Tras un enfrentamiento fallido con Lenin por el liderazgo del bolchevismo ruso antes de la revolución, Alexander Bogdánov decidió continuar la revolución desde los libros. Estrella Roja es un libro de texto para el proletariado que imagina un paraíso socialista en Marte

Estrella Roja. Ilustración del camarada Miguel Iturbe

«El nivel de cultura entre las naciones principales de la Tierra es más o menos el mismo que aquél que existía entre nuestros ancestros durante el tiempo en que los grandes canales fueron construidos. Entonces fue cuando el capitalismo lo dominaba todo, y un proletariado existía y luchaba por el socialismo.» (Alexander Bogdánov, Estrella Roja)

Corre el año 1918. Media Europa está en guerra con la otra mitad, la gripe española incuba la pandemia más devastadora que la humanidad haya conocido, y la revolución rusa se agita nerviosa, como un saltamontes, con miles de ideas que crean enlaces y buscan cristalizar en los más radicales proyectos. Para capitanear la nueva cultura de las clases trabajadoras, el Comisariado Popular de Educación de la Rusia soviética (Narkompros) sanciona la creación del Proletkult, una institución que combine las inquietudes proletarias con las manifestaciones artísticas de vanguardia. La antigua capital zarista, Petrogrado, pone a disposición de este nuevo proyecto uno de los edificios señoriales más lujosos de su avenida principal, Nevsky Prospekt. Tanta es su importancia, que la calle cambia su nombre a Proletkult, en honor de esta organización. Al frente de ella se encuentra un revolucionario de la vieja guardia con el que Lenin tuvo que batallar por el liderazgo de los bolcheviques: Alexander Bogdánov, el autor de Estrella Roja.

El marxismo predica que la cultura forma parte de la superestructura asociada a la clase social dominante. En la Rusia zarista, la élite intelectual era una aristocracia que desde su atril tutoraba al proletariado como un profesor a su alumno. De acuerdo con la premisa marxista, cuando la clase trabajadora se hiciera con el poder, una nueva cultura emanaría de ella sustituyendo a la del antiguo régimen. El Proletkult era la llave de esa nueva cultura e intelectuales de primera línea, como el cineasta Sergei Eisenstein y el novelista Maxim Gorky, se aplicaron a ella para llevar la teoría a la práctica. El éxito del Proletkult fue abrumador: en sus dos años de existencia manejó un presupuesto equivalente a un tercio de los fondos del comisariado de educación y llegó a contar con 84.000 afiliados y medio millón de simpatizantes. La iconoclasia, el futurismo y el constructivismo tuvieron fuerte arraigo en la organización, que acabó disolviéndose entre la desconfianza de los cuadros más ortodoxos del partido y fue asumido por el Narkompros. Bogdánov, favorable a la internacionalización de los principios del Proletkult y crítico con su disolución, fue detenido por la policía secreta y acusado de menchevique y opositor al estado. Marcado, el revolucionario abandonó la política en 1923 y dedicó sus últimos años a la medicina y a la investigación científica.

El enfrentamiento por la suerte del Proletkult fue el último de una larga cadena de desencuentros entre Lenin y el autor de Estrella Roja que comenzaron en 1904, cuando Bogdánov publicó el primero de los tres volúmenes de su tratado filosófico sobre el empiriomonismo. Tras el fracaso de la revolución de 1905, Bogdánov se puso al frente de una facción bolchevique conocida como los otzovistas, enfrentados a los partidarios de Lenin. Éste, preocupado por la deriva utopista en la que otzovistas estaban sumiendo a la corriente revolucionaria, dedicó todo un tratado a criticar las teorías positivistas de Bogdánov y desacreditarle como pensador. Finalmente, tras una reunión en 1909 del bolchevismo exiliado en París, Lenin consiguió expulsar a Bogdánov del movimiento y afianzarse en el poder.

Alejado del foco y la acción revolucionaria, Bogdánov continuó su labor como pensador y publicó varios ensayos pioneros en la teoría general de sistemas. Además de sus escritos filosóficos, durante su ruptura con el bolchevismo produjo dos obras de ciencia-ficción: Estrella Roja, que escribió antes de la conferencia de París, y El ingeniero Menni, una precuela que no publicaría hasta 1913.

¿Fue Estrella Roja un mero entretenimiento para Bogdánov o pretendía ser un libro de texto empiriomonista para el proletariado? Probablemente, funcione de las dos maneras. La novela cuenta la historia de Leonid, un revolucionario ruso exiliado, al que un habitante de Marte escoge como embajador de la Tierra en el planeta rojo. Leonid, sin ataduras sentimentales y con una firme voluntad comunista, viaja en secreto para aprender los mecanismos socialistas de Marte y explicar a sus habitantes las particularidades de los terrícolas. El protagonista cae enfermo debido al estrés y a la enorme responsabilidad a la que se siente sometido, y durante su convalecencia se enamora de una marciana. Sin embargo, no es mucho el tiempo que pasa junto a su amada, que parte en un viaje interplanetario en busca de un combustible necesario para la supervivencia marciana. Marte, que funciona en un armonioso socialismo, se enfrenta a un problema de superpoblación y escasez de recursos, por lo que la exploración y colonización se hacen inevitables. Mientras la enamorada de Leonid se encuentra ausente, él descubre dos corrientes en el socialismo marciano: una que aboga por la destrucción de los humanos y la explotación de la Tierra, y otra que implica la colaboración con ellos y el sacrificio para colonizar Venus, un planeta que se presenta como azaroso e inadecuado para el desarrollo de vida inteligente.

