias. Y me fui dando cuenta de que la historia no es lo más importante, lo que realmente importa son las palabras y las estructuras o las secuencias, o como quieras llamarlo, que las sostienen. Es decir, la forma. Escribir no es contar una historia: es saber cómo contarla.

J. L: Nos preocupaban las connotaciones subliminales negativas que ese nombre pudiera tener para los libreros (risas de los presentes). Valdemar resultaba ideal porque además parecía un nombre español, aunque realmente no lo es: sorprendentemente su origen se remonta a una dinastía medieval danesa. Como el relato de Poe es muy popular, es fácil asociar este nombre con el maestro del relato de terror, y esa asociación era perfecta en nuestro caso, no podíamos tener mejor tarjeta de presentación…

F: ¿Algún libro que os fallara cuando empezasteis y que ahora, a toro pasado, de repente haya funcionado?

Hongos de yuggoth

Hongos de yuggoth
Lovecraft metido a poeta del horror cósmico en este libro que fue una de las metamorfosis de Valdemar: de fracaso inicial a asiduo de la reedición continua.

J. L: (Silencio reflexivo) El primero que publicamos fue La rebelión de los ángeles, de Anatole France -un libro que presenta al Creador, Ialdabaoth, como un fantoche, como el tirano del Universo, mientras que los ángeles rebeldes son los verdaderos protectores de la humanidad-, y tuvo unas ventas más bien flojas: nadie nos conocía. Muchos años después lo hemos vuelto a publicar en la colección de bolsillo y se ha reeditado. Otro libro de los tiempos heroicos es Hongos de Yuggoth, una colección de poemas de Lovecraft, que, claro, como era poesía, no agotó la tirada. Hoy lleva cinco ediciones en la colección El Club Diógenes.

Otro nombre que consideramos para la editorial fue Venta Quemada, pero nos preocupaban las connotaciones subliminales negativas que pudiera tener para los libreros

R: Bueno, el caso es que vendíamos más bien poco y muchas veces estuvimos a punto de quebrar y hubo un momento en que tuvimos que tomar una decisión, ¿qué año sería?

J. L: Pues ya en los 1990. Fue todo un turning point. Tuvimos que decidir si seguíamos adelante o lo dejábamos…

R: Si nos lanzábamos en serio o no. Decidimos lanzarnos en serio, pedimos otro crédito y tuvimos suerte porque fue entonces cuando se nos ocurrió dedicar una colección al terror gótico y también una colección muy atípica para nuestro país, Los Archivos de Baker Street, dedicada a pastiches o remakes sobre Sherlock Holmes. Esta colección se vendió bastante bien y nos dio un suelo sobre el que crecer. Estamos en deuda con el genial detective de Baker Street.

F: ¿Cuál ha sido vuestra mayor decepción?

R: Tantísimas… El mundo editorial es a veces muy ingrato.

J. L: De las más recientes, la colección Intempestivas Ficción, dedicada a la literatura contemporánea y abierta a distintos géneros. Publicamos dos títulos: el primero era una novela de intriga con Ambrose Bierce de protagonista y escrita por Oakley Hall, el autor de Warlock. A priori tenía buena pinta… Pero desgraciadamente no ha funcionado.

Estamos en deuda con el genial detective de Baker Street

F: ¿Ésa en la que Bierce hace de detective, La reina de picas?

J. L: Sí, Bierce es un autor que nos gusta mucho, y de él hemos publicado casi todo en Valdemar. Otra espinita es la floja acogida de Venganza fatal, de Maturin, novela inédita en España del autor de Melmoth el errabundo: para muchos críticos, la novela gótica más lograda de todas. Después de agotar dos ediciones en Gótica y tres más en bolsillo del Melmoth, la segunda obra más conocida de Maturin ha pasado con más pena que gloria. A menudo ocurre que obras conocidas que ya estaban editadas, e incluso muy editadas, se venden infinitamente mejor que otras menos conocidas e inéditas de los mismos autores.

