Reinmar von Bielau, alias Reinevan von Bielau, alias Reynevan, alias Renevan, está de vuelta en las librerías españolas. Los tres años de espera desde Narrenturm (Alamut, 2009) han acabado por fin. El lector puede volver a disfrutar de las aventuras y desventuras de este noble silesio, mago y médico, perdido en medio de una Centroeuropa sumida en la más cruenta guerra de religión que hasta ahora haya vivido el continente. Un contexto esculpido a golpe de pluma por un Andrzej Sapkowski (Lodz, Polonia, 1948) sublime, a la altura de sus mejores obras, y sin duda en la cumbre literaria de la novela histórica y la novela fantástica actuales. Trasladada con gran viveza al castellano por Fernando Otero Macías, con la inestimable colaboración de José María Faraldo, traductor habitual de las obras de Sapkowski.

Los guerreros de Dios (Alamut, 2012), segunda entrega de la trilogía de Sapkowski sobre las Guerras Husitas, continúa la línea marcada por la novela anterior. Si bien, como en todo bildungsroman que se precie, nuestro protagonista avanza personalmente con el paso de los acontecimientos, crece y madura, se asienta moralmente y encallece psicológicamente, mostrándose más firme y decidido a la hora de afrontar los reveses o adversidades en un contexto; nada fácil, ciertamente, incluso para un joven prometedor y de buena cuna como él. Su creciente protagonismo en la novela anterior da aquí otro paso adelante, siendo una pieza estratégica para los husitas y una pieza de caza para los católicos de gran envergadura, lo que aumenta proporcionalmente la magnitud de los retos y dificultades que se encontrará por el camino.

Lógicamente, mayores problemas suponen mayores rivales, y hacen necesarios también mejores aliados. En el lado católico, el personaje de Treparriscos, tenebroso socio del obispo Conrado de Wroclaw, hiela la sangre en cada una de sus apariciones, e incluso pone los pelos de punta cuando únicamente se le menciona. El mismo obispo Conrado gana enteros, representante máximo de una Iglesia Católica moralmente corrupta e institucionalmente politizada, a la que la novela pone los puntos sobre las íes en no pocas ocasiones, portando con rotundidad la desesperanza y la frustración de los fieles. Tampoco se salvan de la crítica, como se espera de una novela histórica situada en la Europa del siglo XV, el papado de Roma y la Santa Inquisición, ambas co-protagonistas de las adversidades y tribulaciones de tantos buenos cristianos impropiamente ajusticiados.

El protagonismo de la Iglesia Católica en Los guerreros de Dios alcanza tal significación, que no encontramos en el lado católico autoridades nobles dignas rivales de nuestro Reinmar von Bielau. Tanto es así que, como si del Rincewind de Mundodisco se tratase, Reinmar es incansablemente perseguido por miembros de la nobleza católica con no pocas facturas que cobrar, incluso varias veces consiguen apresarlo en profundas mazmorras o atarlo y rodearlo de feroces guardas… todo ello para que, finalmente, no puedan ajustar las cuentas pendientes. La nobleza católica únicamente parece aquí al tanto de estrategia militar y fuerza bruta, dejando las conspiraciones para los más avezados y experimentados miembros de la Iglesia.

Un panorama inverso encontramos en el lado husita. Las iniciativas bélicas se cuentan por victorias. Los grupos guerreros de élite, como los Huérfanos o la Vogelsang, les aportan a los revolucionarios una diferencia militar estratégica y táctica claramente positiva. Con Procopio «el Rasurado», líder de las tropas husitas, de gran corpulencia física e inteligencia bélica, afrontando cada batalla con la seguridad de quién se siente superior en lo moral y en lo militar. Claro está, con un cuerpo de aliados que ha crecido también en capacidad, sobre todo Scharley y Sansón Mieles, compañeros de Reinmar con mayor autonomía e independencia, con protagonismo e importancia crecientes en el conjunto de la novela, quienes seguro nos aportarán grandes momentos en la siguiente y última entrega (Lux perpetua, actualmente en preparación por la editorial).

Pero si por algo me ha gustado especialmente esta novela ha sido por sus personajes femeninos. Sin duda, Sapkowski posee una gran habilidad para el retrato de las mujeres, aportándoles una profunda personalidad, destacando en pocas líneas o pocas páginas su sensibilidad, su inteligencia o su generosidad, como muy pocas plumas son capaces de conseguir. Como ejemplo nos sirve la aparición de la Dama Verde, sensual a la vez que brillante, o incluso la gran madurez de la relación de Reinmar con Nicoletta –su amor perdido y aquí rencontrado, la cual aporta a su amado la seguridad y la confianza que necesita ante el gran tamaño de las empresas que le aguardan. Un rol ajustado a su tiempo, pero también dotado de una profunda contemporaneidad, en cuanto la mujer protagonista de Sapkowski consigue romper los corsés del contexto en favor de su propia autonomía y libertad.

La novela continúa el camino de los acontecimientos y el aprendizaje de los personajes, pero también contiene ese ruido de fondo tan característico que, a modo de huella, nos desvela la presencia tras el telón de Andrzej Sapkowski. Ruido en forma de humanismo. La guerra husita transformada en guerra moral. Un Reinmar von Bielau cuya madurez lo conduce desde la inocencia y el infantilismo de Narrenturm hasta el idealismo “por la causa” husita y el riesgo de su vida más allá de lo razonable de Los guerreros de Dios; ¿será el próximo paso un programado escepticismo y realismo? El libro contiene un discurso esperanzado, pero escéptico, sobre el ser humano y su papel en el mundo, trasladado además aquí a la necesidad de una vuelta a la caridad y el ascetismo para una Iglesia Católica sumida en el lujo y el gasto suntuario más propio de lo mundano que de lo divino.

Los guerreros de Dios posee las mejores señales de la maestría de Sapkowski: una plasticidad y realismo sobresaliente en las peleas cuerpo a cuerpo o en las batallas, una elaboración de personajes magistral, una precisión histórica casi milimétrica en cuanto a escenas o hechos, y sobre todo cuenta con un mensaje universal y un estilo de transmitirlo a la altura de muy pocos autores. Quizás el estar en tierra de nadie respecto al punto de partida y al punto de llegada tanto de la historia principal, como de las historias secundarias –sobre todo aquellas más directamente relacionadas con el proceso de madurez de los personajes-, sea su principal hándicap, notándose en la historia cierto estatismo en cuanto al desarrollo de la trama y los argumentos. Con todo, garantiza literatura de altura, y supone uno de los mejores libros de novela histórica y fantástica publicados este año.