Durante la estancia de Leonid en Marte, el autor aprovecha para describir varios pilares de la sociedad marciana. El terrícola visita una fábrica, un hospicio para niños, un museo, un hospital, una biblioteca… y en todos ellos reflexiona sobre la evolución y el funcionamiento de esta forma perfecta de marxismo científico. Bogdánov, tildado de idealista por el ala más ortodoxa del bolchevismo, se acerca más a George Orwell y a William S. Burroughs que a Jules Verne y a H. G. Wells. Una lectura crítica sitúa Estrella Roja en el terreno de las distopías y no de las utopías. Leonid se encuentra arrinconado ideológicamente y adopta soluciones drásticas, impulsivas, irracionales, que nada tienen que ver con el idealismo, sino con la más cruda condición humana. En la novela se entreven vástagos de las doctrinas totalitarias que germinaban a principios del siglo XX, como el colonialismo atroz, la supremacía de la raza, la fe ciega en el líder, y conceptos tan terribles como Lebensraum, guerra total y genocidio.

Desde la óptica de la ciencia-ficción, Estrella Roja recuerda indudablemente a varias novelas del Ekumen, la saga espacial de Ursula K. Le Guin. Es notable la idea de vecindad espacial que pone a una sociedad teóricamente utópica a las puertas de un mundo capitalista, tal y como ocurre en Los desposeídos. Sorprendentemente, hay otro rasgo más de la obra de Bogdánov en Le Guin: al igual que la escritora californiana rompiera las fronteras de género en La mano izquierda de la oscuridad, el revolucionario bielorruso describe a las mujeres marcianas con los mismos rasgos que los varones, una “evolución” que ocurre debido a la liberación femenina. Sería ridículo decir que Le Guin leyó a Bogdánov, ya que éste no fue traducido al inglés hasta 1982, pero baste nombrar estos dos temas para describir la rabiosa modernidad de esta novela centenaria.

En la época en la que Bogdánov escribió Estrella Roja no existía ni tan siquiera una nomenclatura de la ciencia-ficción. No había un vocabulario unificado para hablar de naves espaciales o viajes intergalácticos, muchos de los avances científicos en los que se apoyan los escritores modernos todavía no existían, y cualquier relato prospectivo podía considerarse fantástico. En esta obra se adelantan los combustibles radioactivos, los problemas del frío espacial, se habla de antimateria, de trayectorias gravitacionales, de métodos de control de natalidad y suicidio asistido, de transfusiones sanguíneas e incluso de cine en tres dimensiones. Los viajeros del espacio todavía no son cosmonautas ni astronautas; para Bogdánov eran eternautas, y el enorme vehículo esférico en el que viajaban, no era un cohete, sino un Eteronef.

Habitualmente, se apunta a Bogdánov como el pionero de la ciencia-ficción soviética. Si bien es verdad que no fue el primer autor en llevar rusos a Marte –Porfiri P. Infántiev realiza el mismo viaje en 1896 con En otro planeta, recientemente publicada en España por Alba-, el rival de Lenin sí que fue el primero en sacar la Internacional Socialista del planeta Tierra. Sí sería injusto encasillar a Bogdánov en el bloque soviético y tratarle de rara avis: Estrella Roja merecería estar en todas las listas de las diez obras fundacionales de la ciencia-ficción. Su calidad literaria se ajusta al pretexto con el que está escrita: la educación del proletariado, mientras que la profundidad de sus temas y la clarividencia de sus ideas están a la altura de los autores más grandes nacidos en el XIX.

Además, la imaginación de Bogdánov no era mera palabrería. Formado en innumerables disciplinas y firme defensor de una educación amplia y equilibrada, el revolucionario no sólo creía en las posibilidades de lo que escribía, sino que llegó a experimentar con alguna de las maravillas que imaginaba. Así ocurrió en el caso de las técnicas de renovación del tejido vital utilizadas por los marcianos para no envejecer y que Bogdánov creía que podían llevarse a cabo mediante transfusiones sanguíneas. Médico de trinchera durante la Primera Guerra Mundial y director y fundador del Instituto de Hematología y Transfusiones Sanguíneas, Alexander Bogdánov murió en 1928 tras someterse a una de estas operaciones.

Estrella Roja ha sido llevada al castellano por Nevsky Prospects, responsables de algunas de las aventuras editoriales más interesantes de los últimos meses. Es una pena que una mala jugada del destino dejara a Bogdánov, la joya de la corona de la colección de Nevsky, con una edición a medio cocinar. El texto cuenta con algunos errores tipográficos que apagan un poco su brillo pero que en absoluto entorpecen la lectura. Estrella Roja fue la tercera novela publicada por la editorial y estas faltas, pecados de juventud, no son más que el reflejo de una ilusión: la de ofrecer a los lectores hispanohablantes una obra desconocida y precursora en la literatura universal.

La primera edición de Estrella Roja se terminó de imprimir el 19 de febrero de 2010, aniversario de la emancipación de los siervos rusos en 1861. Cuando las condiciones brinden la posibilidad de lanzar una segunda edición, la obra de Bogdánov se verá acompañada en las librerías por su precuela. Hasta entonces, ¡todo el poder para Nevsky Prospects!

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