R: Decepciones hay muchas, quizá porque España es un país donde se lee poco y las ventas se concentran en un puñado de títulos muy promocionados. Confías en muchas cosas que luego no tienen éxito. Hay toneladas de cosas interesantes que no podemos editar, por sencilla aritmética editorial. Por ejemplo, con la colección de Intempestivas Ficción queríamos salirnos un poco del cliché que tenemos de editorial de género y ofrecer algo diferente, literatura más actual… Pero no ha funcionado. Es como si los lectores, e incluso los libreros, no nos permitieran salirnos de nuestro terreno habitual. Hemos publicado varios libros de viajes, y, salvo algún caso puntual, no nos han funcionado. Siempre que nos salimos un poco del tiesto…

J. L: Es como si estuviéramos encasillados en el terror y los clásicos, y el mercado nos penalizara cada vez que intentamos explorar otros territorios.

F: Mirándolo por el lado bueno, habéis dado con la tecla.

J. L: Sí, la verdad es que no nos podemos quejar, pero después de 25 años te apetece probar otras cosas, no comer patatas siempre, ¿no? (risas)

F: ¿Y vuestra mayor alegría?

J. L: Recientemente, la Narrativa completa de Lovecraft: una magnífica edición que ha tenido una excelente acogida.

Es como si estuviéramos encasillados en el terror y los clásicos, y el mercado nos penalizara cada vez que intentamos explorar otros territorios

R: Para mí, Proust, A la busca del tiempo perdido, que fue una gran inversión de esfuerzo, tiempo y dinero… y, modestamente, quedó una edición cojonuda. Fue una edición muy complicada, y que además haya funcionado supone una gran satisfacción. Pero, fíjate, hay otro libro precioso, y empleo deliberadamente la palabra “precioso”, de Proust: Los placeres y los días, que no ha funcionado. Esto te da una idea de por qué a veces es muy decepcionante el negocio de los libros. De todas formas, las grandes satisfacciones nos las suele dar la gente, nuestros lectores en la Feria del Libro o en las redes sociales. De verdad que alucino con los comentarios elogiosos que nos hacen, tal vez sea porque somos tan frikis como ellos, pero paséate por nuestro Facebook y lo verás… Es un como un chute de feedback que te impulsa a seguir adelante.

F: Es lo que tiene caerle simpático a la gente (risa).

J. L: Disfrutamos con el movimiento que va teniendo nuestro Facebook ahora, teniendo en cuenta el tráfico habitual de este tipo de páginas. Cada vez que ponemos una noticia, entran más de 100 personas y genera siempre un montón de comentarios. Entra mucha gente de América, de México sobre todo. Estos últimos suelen quejarse del retraso con el que les llegan nuestras novedades, que esperan ansiosos, según dicen. Hace años tuve la gran satisfacción de comprobar personalmente el buen trato que las grandes librerías de México D.F. dan a nuestros libros.

Las grandes satisfacciones nos las suele dar la gente, nuestros lectores en la Feria del Libro o en las redes sociales

Miedo en el cuerpo Valdemar

Miedo en el cuerpo Valdemar
Temblar de miedo -y con motivos- es lo que se propone la última gran antología de relatos de Valdemar. Ya se ve desde su portada: una momia de Guanajuato (México)

F: Lleváis 25 años metiendo miedo en el cuerpo y lo celebráis con una antología ad hoc. ¿Qué supone Miedo en el cuerpo? ¿Qué destacaríais de ella?

J. L: Bueno, primero habría que aclarar, porque quizás no todo el mundo lo sepa, que tanto esta antología como las dos precedentes, Felices pesadillas y Malos sueños, se cocinaron a partir de relatos ya publicados previamente en Valdemar. Son un compendio, un “lo mejor de”. No es una antología del género como tal, elaborada de entre todo lo que se ha escrito a lo largo del tiempo. Podríamos decir que en realidad se trata de un autohomenaje. La selección no es nada restrictiva: ten en cuenta que en estos 25 años hemos publicado, como dice la contracubierta, al menos un millar de cuentos de terror.

