El matemático húngaro John von Neumann estaba ya en la recta final de su vida (por la década de 1950) cuando, a partir del análisis sobre la mejora posible de las tecnológicas existentes, anunció la llegada de un momento “después del cual los asuntos humanos, tal y como los conocemos, ya no podrán continuar”. La singularidad de la humanidad llegaría a través de la acumulación de tecnología efectivamente superior a la capacidad humana en un grado tal que, alcanzado y sobrepasado, nuestra existencia ya no tendría sentido. A partir del cálculo sobre el aumento en nuestra capacidad para acumular y procesar datos –medidos en MIPS o Millones de Instrucciones Por Segundo- se sabría cuándo se habría alcanzado por fin la capacidad para generar realidades alternativas por completo distintas a aquella en que nosotros somos ahora posibles y reales. Una vez abierta la caja de Pandora a una infinidad de otras realidades, todas ellas serían concebidas como posibles excepto una, la nuestra.

Aunque parezca extraño, hasta el momento la ciencia-ficción ha prestado a esta idea una escasísima atención. Más entretenida en subgéneros de rápida digestión, como el clásico space opera o los más actuales cyberpunk o incluso el retrofuturismo –tan de moda en la ciencia-ficción española-, poco se ha escrito sobre una humanidad alternativa. Y eso que el marco científico-técnico circundante ha ido, sobre todo en las últimas décadas, dando pasos de gigante en esta dirección, con la inteligencia artificial, la robótica, la computación o la física cuántica dirigiendo la marcha hacia adelante. Tanto es así que en la lista de autores que, hasta el momento, hayan explotado de forma relevante esta vía únicamente nos parecen destacables dos: Stanislaw Lem y Greg Egan.

Con pocas dudas, Golem XIV (originalmente publicada en 1981, aunque recientemente traducida por Impedimenta en 2012) resulta ser la reflexión más audaz que, desde la ciencia-ficción, se haya escrito jamás sobre la posibilidad de una humanidad circunstancial y próxima a su final. Una reflexión con la que hizo literatura de altura, y de qué magnitud, un Greg Egan que en Ciudad permutación (original de 1994) tocaría claves presentes en Cuarentena (1992), con las que llenaría después otras muchas novelas y relatos sobre las formas en que la humanidad podría cambiar y conocer otras naturalezas distintas a su materialidad contemporánea. Dos autores cuya combinatoria nos ofrece como producto la más excelsa e intensa recreación literaria de la ciencia-ficción sobre este tema –si bien, ciertamente, este es un punto susceptible de ser debatido hasta la saciedad-.

Quizás el motivo por el que tan poco se ha escrito de una idea tan, a priori, esencial para la cultura y la literatura de ciencia-ficción es la densidad del tema. Pues no sólo nos referimos a otras formas alternativas de humanidad, ni siquiera a las disciplinas tecnológicas cuyos avances harán posibles antes o después estas alternativas, ni tampoco a los impredecibles caminos por los que transitarán las muchas realidades alternativas cuando llegue el momento de hacerse posibles, sino a la suma de todos estos aspectos y otros muchos más que (por causas de espacio y practicidad) nos dejamos en el tintero. ¿Qué autor en su sano juicio sería capaz de afrontar él solo toda la amplia magnitud de esta tarea?

La primera respuesta a esta pregunta es Charles Stross (Leeds, Inglaterra, 1964). Accelerando (original de 2005, y publicada en España por Bibliópolis en 2011) pretende convertirse en el primer intento de abarcar todas las cuestiones sobre la singularidad en un solo texto. Una tarea resuelta a partir de la construcción de un itinerario narrativo fragmentario y disperso, jalonado por varios relatos que, articulados en la novela final con la forma de capítulos, se publicaron por entregas en la Asimov`s Science Fiction Magazine entre junio de 2001 y diciembre de 2004. Esfuerzo merecedor del Premio Locus 2006 y reconocido finalista en otros premios como el Hugo, el Arthur C. Clarke, el Premio John W. Campbell Memorial (otorgado por la WorldCon) y el concedido por la Asociación Británica de la Ciencia Ficción.

Posiblemente, no exista otra forma de abordar razonablemente la tarea en su globalidad, desde un punto de vista literario, a como ha intentado hacer Charles Stross en Accelerando. En su novela, los nueve relatos se definen en tres partes equilibradas y perfectamente distinguibles que, dotadas de una evidente unidad interna, pretenden utilizar una trama unificadora como leitmotiv para la representación de la transición desde un estado tecnológico próximo al actual hasta nuestra entrada en la etapa de la singularidad. Durante el camino, distintas técnicas intentan situar al lector, simultáneamente, en el desarrollo de la trama y en el avance tecnológico exponencial que supone cada salto etápico; una tarea de enorme complejidad que no consigue cuajar con la certeza deseada.

De hecho, aunque la fragmentariedad aporta riqueza de contenido y justifica el cambio interno inherente al tema de que trata, la excesiva temporalidad de los saltos resta conectividad a los fragmentos y, por tanto, desgaja a las distintas etapas de que consta nuestro paseo por la singularidad, fulminando con ello el sentido mismo del viaje. Aunque, si lo analizamos por partes, Accelerando sí consigue por momentos destellos de una intensidad trepidante y audaz, especialmente en la primera parte, «Despegue lento», donde la excentricidad y el genio de Manfred Macx atrapan al lector con una fuerza que pocos personajes conseguirán por mucho que se lea, dada la perfecta representación que él es del genio tecnológico-financiero capaz de mantener a salvo su originalidad de un mercado devorador. En las otras dos partes, «Punto de inflexión» y «Singularidad», a medida que el punto crítico se acerca y la humanidad 3.0 parece ser una realidad inminente, el ajuste entre reflexión teórica y argumento se degrada hasta incluso hacer difícil la lectura, aunque en general mantenga el tipo con suficiencia.

De todos los muchos aspectos que la novela intenta tocar, el mejor trazado se sitúa en la periferia de lo que se espera sea el centro de interés de la ciencia-ficción. No sabemos si es por formación profesional o experiencia propia o ambas circunstancias en una, pero Stross vuelca Accelerando en el lado de la crítica social a una humanidad obcecada en dirigir la tecnología y sus avances. Sin nombrar en ningún momento temas concretos, usa la necesidad de la ingeniería financiera para proteger a la creatividad como crítica principal a un sistema voraz con la innovación, un sistema dispuesto a fosilizar todo cuando intente escapar del beneficio y la comercialización. Este sistema es la principal amenaza, de hecho, para el pronto advenimiento de la singularidad.

La deuda de la ciencia-ficción con uno de sus temas clave sigue todavía pendiente de saldar, si bien Accelerando toca con valor algunas claves por las que, quizás, podrían discurrir imprescindibles intentos posteriores. Mientras tanto, nos quedamos con una novela audaz y divertida, y por momentos inteligente e hilarante. Mejorable en cuanto a su cohesión, pero sin duda una pieza fundamental en una de las principales meditaciones sobre el futuro que el género tiene que resolver en el presente… antes de que sea demasiado tarde.