“(A partir de los estudios de Julián Díez, los teóricos dividimos el género en dos líneas: la ciencia ficción propiamente dicha (más maravillosa, más preocupada por el mero efecto) y la ficción prospectiva (cuya obsesión es la reflexión intelectual).” Fernando Ángel Moreno.
Existe un tabú compartido entre editores, lectores y críticos en España. Es un tabú autoimpuesto, que afecta por igual a gente de todos los ámbitos y hace pedazos a la literatura de género. La fantasía, la ciencia-ficción y el terror no están a la altura del resto de obras de ficción. Sobre esta falacia se ha construido una categoría aparte que podríamos denominar como “literatura de lo aceptable”; está bien leer a Dan Brown y a Tom Clancy, ¿pero quién es esa tal Ursula K. Le Guin y qué demonios es el Ekumen? La ciencia-ficción, desgraciadamente, no es parte de lo aceptable y en las revistas, librerías y vagones de metro vive apartada, en una esquina, sin hacer mucho ruido y a veces temerosa de sí misma. Esta marginación, este tabú que casi siempre se niega, que se da por caduco o muerto, resulta fácilmente demostrable. Libros como el que hoy nos ocupa desvelan con estruendo que el tabú sigue allí, como el dinosaurio de Monterroso, y que cuando despertemos de esta reseña, aún no se habrá ido.
No se explica si no la magnífica crítica que rodea a Prospectivas. Antología del cuento de ciencia-ficción española actual (Salto de Página, 2012). Extraordinaria, atípica y valiente, completamente recomendable… Ni un ataque a su calidad, ni un menosprecio al género. Las páginas que han dado cabida al análisis alaban la destreza con la que han sido escogidos los relatos, sacan pecho recordando la edad de oro de la ciencia-ficción en España, y absolutamente nadie etiqueta la ciencia-ficción patria como un rincón apestado de la literatura, algo a lo que mirar con condescendencia, un género menor. Si no existiera ese tabú y a tenor de estos halagos, la ciencia-ficción española sería portada de las secciones literarias una y otra vez, y los autores que decidieron cultivarla habría vivido de la tecla sin la necesidad de pasarse a la juvenil, a la policíaca, o a cualquier otra novela con más visibilidad.
Fabulantes nació con la misión de dar voz a relatos como los que hoy tenemos entre manos, joyas a las que ningún tasador restaría valor, pero que a ojos del comprador resultan mal engarzadas y podrían acabar escondidas en el trastero, con los regalos de boda horribles y los muebles viejos. Fernando Ángel Moreno y la editorial Salto de Página han conseguido un libro redondo, una edición de bandera, de las que se colocan sobre un estante con la certeza de haber mejorado la librería. Prospectivas es una antología infalible que actualiza la recopilación de Julián Díez publicada por Minotauro hace una década. Bravo por ambas. Con armas semejantes es una alegría salir a librar la batalla por la ciencia-ficción en España.
Si atendemos exclusivamente a los nombres que se reúnen en Prospectivas, ya se presagia un viaje excitante. César Mallorquí, Elia Barceló, Rafael Marín, León Arsenal, Juan Miguel Aguilera, Manuel Vilas, Rodolfo Martínez, Joaquín Revuelta, Daniel Mares, Eduardo Vaquerizo, el propio Julián Díez, Juan Antonio Fernández Madrigal, Santiago Eximeno, Juan Jacinto Muñoz Rengel, Carlos Pavón, Roberto Bartual, Matías Candeira y José Ramón Vázquez, aportan, cada uno, un relato. Fernando Ángel Moreno (Madrid, 1971), profesor de Teoría del Lenguaje Literario en la Universidad Complutense de Madrid y co-director de la revista Hélice, prologa la antología y guía al neófito a través de las 18 perlas que, organizadas en orden cronológico, cumplen con la tarea de representar a la ciencia-ficción española de los últimos 30 años.
Sólo por el texto del profesor de la Universidad Complutense, la edición ya valdría la pena. Una gozada de prólogo académico en el que se desgranan las características de la sci-fi española, se ponen las bases para definir la ciencia ficción prospectiva, o especulativa, en oposición a la ciencia ficción maravillosa y se avanza grosso modo qué va a aparecer en las páginas de Prospectivas.
Lo que aparece es, ni más ni menos, que un extracto de las mejores incursiones en el género desde 1981. Prospectivas se abre con «El rebaño», de César Mallorquí, al que hace poco dedicamos un artículo con motivo del penúltimo fin del mundo, y continúa con «La estrella», de Elia Barceló y «Mein Führer«, de Rafael Marín. Tres textos muy distintos -el primero, apocalíptico, un relato de contacto con alienígenas muy lírico, y otro satírico de paradojas temporales- que aunque ya se incluyeron en la Antología de la ciencia-ficción española 1982-2002 que mencionábamos anteriormente, siguen siendo fundamentales para entender las tres décadas que abarca Salto de Página.
El recopilatorio es profuso en temas y en estilos. Desde las distopías de «El olor profundo de la tierra», de Fernández Madrigal, y «Brigada Diógenes», de Muñoz Rengel, a un proto-cyberpunk a lo Alfred Bester en «La carretera» de Rodolfo Martínez, con influencias u homenajes a Lem y K. Dick en «Patrick Hannahan y las guerras secretas» de Eduardo Vaquerizo, a Bradbury, Douglas Adams, Arthur C. Clarke, o los mangas de Katsuhiro Otomo. Entre las novedades respecto a la antología de Minotauro, merecen un apartado especial los dos relatos inéditos que se incluyen en este volumen -el de Vaquerizo y el del autor más joven, José Ramón Vázquez, que cierra Prospectivas con «Neo Tokyo Blues«-, además de los de León Arsenal, «Besos de alacrán», una narración paciente con muchísimo estilo, y el de Julián Díez, «Tren», que en esta ocasión no se limita a ver los toros desde la barrera y contribuye con una revisión de los atentados de Atocha de 2004 crítica, fresca y muy incisiva.
Ésta es la segunda vez que Salto de Página nos sorprende gratamente en Fabulantes. La primera fue con Perturbaciones, su antología del relato fantástico español, y ya estamos deseando leer Aquelarre, un repaso al cuento de terror. Mantener este nivel va a suponer un reto muy serio, pero si lo consiguen, será sinónimo de éxito.