R: ¿Los has contado? Ten en cuenta que hay ediciones en tapa dura y en bolsillo…

J. L: No exactamente, pero a ojo te digo que la cifra está por encima. Aunque tenemos una base de datos con todos los relatos que hemos publicado, la base incluye también muchos relatos que no son de terror. Lo destacable es que la originalidad y calidad de los relatos elegidos están garantizadas por un fondo propio de unas 1.000 narraciones, del que hemos escogido tan sólo 40. En esta antología, como en las anteriores, los relatos siguen un orden cronológico, pero en Miedo en el cuerpo el lector encontrará más relatos modernos que en las otras dos, la mayoría escritos por autores que pueden considerarse discípulos de Lovecraft y continuadores de los Mitos de Cthulhu. Te encontrarás cuatro o cinco relatos en esa línea. El lector que siga el orden de la antología podrá comprobar cómo ha evolucionado el terror desde Poe hasta Lovecraft, cómo el imaginario del terror va cambiando con los tiempos. En el siglo XX el horror cósmico a lo Lovecraft se impone al terror más psicológico del siglo XIX a lo Poe.

R: Antes me pedíais que destacara algún cuento de la antología, y yo destacaría «El prodigio de los sueños», de Thomas Ligotti. Para quien no lo conozca, Ligotti es un autor actual, pero que entronca perfectamente con los clásicos, por cuanto nos trasporta a un mundo no contaminado por los detalles prosaicos de nuestra época. Sus historias suceden en el universo del terror puro, poblado por extraños artefactos mecánicos, maniquíes inquietantes, marionetas, paisajes que envuelven a los personajes y los devoran como plantas carnívoras, personajes que deambulan como en una obra de Beckett, pesadillas intrauterinas, sueños que revelan el vacío existencial. Yo diría que Ligotti es una especie de cosmonauta del vacío. De Ligotti hemos publicado una colección original de relatos titulada Noctuario. También el cuento de Jay Alamares, «¡Levantaos!», que es una historia de zombis, muy irreverente y muy bestia: muy gore, por decirlo claramente. Creo que Jay Alamares está en la cárcel… Otro de mis favoritos es el de Dale Bailey, «El fin del mundo tal como lo conocemos». Lo publicamos en una antología sobre el apocalipsis y es una historia que juega con las diferentes formas en que la literatura ha tratado el fin del mundo. Con ese planteamiento, Bailey construye un cuento muy curioso y lleno de humor.

En estos 25 años hemos publicado, como dice la contracubierta, al menos un millar de cuentos de terror

F: ¿Cómo se hace una antología como la de Miedo en el cuerpo? ¿Cómo seleccionáis los relatos? ¿Simplemente por pura apetencia?

R: Bueno, en este caso nuestra intención era seleccionar relatos más modernos que en las anteriores antologías de terror que hemos elaborado, aunque sin olvidar los orígenes del género. Mostrar cómo han evolucionado las historias de terror desde Poe en adelante…

F: Sí, pero nos referimos a las antologías en general. Imagínate que hacéis una antología como, por ejemplo, la de los zombis, la del apocalipsis…

Juan Luis, Rafael y Calavera

Juan Luis, Rafael y Calavera
Juan Luis, Rafael y un amiguete (obra de Francisco Torres Oliver)
Fotografía de Javier Sauras

R: En el caso de Miedo en el cuerpo trabajamos con relatos que ya estaban publicados en Valdemar, lo cual hace más fácil la selección: hacemos un repaso de todo lo publicado, intentamos que resulte atractiva y equilibrada. Cuando decidimos publicar una antología temática, como la de los zombis, normalmente se la encargamos a un especialista, más que nada por falta de tiempo, que en este caso fue Jesús Palacios. Jesús propuso ofrecer una visión histórica y evolutiva del personaje, y dividir para ello la antología en tres partes: los zombis haitianos: cómo surgió el mito del zombi, con relatos como «Yo anduve con un zombi»; luego, el zombi en la época de las revistas pulp: es el zombi de las películas de la Hammer; y finalmente tenemos el zombi post-Romero, posterior a La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968), película que establece las bases del zombi moderno, cuyas historias son a menudo más desmadradas y apocalípticas. Digamos que una antología, si requiere mucho tiempo prepararla, la encargamos a alguno de nuestros colaboradores habituales, entre los que se cuenta también el crítico de cine y gran amigo Antonio José Navarro, de cuyo criterio nos fiamos. De lo contrario, la hacemos nosotros mismos. Escogemos un tema e investigamos los materiales disponibles, nos preguntamos qué es lo que nos gustaría que nos ofrecieran a nosotros como lectores.

J. L: También hay antologías ya elaboradas y publicadas en otra lengua, aunque no traducidas. Es el caso de Paisajes del Apocalipsis. Rebuscamos entre las diferentes antologías que había sobre el tema, y contratamos los derechos para España de la edición norteamericana. En este caso, tuvimos que excluir un relato de Stephen King porque John Joseph Adams, el antólogo, no tenía permiso para cederlo.

En el siglo XX el horror cósmico a lo Lovecraft se impone al terror más psicológico del siglo XIX a lo Poe

F: Dado que tenéis un libro que se llama así, ¿cuál es vuestra más “feliz pesadilla”?

J. L: Que acabas de editar un libro en el que has puesto el mayor cuidado y te encuentras con que, incomprensiblemente, está todo plagado de erratas (risas).

R: Esa es la pesadilla del editor, ¿no? Un libro lleno de erratas o con las páginas cambiadas de sitio. Pero, ¿pesadillas felices…? No sé exactamente a qué te refieres…

F: Pues a que, dado que os dedicáis a la literatura de terror, alguna “feliz pesadilla” tendréis…

R: No existen las pesadillas felices. Sólo existen en el ámbito de la literatura. Por eso le pusimos ese título a la primera antología que hicimos: Felices pesadillas. Es una inversión del deseo de felices sueños. Deseábamos al lector que tuviera felices pesadillas, ¿qué mejor para un aficionado?, y fue un éxito. En cuando a lo real, el universo mismo es una pesadilla, ¿a quién se le ocurriría semejante cosa? Sabemos que nuestra galaxia será fagocitada por un agujero negro, eso es una pesadilla, pero para entonces llevaremos eones muertos, y eso también es una pesadilla. El cielo es una pesadilla, el infierno es una pesadilla, no hay final feliz para nadie ni para nada de lo que existe. En realidad, y en términos cosmológicos, nunca hemos existido… ¿te parece una feliz pesadilla? Pero quizás no sea necesario ir tan lejos: cualquier día te puede tocar estar tranquilamente en la parte alta de una de las Torres Gemelas y decidir qué es menos terrorífico, si tirarte al vacío y estamparte contra el suelo o achicharrarte vivo

F: ¿Cuál es la relación que os une a la librería Opar? Siempre nos lo hemos preguntado…

J. L: Es la librería de Alfredo Lara, una librería especializada en la que se pueden encontrar todos nuestros libros, incluso algunos agotados. Alfredo forma parte del grupo de tres colaboradores y amigos con los que no hemos perdido contacto desde que empezamos con la editorial. Miedo en el cuerpo está dedicado a ellos, los tres “Grandes Antiguos”, que son Alfredo Lara, Jesús Palacios y Frank G. Rubio, ¿los conocéis?

F: A Frank no.

R: ¡Coño, pues es un satanista del copón (risas) y un estudioso del ocultismo! El gran tema de Frank es el Diablo y todo lo relacionado con él. No es un satanista de los de ritual, sino más bien un erudito, admirador de personajes como Aleister Crowley o Anton LaVey.

J. L: También nos presta una inestimable ayuda desde tiempos inmemoriales atendiendo nuestra caseta de la Feria del Libro de Madrid. Alfredo y él se ocupan de nuestra caseta desde casi siempre.

No existen las pesadillas felices. Sólo existen en el ámbito de la literatura

Valdemar en su esplendor

Valdemar en su esplendor
Miedo en el cuerpo: Valdemar en su terrorífico esplendor. Juan Luis González Caballero (izquierda) posa con un ejemplar de su última antología, mientras Rafael Díaz Santander (derecha) sujeta el Cráneo.
Fotografía de Javier Sauras

F: ¿Y Alfredo Lara?

J. L: Hace muchos años Alfredo escribía en La Luna de Madrid, hacía radio y publicaba un fanzine que se llamaba OPAR, como su librería. Llevó durante muchos años la caseta de Alfonso Lorencio en la Cuesta de Moyano de Madrid, y siempre quiso tener una librería especializada propia. Aparte del catálogo de Valdemar, en su librería también tiene un amplio surtido de novela histórica y de aventuras. Alfredo atesora una envidiable colección de libros propios que supera los 20.000 volúmenes y tiene fama de ser un gran conocedor del mercado del libro de segunda mano, libros descatalogados, etcétera.

F: Alfredo Lara se encargó, precisamente, de vuestra colección Valdemar/Histórica. ¿Qué leéis de este género?

J. L: A mí, más que la narrativa histórica, me gustan determinadas crónicas históricas que tienen también un valor literario. Ahora estoy leyendo con pasión la monumental Decadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon. Lo que más me interesa es la historia antigua y clásica, Egipto, Grecia y Roma… Tenemos una traducción del latín pendiente de publicación de la extensa crónica romana, casi periodística, Los Doce Césares, de Suetonio. Es un libro que leo y releo de vez en cuando y nunca me canso.

F: ¿Y a ti Rafael, qué te gusta leer?

R: Aparte de los clásicos, que todavía me quedan muchas obras por leer, leo bastante literatura contemporánea; de terror ya he leído casi todo (risas). Bueno, la verdad es que me falta mucho, sobre todo de terror actual, pero uno no puede estar siempre con lo mismo, ¿no? Suelo seguir y apoyar a las nuevas editoriales, editoriales pequeñas y exquisitas de las que han surgido decenas en los últimos años, a pesar de la crisis, como Sajalín, Alpha Decay, Libros del Silencio, JekillandJill, Capitán Swing, Cabaret Voltaire, Alfabia, Automática, Salto de Página, La Felguera, Aristas Martínez, y muchos otros, como Es Pop, con el que coeditamos una colección de novela negra… Hay muchas, no puedo citar aquí a todas, y eso está bien. Particularmente, estoy muy harto de los escritores estrella que publican una novela cada uno o dos años… se me indigestan. Estos escritores de mainstream, a los que se les concede una supuesta calidad literaria, para mi gusto son excesivamente convencionales, escriben como si quisieran ganar un concurso de redacción, son repetitivos hasta la náusea y apenas me interesan. Para mí es literatura pedorra. Me interesan autores extravagantes, frenéticos, que trasladan al papel su demencia o sus neurosis, como Stewart Home, Jim Dodge, Colin Wilson, Alasdair Gray, Will Self, Javier Calvo… gente así. Lo bueno que tienen los pequeños editores es que investigan, descubren autores interesantes que no se han publicado aquí, obras olvidadas, a veces verdaderas joyas que permanecían ocultas. Todos estos pequeños editores me han dado muy gratas alegrías.

Estoy muy harto de los escritores estrella que publican una novela cada uno o dos años… se me indigestan

Para saber más de Valdemar:

Valdemar y el Terror

Colecciones y autores de Valdemar

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